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14 de Septiembre,  Salta, Centro, Argentina
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Campamento Vespucio cumplió 97 años: el pueblo que nació del petróleo y forjó su identidad

El 12 de septiembre de 1928, el hallazgo del pozo Vespucio 1 cambió para siempre el destino del norte salteño. Lo que empezó como un campamento provisorio se transformó en una comunidad planificada que marcó la historia petrolera del país.
Domingo, 14 de septiembre de 2025 08:56

El 12 de septiembre de 1928 quedó grabado en la memoria del norte salteño como un punto de inflexión. Ese día, con la surgencia del primer pozo petrolero Vespucio 1 (V1) perforado por YPF, lo que hasta entonces era un campamento improvisado se convirtió en pueblo. Así nació Campamento Vespucio, un enclave que forjaría su identidad al calor del “oro negro” y del esfuerzo de centenares de trabajadores que llegaron desde distintos rincones del país para levantar con sus manos un pedazo de historia.

Pero para entender esta fecha hay que viajar aún más atrás en el tiempo. A fines de 1906, un hombre llamado Carmelo Santerbó había descubierto petróleo en la zona. Enfermo y sin recursos, transfirió sus minas a Francisco Tobar, quien obtuvo el cateo de la Quebrada de Galarza. Allí extraía el crudo con baldes, de manera rudimentaria, y hasta envió un tambor a la Exposición del Centenario de la Revolución de Mayo en Buenos Aires en 1910. Era un visionario que había puesto su propio capital para perforar algunos pozos en el flanco oriental, aunque aquellos sondeos resultaron estériles.

En paralelo, la poderosa estadounidense Standard Oil operaba en el área y entró en litigio con Tobar por superposición de cateos. Finalmente, Tobar se unió a YPF y cedió sus derechos en septiembre de 1927. El resultado fue histórico: el primer pozo de YPF en el norte -el V-1 de Mina República Argentina, actual Campamento Vespucio- comenzó a perforarse el 1 de junio de 1928 y se terminó el 12 de septiembre de ese año. A 404 metros de profundidad se encontró una capa surgente de petróleo con una producción de 30 m³ por día.

La actividad no tardó en multiplicarse. En 1929 se inauguró la destilería de Campamento Vespucio, montada para procesar subproductos del nuevo yacimiento que luego se vendían a Tucumán, Salta y Jujuy. Ese mismo año salió el primer cargamento de petróleo en vagones tanque rumbo a Santa Fe. El movimiento fue tal que el campamento, nacido como “Mina República Argentina”, comenzó a crecer y a atraer gente.

Los primeros trabajadores vivían en carpas y casillas en condiciones precarias. Bajo la dirección del ingeniero Pascual Sgrosso, el pequeño ejército de perforadores levantaba torres en medio de la selva. El doctor Ricardo Lona luchaba contra enfermedades endémicas como el paludismo, mientras víboras, arañas y mosquitos acechaban a las puertas de las viviendas.

Era un territorio inhóspito, pero la convicción de que allí se estaba escribiendo una página clave de la industria petrolera argentina sostenía el ánimo de todos.

Llegan trabajadores de todo el país

Con el correr de los años llegaron nuevos pobladores desde Plaza Huincul y Comodoro Rivadavia. En apenas un lustro ya había un villorrio con casas y se levantaron los tres primeros chalets en la entrada del campamento. La administración de YPF también fue itinerante. En 1929 funcionó en Embarcación, luego pasó a Tartagal en 1932 y finalmente se instaló en Vespucio en 1936, en casas ubicadas frente a lo que hoy es el Club Social.

La empresa no solo generó trabajo, también construyó comunidad. YPF levantó residencias confortables provistas de electricidad, agua y gas; edificó instalaciones deportivas, sociales, un hospital y una proveeduría. El campamento se volvió una “pequeña ciudad planificada”, con viviendas y edificios públicos dispuestos estratégicamente. En esa trama se fueron escribiendo los nombres de pioneros como Héctor Giménez, Paulino Valdiviezo, Francisco Prieto, Ramón Ramírez, Francisco Rada, Martín Tapia y Gallegos Álvarez, entre otros, que ocuparon los primeros cargos clave del campamento.

Un museo a cielo abierto

Hoy, al recorrer sus calles, los edificios de aquella época hablan por sí mismos. El Museo de Ciencias Naturales y del Petróleo “Rodolfo Parodi Bustos”, creado en 1993, invita a conocer la riqueza paleontológica, arqueológica y mineralógica de la región, así como objetos personales de Francisco Tobar, el pionero del petróleo en el norte argentino. El Club Social Vespucio, con su arquitectura neocolonial, sigue siendo el corazón de la vida comunitaria y conserva sus canchas de tenis, paddle y natatorio.

Otros edificios emblemáticos son la Administración del Yacimiento Norte, uno de los más antiguos; el Cine Teatro Municipal, inaugurado por YPF en 1953 como parte de su acción civilizadora en medio de las serranías; y la Proveeduría de YPF, que funcionó como un centro comercial para los empleados y hoy alberga el Museo Gregorio Torres, dedicado al poeta y escritor mosconense.

El entorno natural también forma parte de la identidad vespuceña. La Quebrada de Galarza, donde Tobar descubrió los primeros afloramientos, es un destino ideal para los amantes de la naturaleza, con su salto de agua de cinco metros y su selva de montaña. Los humedales camino al Aguay, los piletones naturales de la PR 142 y la Laguna del Cielo en las Sierras Subandinas son ecosistemas ricos en flora y fauna. Desde el Mirador Natural Divina Misericordia se obtiene una vista privilegiada de todo Campamento Vespucio y de las ciudades vecinas de General Mosconi y Tartagal.

La Federación Deportiva Social Vespucio es otro orgullo local. Es el mayor complejo deportivo del municipio de General Mosconi y llegó a albergar partidos de equipos de primera división como Boca, San Lorenzo, Banfield y Lanús. En la zona alta, la Villa Tranquila se destaca por su trazado irregular al pie del cerro y por ser el antiguo paso hacia los campamentos de Tranquitas 4. Y el arte también tiene su lugar: en Vespucio nacieron “El ChangoNieto y Carlos “Caloi” Loiseau, creador del personaje Clemente, quienes hoy cuentan con monumentos en su honor.

En 2025, al cumplir 97 años, Campamento Vespucio no solo honró a sus fundadores y ex ypefianos. También reafirmó su identidad cultural y patrimonial, manteniendo viva la memoria de sus orígenes y proyectándose hacia el futuro. En ese camino de recordar la historia del lugar, vale destacar el trabajo de la escuela Sargento Juan Bautista Cabral y de muchos escritores e historiadores locales.

Lo que empezó como un campamento provisorio en medio de la selva es hoy un pueblo que atesora su pasado, valora su presente y sueña con su porvenir.

Caminar por sus calles es recorrer un museo a cielo abierto donde se mezclan nostalgia y orgullo. Cada edificio, cada sendero y cada nombre cuentan la historia de cómo el petróleo no solo transformó el paisaje del norte salteño, sino que dio forma a una comunidad. Y en cada 12 de septiembre, los vespuceños celebran algo más que un aniversario, celebran la persistencia de una identidad construida entre torres petroleras, selvas y sueños compartidos.

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