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Un punto marcado dentro de la región de Magallanes y de la Antártica Chilena, genera curiosidad entre quienes recorren el mapa en busca de rincones ocultos del planeta.
La ubicación (en 55°32′37.5″ S y 69°15′57.8″ W, ) corresponde a un sector agreste y deshabitado de los canales australes, donde la geografía se entremezcla con el viento, el mar y la soledad característica del confín austral.
En las imágenes satelitales aparecen sombras y relieves que semejan rostros humanos y siluetas de animales, un fenómeno conocido como pareidolia, cuando la mente interpreta formas reconocibles en patrones naturales. Los contornos de la roca y la vegetación parecen dibujar expresiones talladas en la piedra, lo que alimenta el misterio del lugar.
Este territorio marino, cercano al paso Drake y al archipiélago de Cabo de Hornos, forma parte de un corredor ecológico vital para la biodiversidad. En la zona se creó el Parque Marino Islas Diego Ramírez – Paso Drake, que protege aves marinas como albatros y petreles, además de mamíferos como lobos marinos y ballenas.
Aunque no existen asentamientos humanos ni construcciones visibles, la ausencia de huellas de civilización potencia el enigma. En redes sociales, algunos interpretan estas formaciones como señales ocultas en la naturaleza, mientras que otros destacan la simple fascinación que despierta un rincón tan remoto del mapa.
En el extremo sur de Chile, los rostros en la roca recuerdan que el territorio no solo guarda un valor ambiental y científico, sino también una fuerte carga simbólica y cultural. En este punto donde termina Sudamérica y comienza la Antártida, la naturaleza sigue dictando sus propias formas y enigmas.