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En las festividades de fin de año, el árbol de Navidad se ha convertido en uno de los símbolos más representativos de la época. Sin embargo, su origen y los elementos que adornan sus ramas tienen una profunda conexión con antiguas celebraciones paganas. Verónica Ayala, tarotista y experta en rituales ancestrales, explicó en una entrevista exclusiva el significado de los adornos y rituales que han acompañado esta tradición desde tiempos remotos.
El árbol de Navidad tiene raíces profundas en la celebración nórdica-germánica de Jul, donde se seleccionaba un tronco de árbol perenne como el abeto o el roble, el cual se decoraba con cintas, hiedra y acebo. Este tronco era encendido con un trozo del tronco del año anterior, simbolizando la continuidad y el renacimiento del sol, representando la victoria de la luz sobre la oscuridad. "El fuego del tronco simbolizaba la esperanza de un nuevo ciclo, la fertilidad y la abundancia para el próximo año", relató Ayala. Las cenizas de este tronco eran esparcidas sobre los campos para asegurar la prosperidad en la cosecha.
A lo largo de los siglos, muchos de estos elementos se han transformado, pero su significado permanece. El pino, por ejemplo, representa la vida eterna, ya que sus hojas permanecen verdes incluso durante el invierno. Este simbolismo fue absorbido por el cristianismo, que lo asoció con la Santísima Trinidad. La estrella, inicialmente un símbolo de esperanza y guía, pasó a ser la estrella de Belén que condujo a los Reyes Magos hacia el nacimiento de Jesús. Las esferas, que en sus orígenes representaban dones, se convirtieron en un símbolo del pecado original, mientras que hoy en día se asocian con los regalos divinos.
La tradición también incorpora otros elementos como las guirnaldas, que representaban la conexión entre el plano terrenal y el divino, y las luces, que originalmente simbolizaban la esperanza, un mensaje que el cristianismo trasladó a la luz de Cristo, quien ilumina el mundo. Los regalos bajo el árbol, finalmente, se ven como un acto de generosidad y ofrenda, que en la tradición cristiana recuerda los obsequios de los Reyes Magos.
Las antiguas celebraciones paganas como la Saturnalia romana, en honor al dios Saturno, también influyeron en la festividad, dando lugar a la tradición de intercambiar regalos. En los rituales de Saturnalia, las normas sociales se rompían, y los esclavos eran servidos por sus amos, lo que representaba la igualdad y la reversión de los roles establecidos. Este intercambio de regalos se popularizó y se trasladó a la tradición moderna del intercambio de presentes.
El culto de los árboles perennes también tiene una fuerte influencia en la Navidad, ya que estos árboles eran venerados en muchas culturas como símbolos de longevidad y regeneración. Adornar un árbol con ramas de estos árboles durante el solsticio de invierno era una forma de invocar la vida y la fertilidad, asegurando el regreso de la luz y la vida a la naturaleza.
Los rituales navideños, cargados de simbolismo, no solo representan el renacimiento del sol, sino también la esperanza, la unidad familiar y la conexión con la naturaleza. Desde el árbol hasta los adornos, cada detalle en la Navidad es una celebración de vida y luz, que tiene sus raíces en las tradiciones más antiguas de la humanidad.