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Diego Cuéllar es un músico percusionista nacido en Buenos Aires en 1980 que se ha destacado por su versatilidad, su profundo vínculo con el folclore argentino y su capacidad de combinar tradición con estilos modernos. Pero principalmente por su enorme apego a la poesía, música y estilo del folclore salteño. Prueba evidente es la cantidad de veces que visitó esta provincia en busca de inspiración y nuevas energías. El mencionado acaba de editar una canción junto a Cuti Carabajal, que se la puede encontrar en todas las plataformas digitales. También estuvo hace unos días, como músico, en el recital de Milo J, en el estadio de Vélez Sarsfield.
"He compartido escenario y estudio con referentes tanto del folclore como del rock argentino (desde Chango Farías Gómez y Raúl Carnota, hasta bandas y artistas como Bersuit Vergarabat, Celeste Carballo, Los Caligaris y otros), aportando mi sello rítmico en múltiples estilos y formatos", aseguró el artista.
Diego Cuéllar ha producido trabajos propios como "Monte & Rock" I Y II, un álbum donde fusiona el folclore tradicional con voces representativas del rock argentino, explorando nuevas texturas y puentes entre géneros.
Su espíritu colaborativo sigue vigente, como lo demuestra su participación en el lanzamiento de un chamamé junto a Los Alonsitos, uniendo el sonido tradicional con la frescura de una agrupación emblemática del género.
Un percusionista innovador
Diego es un percusionista argentino innovador, respetuoso de las raíces folclóricas y, al mismo tiempo, abierto a la exploración sonora contemporánea. Su labor como intérprete, creador de método y colaborador con diferentes artistas lo ubica como una figura clave dentro del panorama de la percusión y la música popular en Argentina.
Se unió al siempre vigente artista santiagueño Cuti Carabajal para grabar "Cuando regrese a mi tierra", donde ambos mantienen el espíritu vivo de un folclore sentido y con sentimiento.
"Esta poesía respira el anhelo hondo del que mira a su tierra desde la distancia y siente cómo cada recuerdo, cada aroma, cada gesto del paisaje regresa para abrazarlo. En mis versos late una emoción antigua, casi ritual, donde la vuelta al hogar no es solo un hecho físico, sino una travesía del alma. La "miel del regreso" se contrapone a la "sal de la ausencia", dos sabores que conviven en el corazón de quien partió y descubre que el retorno nunca es simple: es dulce por el reencuentro, amarga por lo que el tiempo se ha llevado", agregó Cuéllar.