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18 de Noviembre,  Salta, Centro, Argentina
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Lhez, el Coro y la Orquesta Ucasal suscriben el concierto del año

En el imponente marco de la iglesia de la Merced, las formaciones musicales de la Universidad Católica de Salta, bajo la dirección del maestro Jorge Lhez, interpretaron música de Johannes Brahms y de Jean Sibelius.
Martes, 18 de noviembre de 2025 20:16
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por Flavio Gerez*, Dr. en Física y músico

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El pasado sábado 15 de noviembre, ante el imponente marco de la iglesia de la Merced, asistí al concierto del Coro y la Orquesta de la Universidad Católica de Salta (Ucasal) bajo la dirección del maestro Jorge Lhez y, que bien, puede catalogarse como el mejor concierto de la presente temporada.

La sobrecogedora interpretación del Schicksalslied Op. 54 de Johannes Brahms (1833-1897) que ofrecieron el coro y la orquesta constituyó un acontecimiento artístico de primer orden. La compleja arquitectura de esta obra, que transita desde una beatitud casi etérea hasta la más desgarrada inquietud existencial, fue abordada con una comprensión estructural y una sensibilidad poco comunes.

La obra se estructura en tres movimientos sin pausas entre ellos. El primer movimiento, Adagio, en Mib Mayor, se presenta con una textura orquestal diáfana y un fraseo cargado de anhelo, creando esa esfera celestial que el poema de Friedrich Hölderlin, sobre el que está basada la obra, describe. El coro, por su parte, demostró una afinación exquisita, un dominio de la articulación y los matices y un balance perfecto en la exposición del tema, manejando las sutilezas del canon entre sopranos y bajos con una naturalidad admirable. En este sentido, es de justicia destacar que la agrupación coral de la Ucasal se consolida, una vez más, como la formación de referencia en la provincia de Salta, distanciándose cualitativamente de sus pares en precisión, homogeneidad vocal y profundidad interpretativa y no sólo por la interpretación, insisto, sobrecogedora, de la obra de Brahms, sino por el revelador recorrido que ha transitado durante esta temporada, con un variado repertorio que abarca desde el Renacimiento hasta la actualidad.

El abrupto giro al segundo movimiento -Allegro en do menor- fue interpretado con una potencia dramática arrolladora. La orquesta y el coro desplegaron un torrente de tensión rítmica que encapsuló a la perfección la desesperación del texto. La compleja sección del “Wie Wasser von Klippe zu Klippe” (como agua de acantilado en acantilado) fue resuelta con una claridad rítmica que acentuó la sensación de respiración entrecortada, mientras que las intrincadas secciones fugales evidenciaron un trabajo de precisión y claridad contrapuntística formidable.

La obra concluye con un postludio orquestal en Do Mayor, una resignada y melancólica epifanía sonora, y fue el broche de oro de esta interpretación porque no sonó a consuelo fácil, sino a una profunda y conmovedora reflexión colectiva. Una interpretación que, en su conjunto, cumplió con todas las exigencias técnicas de la partitura y logró transmitir su abismal cuestionamiento filosófico, cosechando una calurosa y prolongada ovación por parte del público que sabe reconocer, a veces, la calidad por sobre la estridencia.

El concierto prosiguió con la interpretación de la Segunda Sinfonía en Re mayor Op. 43 de Jean Sibelius (1865-1957), una obra que trasciende lo simplemente escrito en la partitura para adentrarse en el territorio de la revelación musical. Frente a una monumental arquitectura, donde cada motivo germina orgánicamente del anterior, la joven formación de la Ucasal, recordemos que el pasado julio recién ha cumplido su primer año de vida, demostró no solo un dominio técnico sobresaliente, sino una comprensión profunda de la lógica interna que vertebra esta conmovedora confesión del alma.

Desde el Allegretto inicial, el maestro Lhez tejió, con gesto claro y buen oficio, la tensión entre la aparente fragmentación del material temático y la pulsión rítmica subyacente que confiere unicidad al discurso. El motivo de tres notas ascendentes, la célula fundamental de toda la sinfonía, surgió con una naturalidad casi orgánica, mientras las maderas, oboes y flautas, dibujaron con extraordinaria delicadeza y musicalidad esa danza nórdica que evoca un optimismo teñido de una profunda melancolía. Pero fue en el Tempo andante, ma rubato donde la orquesta alcanzó cotas de intensidad emocional difícilmente superables. El pizzicato inquietante y perpetuo de los cellos y contrabajos, sostenido con una tensión admirable, creó ese paisaje árido y perturbador sobre el cual el lamento del fagot y la posterior plegaria de las cuerdas, el tema al que el propio Sibelius denominó “Christus”, se elevaron hacia el cielo con un lirismo trágico, conmovedor y, por qué no decirlo, religioso. La sección de cellos y violas merece especial mención por la calidad del sonido, vaporoso y etéreo, en esta sección.

El desafío técnico que impone el Vivacissimo siguiente fue abordado con una precisión y una energía febril. Las cuerdas, en un alarde de virtuosismo atento y controlado, que no había observado hasta ahora en esta formación, resolvieron las ráfagas de notas, que se exigen a gran velocidad, manteniendo unos pianissimi que acentuaron el carácter vertiginoso del movimiento. Un fantástico oboe solista en la sección del trío aportó un momento de calma relativa, pero fue el puente hacia el Finale, construido desde el motivo inicial, el que demostró la visión arquitectónica del maestro Lhez, transduciendo la energía acumulada hacia el clímax sin una solución de continuidad.

El Allegro moderato final fue una culminación triunfal, pero no gratuita. Me explico. La transformación del motivo seminal en una fanfarria heroica, la majestuosa exposición del tema principal y, sobre todo, la metamorfosis del tema secundario de modo menor a mayor, fueron gestionadas con una convicción que hizo sentir esta resolución como inexorable y profundamente merecida. La coda, con ese ostinato en pizzicato escalando hacia el tremendo acorde final en Re mayor, coronó una interpretación que, cumpliendo con todas las exigencias técnicas e interpretativas, logró el fin esencial de toda expresión artística que es comunicar al oyente y transformar aunque sea por unos minutos el universo que lo rodea. Comunicar la profunda humanidad que posee esta partitura y cosechar, con razón y lógica, un amplio y emocionado respaldo de un público cada vez más numeroso que sigue a esta orquesta a la que auguro un futuro venturoso.

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*Miembro de la Asociación de Críticos Musicales de la Argentina

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