Pese a la gran devoción de los salteños al Cristo de Sumalao, la peregrinación este año fue de las menos concurridas de las últimas décadas.
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Pese a la gran devoción de los salteños al Cristo de Sumalao, la peregrinación este año fue de las menos concurridas de las últimas décadas.
La tradición de los creyentes consiste en caminar desde la ciudad de Salta y desde todas las localidades del Valle de Lerma hasta el templete donde se encuentra el cuadro cuzqueño con a imagen de Jesús, a quien ofrecen sus oraciones y su sacrificio en agradecimiento, o bien para realizar pedidos personales o comunitarios.
Cada principio de junio, decenas de miles de personas suelen caminar por las diferentes las rutas y caminos rurales que conducen al paraje mercedeño de Sumalao, ubicado a unos 33 kilómetros de la ciudad de Salta.
David, guardia de seguridad de una empresa ubicada sobre Av. ExCombatientes de Malvinas, en diálogo con El Tribuno contó: “Se vio pasar gente hasta la 1 de la madrugada, aproximadamente. A partir de esa hora se frenó, casi no pasaron peregrinos. Me llamó la atención”.
Por su parte Daniel, vecino de Cerrillos, quien circuló durante la madrugada por la ruta nacional 68 hacia la ciudad de Salta manifestó: “Salí tipo 5.30 desde Cerrillos por la ruta 68. Esperaba ver como todos los años a esa hora la multitud de peregrinos junto a los operativos preventivos de tránsito, que suelen generar embotellamientos, pero no había nada. Solo vi dos mujeres caminar juntas por la banquina y nada más. Me sorprendió, porque el tiempo estaba lindo, no hacía frío”.
Nely, una trabajadora de Rosario de Lerma, quien a primera hora de la mañana viajó hasta la capital relató: “Venía en el colectivo mirando por la ventanilla por la ruta 23 y no vi a nadie en el camino. En Rosario sí pude ver un par de grupitos de chicos, pero no se si iban a la peregrinación o salían del boliche, la verdad no sabría decirle”.
Sin dudas, los salteños eligieron este año otros medios para llegar a Sumalao y expresar así su profunda devoción, cumplir promesas y hacer sus peticiones. Pero el fenómeno desdibuja de alguna manera una de las tradiciones más arraigadas de la comunidad católica salteña.