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El ingreso a Lusaka tiene un ritmo propio. La capital de Zambia se presenta con un tránsito denso, sobre todo pasado el mediodía, y una secuencia de escenas que van marcando la entrada a la ciudad. A los costados del camino se ve a chicos de primaria con uniforme a cuadritos caminando en busca de algún transporte, adultos que esperan bajo la sombra cada pocos kilómetros y minibuses blancos, más pequeños que los colectivos argentinos, que frenan sobre la marcha para levantar pasajeros. La ruta funciona como un corredor social permanente.
Antes de llegar al área urbana, las veredas se transforman en un espacio comercial improvisado. Hay puestos de frutas bajo techos de paja, sostenidos por estructuras muy simples, y una actividad que se repite a lo largo de varios tramos. Más adelante aparece una sucesión de maceteros, piezas de arcilla, bancos y mesas exhibidas directamente al aire libre. Todo convive en la banquina, como si cada metro libre pudiera convertirse en un punto de venta.
En paralelo aparece un elemento que sorprende de inmediato al visitante, la cartelería política. A lo largo de rutas, avenidas y calles se ven grandes afiches sin iluminación con la imagen del presidente Hakainde Hichilema. No solo se repite su retrato, también algunos mensajes que llaman la atención, como un cartel que afirma que su gestión habría logrado “acabar con la malaria” o reducir drásticamente su presencia, y otro centrado en la promesa de combatir la corrupción. No se trata de datos verificados en el lugar, sino de mensajes de campaña que se exhiben en espacios públicos, comercios y hasta restaurantes. Zambia cumplió 60 años de independencia en 2024 y esa fecha continúa presente en varios de esos afiches.
Otro aspecto que requiere atención para cualquier argentino que visite el país, los autos tienen el volante del lado derecho, por lo que manejar, cruzar la calle o simplemente ubicarse en el tránsito requiere un instante de adaptación. A esto se suma que las ambulancias, los patrulleros y la mayoría de los vehículos son más pequeños que los de Argentina, lo que da una escala distinta al movimiento urbano.
Ya dentro de la ciudad el paisaje cambia. Los shoppings están ornamentados para la Navidad, con árboles, luces y decoraciones que ocupan pasillos enteros, acompañados por carteles de Black Friday. Entre locales de ropa y supermercados muy concurridos, un pequeño trencito infantil recorre los pasillos mientras jóvenes y familias aprovechan el aire fresco del interior.
El clima acompaña en este tramo del año, un calor seco y un sol que arde, aunque sin humedad sofocante. La sensación general es de tranquilidad, sin un clima de inseguridad evidente. Zambia confía en la minería como eje de crecimiento y eso se percibe en una expectativa social medida pero presente.
Entre el tránsito intenso, la cartelería omnipresente, los puestos al aire libre y la vida que se despliega sobre la ruta, Lusaka ofrece una primera postal clara, una ciudad donde lo urbano y lo rural se superponen sin transición y donde cada rincón aporta una señal de identidad propia en pleno corazón de África.