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18 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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Esquiú habla a los argentinos de hoy

El discurso del sacerdote franciscano ante los constituyentes de 1853 representa una exhortación a la construcción de un país amalgamado por la cultura, la Ley y un proyecto común.
Miércoles, 06 de septiembre de 2023 01:26

El padre franciscano fray Mamerto Esquiú encarna una figura eclesiástica clave de la época independiente, por sus virtudes, su fama de santidad y el enorme prestigio que le brinda la perspectiva histórica que dan los años. Fue un sacerdote que supo armonizar los requerimientos del Reino de Dios y del Reino Temporal y cuyo trabajo tiene vigencia plena en la sociedad argentina tanto en la esfera civil como en la eclesiástica. De él, Dalmacio Vélez Sarsfield decía: "Cuando en un pueblo aparece un orador de la altura del Padre Esquiú, cuando él es comprendido y se sabe valorar su mérito, ese pueblo es un pueblo civilizado aunque sus casas sean chozas". (La Nación, 1870).

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El padre franciscano fray Mamerto Esquiú encarna una figura eclesiástica clave de la época independiente, por sus virtudes, su fama de santidad y el enorme prestigio que le brinda la perspectiva histórica que dan los años. Fue un sacerdote que supo armonizar los requerimientos del Reino de Dios y del Reino Temporal y cuyo trabajo tiene vigencia plena en la sociedad argentina tanto en la esfera civil como en la eclesiástica. De él, Dalmacio Vélez Sarsfield decía: "Cuando en un pueblo aparece un orador de la altura del Padre Esquiú, cuando él es comprendido y se sabe valorar su mérito, ese pueblo es un pueblo civilizado aunque sus casas sean chozas". (La Nación, 1870).

Fray Mamerto Esquiú sigue siendo un modelo de vida y nos enseña a enfrentar los acontecimientos y situaciones que presenta el mundo contemporáneo. Su figura refleja el sentir de muchos hijos de América, que claman por la sobrevivencia de sus pueblos y el reconocimiento de su dignidad de hombres. "El objeto de su palabra fue abogar por la estabilidad de la Constitución y por la fidelidad del pueblo argentino a ella. Lo que Esquiú quiere es una sociedad constituida en la Constitución". (**) Pues ella es el fundamento de una sociedad estable, en la que sobresalgan el orden y la justicia en beneficio de cada ciudadano.

El gran tema del sermón pronunciado en la jura de la Constitución del año 1853 es moral, nos recuerda el doctor Pedro J. Frías, en ese terreno en que la política recoge la conformación ética de la sociedad para modelar sus propuestas.

A fray Mamerto le dolía la Patria, y con el apasionamiento de un torturado vivió las peripecias que la historia le asignó; altas virtudes religiosas y sacerdotales constituyen el fundamento básico de su grandeza moral y cívica en nuestra República. Era consciente de la necesidad de un ordenamiento estable, del quehacer público en la sociedad, en nuestra patria, y lo expresó en ese sermón, "Laetamur de gloria vestra" (Nos congratulamos con ustedes), y allí deja bien en claro sus principios y doctrina cristiana respecto a la sociedad, a lo que compete directamente a Dios, al poder civil y a la ubicación del cristiano en ella.

"La guerra civil es la muerte"

Insistiendo en la unidad y la reconciliación entre los argentinos Esquiú dice que le llama la atención el hecho de que en los países del norte de América y en Europa, si bien existen los partidos políticos diferentes, sus diferencias no suelen alterar la paz ni la vida de los ciudadanos, pues los mayores empeños de ellos consisten en el trabajo y el progreso de la gente. En cambio en "Argentina, la política es casi el único fundamento de la nacionalidad y, por consiguiente, la agitación de los partidos políticos se convierte en guerra, y la guerra civil es la muerte".

El espera que la unión de los argentinos genere una fusión de partidos o acuerdos en beneficio del bien común del estado, donde solo se tenga en cuenta la idoneidad y el mérito de las personas para ofrecerles cargos y empleos, sin exclusiones odiosas, en bien de toda la sociedad. Lo que debería hacerse con verdadero ánimo generoso y patriótico. Esquiú considera al hombre naturalmente social y sostiene no solamente que el estado social del hombre es necesario, sino que la doctrina contraria que afirma que el "zoon politikon" de Aristóteles no existe lleva a la edificación de la "civitas diaboli" contrapuesta a la "civitas Dei".

