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El viernes último presentaron la segunda edición de "Historia de la música en Salta. Crónicas musicales", de Arturo Botelli, posible gracias a Ediciones Juana Manuela. La música del trío Barba y Ají, Ana Issa, Aníbal Alfaro, Laura Serrano, Luis Guantay y su acordeón y Balbina Ramos acompañaron este renacimiento.
Géneros y músicos que dan cuenta de la diversidad de sonidos de la provincia. Justamente, la obra recopila la historia de esa música desde tiempos prehispánicos hasta la actualidad. Botelli es profesor superior de Música, egresado de la Escuela Superior de Música José Lo Giúdice, y licenciado en Arte por la UNSa. Docente, investigador y autor de artículos y ensayos desde los 90, rescata la canción popular y su función en la memoria colectiva. El Tribuno habló con el pianista.
¿Cómo nació la idea del libro?
La idea surge hace bastante tiempo, cuando yo empiezo a dar clases en el Colegio Nacional. Estamos hablando del año 83, 84, clases en el nocturno. No había nada de apuntes, salvo algunas lecturas familiares que yo había hecho sobre el libro de César Perdiguero, "Las tradiciones históricas" de Bernardo Frías, o "El Diablito del Cabildo", de Ernesto Aráoz. No había apuntes. Yo tenía en segundo Lenguaje Musical y tercero, Historia de la Música, y no había nada de la música de Salta. Solo una nota periodística que mi papá había hecho por el Día de la Música con César Perdiguero y era bien bonita. Y voy viendo a ver qué había. Porque era todo música académica, clásica, barroco, romanticismo. Y con mi hermano Juan y Gustavo Kantor, un poquito más adelante, empezamos a meter en los programas de la Escuela de Música, ya trabajábamos, un punto en el programa que era autores argentinos de piano o autores salteños. Había de todo menos autores argentinos y sobre todo salteños. Partituras y después armamos una partiteca con ellos...
¿Una nota de tu padre y Perdiguero?
Sí. Comienzo a armar apuntes, a buscar y aparece esta nota del Coco (José Juan Botelli) y César Perdiguero de El Tribuno. Mi papá tenía la página literaria. Y entonces el Coco me dice: "Yo tengo una carpeta, déjame que la busque". Y comienzo a escribir eso, porque no había. Él ya había andado escribiendo sobre Dávalos, había escrito sobre la historia del vino, o sobre el Pajarito Velarde. Me da la carpeta y empiezo a hojear. Entonces ahí aparece María Bertolosi de Oyuela, porque el viejo me cuenta... "Mirá, en el libro 'La flecha del Inca y otros sabores de mi tierra', de cuentos, aparece una partitura de 'Oiga cocherito', 'La Huanchaqueña', 'Ese lunar que tienes'". Y me dice es la primera recopiladora. Y empiezo a escarbar, escarbar, a armar cosas y fichas, pensando en unas crónicas y pensando ya en un diccionario, o como yo lo llamo, el vademecum. Y poco a poco va creciendo. En el año 84, 85, hago una muestra en Cultura Municipal, que estaba debajo de la CGT, en la Buenos Aires. La directora era Raquel Peñalva, con Víctor Fernández Esteban, y el secretario era Mariano Bravo. Y hemos armado una primera muestra, con cartulinas. Y con fotos que yo tenía, fotos del Ciego Arias, fotos de (Artidorio) Cresseri, y armamos una tocada. Estaba Miriam Dagum, Julio Quinteros tocando unas piezas de Cresseri. Y estaba el Aníbal Alfaro, tocando.
Hay un capítulo dedicado a José Juan Botelli...
Sí, en el libro este hay un capítulo dedicado al Coco. Son los apuntes de él, tal cual como los tenía. Donde habla de Augusto Raúl Cortázar, habla de la historia de música, habla de Alberto Prevost, del programa hecho de piano, habla de José Lo Giúdice, y yo voy completando. Y, al final, voy armando una serie de capítulos de este libro que comienza antes de la conquista. Una cosa así. Y también el recuerdo de Rubén Pérez Bugallo, y ya él me hacía mención del "Cancionero de Salta", de Juan Alfonso Carrizo, una obra magnífica.
¿Cuándo ingresa la música popular en la Escuela de Música?
Entramos nosotros y empezamos a convencer a las profesoras, que tenían una escuela académica muy buena. Y había que convencerlas de que había partituras buenas, los álbumes de Andrés Chazarreta eran muy buenos. Encontramos álbumes de los hermanos Ábalos, y estaban los arreglos de Adolfo Ábalos, que eran de la gran siete. Estaban las ediciones de Ricordi, Fracassi... Y nosotros teníamos ya las Ediciones Lagos, de Tierra Linda, por ejemplo, y empezamos a dar estudios del Burro Lamadrid, de todos los compositores que en el boom del 50 y 60 editaban en Lagos. Ahí estaba el Pajarito Velarde, que paga las ediciones, por ejemplo, de "La danza del sapo", del papá, de "La vidala para mi sombra", de Julio Espinoza, de "La Petrolera", de Alberto Sauad. Todas esas partituras las vamos juntando con las de Amy Patterson. Empiezan a aparecer álbumes que me hace llegar Julio Reynaga, de compositores argentinos, la Benita Carrillo de Sosa, la Manuela Sánchez Cornejo, compositoras conocidas a nivel nacional porque se asociaban por distintos canales, no era como hoy con Internet. Entonces, armamos una partiteca. Y yo siempre he sido pianista de folclore, de música popular, con una formación académica dada por la titulación de piano, lo mismo que Juan, mi hermano, que trabajó con bolero, con jazz.
