El salón de la casa comunal se transformó ayer en algo más que un lugar de actos oficiales. Allí, en medio de aplausos y abrazos, se descubrió un retrato de Alberto “Chueco” Berruezo en la Galería de los Intendentes. Pero la ceremonia no tuvo nada de fría ni de protocolar. Fue un encuentro íntimo, cargado de recuerdos, en el que la política cedió espacio a las anécdotas y a las historias cotidianas.
“Era un tipo que te escuchaba y te daba un consejo sincero”, dijo uno de los presentes mientras señalaba la imagen del exintendente, ahora colgada junto a otros jefes comunales. Y es que Berruezo, dos veces intendente tras el regreso de la democracia, dejó una marca indeleble no solo en la administración pública, sino también en la vida de su pueblo.
Amante de las charlas de café, el “Chueco” -fallecido a fines de mayo de este año- era una especie de consultor informal de los vecinos. Lo mismo podía opinar sobre la obra pública que sobre el club del barrio, de cómo criar gallinas o cultivar tabaco. Su estilo conciliador y su trato amable le valieron amistades que trascendieron las fronteras de la política.
No solo fue dirigente. También fue productor tabacalero y, durante décadas, técnico de campo de Massalín Particulares, un trabajo que le permitió recorrer cada rincón del Valle de Lerma y conocer de primera mano las preocupaciones del sector agrario. Esa doble pertenencia -la del funcionario y la del hombre de campo- lo convirtió en un puente entre dos mundos que pocas veces dialogan.
En el homenaje estuvieron presentes el intendente Enrique Borelli, los concejales Juan Martínez, Celeste Corimayo y Ramiro Vallejos Martorell, entre otros funcionarios, además de decenas de vecinos que compartieron su paso por la gestión. Cada uno aportó su recuerdo, desde el funcionario que aprendió a negociar con serenidad hasta el productor que siempre tenía la puerta abierta para recibir a un vecino.
Ayer, al descubrir su retrato, el “Chueco” volvió por un rato a su casa. Y lo hizo como vivió, rodeado de cariño, con un café imaginario en la mano y con esa sonrisa conciliadora que todavía muchos echan de menos.