En nombre de la Religión felicita a la Patria porque al fin tiene Ley Fundamental tantas veces postergada. La situación histórica al momento de la jura de la Constitución no era favorable. La situación política aconsejaba aceptar la ley fundamental como un mal menor. Buena o mala, la Constitución es mejor que vivir sin ella. Ante este dilema Esquiú acepta el desafío y pronuncia el célebre sermón donde exhorta su acatamiento. Y parece estar hablando a los argentinos del presente.

"íArgentinos!… al encontrarnos en la solemne situación de un pueblo que se incorpora, que se pone de pie para entrar dignamente en el gran cuadro de las Naciones, la Religión os felicita, y como Ministro suyo os vengo a saludar en el día más grande y célebre con el doble grandor de lo pasado y de lo presente, en el día en que se reúne la majestad del tiempo con el halago de las esperanzas".

"Con sus felicitaciones, os traigo también sus verdades. Cuando cesáis de ser vaporosos y fugitivos, todo es grave y somete; cuando entráis en un camino de verdad, todas las realidades deben concurrir y desaparecer utopías y vanas peroratas. Más feliz y mejor avisado que los que siempre os quieren hallar en 1810, me cabe la suerte de admiraros en el nueve de julio de mil ochocientos diez y seis y mil ochocientos cincuenta y tres".

Y agrega: "He dicho señores, que mi propósito es fundar las glorias de mi Patria en los acontecimientos que se abrazan en el 9 de Julio, y enunciar aquellas verdades que dicen relación al bien de ella: ni sería lo que debo ser como sacerdote y como patriota si sólo me ocupara en perorar sobre la justicia de la independencia, sobre el heroísmo de sus defensores, en contemplar eternamente el sol de Mayo, y lanzarme fascinado en ese idealismo poético".

"íQue la Patria reclame sus propiedades usurpadas, que levante del polvo su sien augusta, que posea su Gobierno, sus leyes, su nacionalidad! Esto es santo, esto es sublime; y la independencia y la libertad de un conquistador que oprimiera estos eternos e incuestionables derechos, son justas".

La Constitución de 1853 cierra un ciclo signado por las guerras civiles. "He aquí, señores, en esta doble independencia, la única verdadera libertad, la que es el fundamento de las naciones y elemento de que viven: la preciosa libertad, que apenas conoce nuestra Patria, cuya existencia está insinuada teóricamente en dos actos, el de su sanción el año 1816, y el de su fórmula en 1853; nuestros Padres, de pie, con la mano en el corazón, y sus ojos en el Cielo, la juraron y se convocaron para el día siguiente a cumplir su juramento. ¡Dios Santo! ¡Treinta y siete años, como treinta y siete siglos han sido ese día!...."

Su valoración de la naciente Constitución tiene peso histórico y nos permite juzgar, también, los 170 años transcurridos desde entonces. "La vida y la conservación del pueblo argentino depende de que su Constitución sea fija; que no ceda al empuje de los hombres; que sea una ancla pesadísima a que esté asida esta nave, que ha tropezado en todos los escollos, que se ha estrellado en todas las costas y que todos los vientos y todas las corrientes la han lanzado". También exhorta al pueblo argentino al "desarrollo de su cultura común un esquema ideal de vida". Y puntualiza: El destino histórico del hombre argentino es fortalecer esa tendencia fundamentalmente cultural."

Fray Mamerto Esquiú hizo oír su voz para atemperar las reservas que en algunos espíritus suscitaba, desde una perspectiva religiosa el texto sancionado en Santa Fe. En este Sermón cuyo eco resuena en toda la República se puntualiza que la libertad exterior anhelada y declarada por los congresistas de 1816 requiere la libertad interior manifestada en el reconocimiento constitucional de los derechos y garantías individuales. Nosotros los argentinos de hoy no debemos olvidar que la Constitución es un legado de sacrificios y glorias consagrado por nuestros mayores a nosotros y a los siglos porvenir que ello dio cuerpo y espíritu a nuestra Patria hasta entonces informe, y que como se ama la tierra nativa y el hogar de las virtudes tradicionales debe amarse la Carta que nos engrandece y nos convierte en fortaleza inaccesible a la anarquía y al despotismo.

(* )La autora es académica Instituto San Felipe y Santiago de Estudios Históricos

(** ) Ernesto M. Aráoz. El Milagro Civil de Fray Mamerto Esquiu. Boletín ISFS. 1952

 

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