Y eso se daba en la Escuela...
Íbamos juntando partituras y en la medida que se podía, íbamos enseñando eso a nuestros alumnos. Y ya venía la conjunción con la música popular. Muchos de los músicos de la Escuela de Música, caso de los Montero, Félix Saluzzi, Celso Saluzzi, Carlos Redaeli, Humberto Clark, el maestro César Casas, Juan Carlos Escobar… eran músicos bárbaros, eran músicos de banda, de formación académica, tenían orquestas y de pronto tocaban en el cabaret, en la noche, tocaban en las orquestas características, como la orquesta que quieren desarmar en la UNSa, por ejemplo, en la orquesta característica de la Radio Güemes. El Coco y el Cuchi tocaban en los años 50 a dos pianos que había en el Hotel Salta. Tocaban en Radio Nacional, el director era Raúl Aráoz Anzoátegui, el poeta. Todos ellos iban a la casa, en la Necochea.
En tu casa, respirabas música...
Y con Juan vivíamos ahí. Mi mamá, la Carmen, que era la crítica de las cosas del viejo, inclusive hasta los últimos años escuchaba las tocadas del Barba y Ají. O con Aníbal Alfaro. El Perecito (Miguel Ángel Pérez) y el Teuco (Leopoldo Castilla) cuando eran changos salieron con el papá a tocar, con Perdiguero. Con el Teuco y Perecito hemos salido con el Aníbal, haciendo recitales poético- musicales al interior. Así como yo iba a jugar con mis primos, los Sauad y los otros Botelli al seminario a la pelota, nos juntábamos en la Escuela de Música a hacer música, con el Coli Montero, después apareció Pablo Márquez, David Seghezzo. Y empezamos nosotros a copar la partida, ya no éramos los chicos que habían traído su partitura y comenzaban a dar las clases, sino que ya teníamos un circuito para tocar... Y estaban las partituras de Petrocelli, de Lito Nieva. El papá tiene muchas obras populares, iban a aprender las piezas Los Fronterizos, Cafrune, el Dúo Herencia con la Melania y el Hicho Vaca, y era una cosa que fluía. Entonces, ¿cómo no iba yo a anotar algunas cosas?
Los músicos populares se formaban...
Claro. Por ejemplo, Rubén Ehizaguirre y Jorge Rojas estudiaron conmigo piano, complementario hacían guitarra con Luis Ávila... Los Diableros de Orán han estado un tiempo, los hijos de Federico Córdoba, un gran amigo que ha fallecido estos días. Y en los asados de la Escuela de Música te encontrabas con el maestro Sutti, por ejemplo, y de pronto se armaban unos asaditos que eran una hermosura, porque estaba ahí lo que nosotros queríamos ser: el músico este que se sienta y toca, lea o no lea y que sea versátil. Y luego apareció el Coli Montero con la Pequeña Jazz Band. Hay mucha tela para cortar. Muchos músicos han estudiado dos tres años en la Escuela de Música… La pena es que la Escuela de la Zuviría no la han devuelto. Y cuando la llevaron a El Huaico... sí, un lindo edificio, pero la gente de la zona sur no va. Es un lindo polo en el norte, pero tendría que haberse hecho otro, pensando en la zona sur... Y esas son algunas de las historias que han crecido dentro de otras historias.
Músicos, estilos y nombres
"Hay un capítulo sobre los músicos de la noche, hay de los rockeros, los tangueros, los cumbiancheros", dice en la charla Arturo Botelli, y menciona a Luis Guantay. "Es de Luis y sus Colombianos y compañero mío de la Escuela de Música, junto con sus hermanos son el Cuarteto Wanabara", cuenta.
"Todos los músicos tenían una vida muy intensa trabajando, o en la orquesta, o en la radio, que eran una o dos, o en la música de la noche", informa, y suma: "En el balneario estaba la orquesta de Humberto Clark, el saxofonista era Carlos Redaeli y también estaba el Salón Manolo".
José Antonio Saravia Toledo, creador de Los Chalchaleros y Los Chilicotes, y Los Gauchos de Güemes ingresan en la charla con el docente y músico, y se suman nombres e historias. Un rico panorama de las corrientes musicales, los estilos y las grandes presencias en la escena salteña desfilan cuando se habla con un protagonista que estuvo allí y que puede, desde su oficio de cronista, dar cuenta de esa historia riquísima en un libro.