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Sobran utopías, falta prudencia

Viernes, 29 de marzo de 2024 00:00
Javier Milei.

La "prudencia política" es una virtud esencial para el gobierno, desde Aristóteles hasta nuestros días. Ser prudente no supone ser timorato, sino responsable, simplemente, porque al momento de quedar al frente de un gobierno nacional, cualquiera haya sido el camino que recorrió para llegar, cualquier persona está obligada a escuchar, a ampliar su mirada y conocer a la sociedad que le confió uno de los poderes del Estado.

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La "prudencia política" es una virtud esencial para el gobierno, desde Aristóteles hasta nuestros días. Ser prudente no supone ser timorato, sino responsable, simplemente, porque al momento de quedar al frente de un gobierno nacional, cualquiera haya sido el camino que recorrió para llegar, cualquier persona está obligada a escuchar, a ampliar su mirada y conocer a la sociedad que le confió uno de los poderes del Estado.

Una vez en el poder es imprescindible una mirada muy amplia de la realidad, que abarque todos los perfiles del potencial y de las carencias con las que debe manejarse un gobernante.

La Argentina del tercer milenio no logra salir del pantano, donde prevalecen el voluntarismo y el mesianismo, con sus simplificaciones absurdas y sus desenlaces catastróficos. En los últimos veinte años la pobreza trepó al 45%, el empleo informal supera ampliamente al registrado, la formación profesional solo es alcanzada por un grupo muy pequeño de estudiantes y el sistema previsional sigue siendo la caja receptora tanto del déficit como de los ajustes que hace el Estado.

Y de este pantano no se sale con pancartas de fantasía, distribucionistas, estatistas ni anarcolibertarias.

Ayer Máximo Kirchner hizo referencia al cambio de nombre que Javier Milei dispondría para el Centro Cultural que lleva el de su padre. No tuvo mejor idea que decir que le pongan "el nombre que quieran" pero que provean de insumos a los hospitales. El pez por la boca muere: la administración kirchnerista de la salud pública ha sido bochornosa. En los hospitales del conurbano bonaerense, a cargo de Axel Kicillof, faltan médicos, no hay turnos y no hay ambulancias. El hijo de los dos expresidentes debería explicar, además, el DNU de la cuarentena, nunca objetado por el Congreso, y sobre todo la maniobra pergeñada, entre gallos y medianoche, para impedir que el país comprara las vacunas Pfizer y Moderna y postergó de ese modo la vacunación masiva contra la COVID-19 por ocho meses. ¿Cuántas vidas se hubieran salvado si el mesianismo estatista no hubiera querido quedar bien con Putin, quien carecía de capacidad de satisfacer la demanda?

Vivimos entre distintas utopías. Los resultados de la mitología kirchnerista están a la vista, y aparecen más claramente esbozados en los debates del Congreso, donde aún conservan poder. Lo que pueda lograr Milei está por verse.

Pero algo es cierto. Esta semana volvió a faltar la prudencia política. En el mismo momento en que los presidentes Lula y el colombiano Gustavo Petro comenzaban a exigir a su -hasta ahora- respaldado Nicolás Maduro para que en Venezuela se terminen las proscripciones, y mientras el dictador dejó sin energía eléctrica la embajada argentina en Caracas, donde hay seis personas exiliadas, Milei no encontró mejor idea que utilizar su verborragia para generar conflictos diplomáticos con Colombia y México.

De paso repitió el absurdo de que "la educación pública envenena la cabeza de los alumnos", atacando esta vez a la carrera de Economía de la UBA.

Y también hizo una alusión homérica: "Estoy atado a los mástiles, mientras mis ministros les disparan a las sirenas". Ulises era sabio, y tenía buenos marineros. La volatilidad constante de funcionarios registrada desde diciembre y el clima de inestabilidad social, con una reforma del Estado que despide empleados no por desempeño sino por lotes, ponen en duda que Milei sea el Ulises que el país necesita para esta Odisea.

Es necesaria una reforma del Estado, del sistema previsional, de la legislación laboral y un salto cualitativo en la recuperación educativa. Pero eso no lo podrá hacer ningún presidente sin tener en cuenta al Congreso, a las provincias, a las universidades nacionales y privadas y, sobre todo, a la sociedad.

 

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