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Por Flavio Gerez*, Dr. en Física y músico
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La Universidad Nacional de Salta (UNSa), institución con más de medio siglo de vida de la que se espera que sea un referente del conocimiento y la cultura en el noroeste argentino, ha cometido, el pasado lunes 7 de julio, un acto de profunda desidia y miopía institucional: la abrupta clausura de su Orquesta Típica Característica. Esta decisión, tomada sin preaviso, sin diálogo y ejecutada con una frialdad administrativa que raya la insensibilidad, no solo cancela un proyecto artístico; sofoca un incipiente y prometedor pulmón cultural, cercena una herramienta vital de identidad y deshonra el compromiso social inherente a la función universitaria.
Resulta paradójico, cuando no trágicamente irónico, que una universidad pública requiriera más de cincuenta años para concretar lo que debería ser un pilar fundamental de su misión: la creación de una formación estable dedicada específicamente a la promoción, difusión, investigación y salvaguarda de la música argentina en toda su riqueza y diversidad. La Orquesta Típica Característica, finalmente establecida en 2024, surgió no como un lujo ornamental, sino como una respuesta necesaria a una deuda histórica con el patrimonio sonoro de nuestra Nación. Su denominación como "Típica Característica" es significativa, ya que evoca la tradición de las formaciones que, desde principios del siglo XX, definieron el sonido del tango y otras expresiones populares, adaptando su formato para abarcar también la vastedad de los ritmos folclóricos argentinos y latinoamericanos. Como ejemplo basta citar el estreno mundial de una obra póstuma de Gustavo "Cuchi" Leguizamón que la Universidad adoptó como su himno. Era un proyecto ambicioso y único en el ámbito universitario local, precisamente por su enfoque en la música argentina y latinoamericana.
Este silencio impuesto es un acto de violencia simbólica contra la memoria musical y la vitalidad cultural de Salta".
Este cierre, con la crudeza que el propio hecho representa para quienes formaban parte del proyecto, manifiesta una flagrante falta de visión estratégica y una alarmante ausencia de creatividad y empatía cultural. ¿Qué evaluación seria, qué diagnóstico fundamentado, justifica extinguir sin más un proyecto de tan reciente creación y de tan obvio valor simbólico y práctico? La ausencia de preaviso y, probablemente, de cualquier proceso de evaluación transparente o consulta con los actores involucrados (músicos, docentes, estudiantes, comunidad) revela un proceder autoritario y burocráticamente ciego. Es la acción de una gestión que opera bajo la lógica mezquina del recorte inmediato, incapaz de percibir el valor intangible, a largo plazo, de una magnífica inversión cultural y sus oportunidades asociadas. Esta profunda miopía cultural y muy baja altura de miras son síntomas de una administración que concibe la cultura como un gasto prescindible y no como una inversión esencial en capital simbólico, cohesión social y formación integral.
El malestar que ha generado esta decisión, que coincide con denuncias de nepotismo en la gestión, trasciende el ámbito meramente universitario. Es un malestar comunitario, artístico y ético por varias razones.
En primer lugar, representa una traición al patrimonio cultural. La UNSa tiene la obligación ineludible de ser custodio y promotor activo de la cultura regional y nacional. El lema de la Universidad reza "Mi sabiduría viene de esta tierra". La Orquesta era un instrumento concreto para cumplir este mandato. Su cierre es una abdicación de esta responsabilidad, un desprecio hacia las expresiones musicales que constituyen la columna vertebral de la identidad argentina.
En segundo lugar, desprecia el talento y el esfuerzo. Esta decisión ignora y desvaloriza el esfuerzo, la dedicación y el talento de los músicos que integraron la orquesta, algunos de ellos, aunque jóvenes, con proyección internacional. Estos músicos invirtieron su tiempo, su energía y su pasión en construir este proyecto y ven, súbitamente, cómo son despojados de su espacio de creación y pertenencia, sin explicación ni consideración. Es una herida muy profunda al tejido artístico local.
En tercer lugar se produce una pérdida de oportunidades pedagógicas y de extensión: la Orquesta no solo ofrecía conciertos; era un potencial laboratorio vivo para la formación de nuevos intérpretes, la investigación musicológica aplicada y un poderoso vehículo de extensión universitaria. Llevar la música argentina en su formato orquestal característico a barrios, escuelas, al interior de la provincia y a otros espacios era una posibilidad tangible ahora cercenada. Se pierde un puente único entre lo académico y lo social.
Esta decisión envía un mensaje nefasto, por decirlo en términos amables, a la comunidad universitaria y a la sociedad salteña: la cultura, el arte, la música de nuestra tierra no son una prioridad. Son lo primero que se sacrifica en aras de una eficiencia mal entendida o de ajustes presupuestarios cortoplacistas y denota una profunda incapacidad creativa.
Extinguir un proyecto tan joven, que apenas había iniciado su camino, es de partida, un despilfarro del capital inicial, humano, organizativo y acaso material, invertido en su creación. No se permite siquiera evaluar su potencial impacto o buscar alternativas para su sostenibilidad. Es la negación misma de cualquier planificación cultural que pueda llamarse seria.
Su denominación como 'Típica Característica' es significativa, ya que evoca la tradición de las formaciones que, desde principios del siglo XX, definieron el sonido del tango y otras expresiones populares, adaptando su formato para abarcar también la vastedad de los ritmos folclóricos argentinos y latinoamericanos".
La UNSa se empobrece con esta decisión. No solo económicamente, sino, y sobre todo, espiritualmente. Pierde un instrumento de prestigio, un espacio de creación único, un símbolo de su compromiso con lo más auténtico de nuestro acervo cultural. La Orquesta Típica Característica era una promesa de sonido, identidad y arraigo que ha sido ahogada antes de alcanzar su madurez. Este silencio impuesto no es neutral; es un acto de violencia simbólica contra la memoria musical y la vitalidad cultural de Salta y de la Argentina.
El inmenso malestar que ha provocado este cierre arbitrario es, en esencia, la expresión de una profunda decepción y tristeza. Decepción ante la incapacidad de una institución que debería encarnar la excelencia y la visión de futuro, para reconocer y proteger un proyecto cultural de valor incalculable. Tristeza, muy profunda y amarga, al comprobar, como graduado de la UNSa, que las conquistas culturales, incluso aquellas logradas dentro del sagrado recinto universitario, son frágiles y están constantemente amenazadas por la mezquindad, la ignorancia y la falta de grandeza.
La historia cultural de la UNSa registrará este episodio no como un mero recorte administrativo, sino como un momento de profunda oscuridad y como una renuncia ignominiosa a su deber de ser custodio de la esencia cultural de la Nación. La música argentina en Salta ha sido, una vez más, injustamente silenciada y la Universidad toda es hoy más pequeña, más gris, y significativamente más pobre.
*Miembro de la Asociación de Críticos Musicales de la Argentina