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Así fue la llegada a Ezeiza de los argentinos deportados por el gobierno de Donald Trump

La madrugada en el aeropuerto estuvo marcada por la confusión, el traslado inesperado al FBO y los reencuentros en el primer operativo.
Jueves, 11 de septiembre de 2025 08:58
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El vuelo aterrizó en Ezeiza a las 3.19 de la madrugada. Afuera, la noche estaba silenciosa pero dentro del aeropuerto había movimiento: varias personas aguardaban en la zona de arribos internacionales, tal como les había indicado la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA), la llegada de sus familiares luego de conocerse la noticia de que habían sido deportados desde Estados Unidos por el gobierno de Donald Trump.

La ansiedad fue creciendo. El tiempo pasaba pero nadie aparecía. Recién a las 4.20 comenzó a correrse la voz de que los primeros deportados estaban por salir. Entonces los que esperaban se acomodaron frente al sector de arribos, buscando entre cada movimiento una señal. De pronto uno de ellos recibió un aviso en su celular y gritó: “¡No están acá, están en el FBO!”, la terminal privada del aeropuerto. Hubo corridas, abrazos de contención y lágrimas. Los autos salieron apurados rumbo a ese lugar. La confusión era total: nadie les había avisado oficialmente que el operativo se había trasladado. La incertidumbre fue la antesala de un momento cargado de emociones.

Al llegar, se encontraron con otros que ya estaban allí, apostados detrás de una reja metálica, quienes gritaban los nombres de sus seres queridos: “¡Luciana!”, “¡Marcos!”, “¡Mario!”. Cada vez que la reja se abría, la escena se repetía. Un deportado salía con paso cansado, vestido con buzo y pantalones gris claro, con una bolsa blanca en la mano que contenía las pertenencias que había dejado en el centro de detención. Del otro lado lo esperaban los gritos, los brazos extendidos, el llanto y la emoción del reencuentro.

No todos tenían familia que los recibiera. Una camioneta oficial esperaba a un costado para trasladar a quienes estaban solos. En otros casos, los parientes pedían explícitamente que no hubiera cámaras ni notas. “Solo queremos abrazarlo”, rogaba una madre con la voz quebrada. Uno de los deportados se detuvo unos segundos para hablar: “Estoy bien, nos trató muy bien la embajada”, dijoantes de seguir caminando.

Otra de las argentinas deportadas fue Luciana Lorena Lopresti. Según contó su madre, estuvo tres meses detenida en Estados Unidos tras ser acusada de agresión. La familia expresó su malestar porque, aseguran, contaba con todo lo que la acreditaba como ciudadana estadounidense pero igualmente quedó bajo custodia.

Entre los otros casos que se sumaron en este operativo aparecieron detenciones por vencimiento de visa, ingresos irregulares al país y antecedentes judiciales por distintas causas, como conflictos familiares o episodios de violencia.

“No somos criminales”

Marcos Ontivero también llegó al país como deportado esta madrugada y dijo sobre lo sucedido: “Es difícil, porque estás lejos de tu familia y es duro”. Tras ello agregó: “No somos criminales, quiero que lo sepan. No matamos, no violamos, solamente fuimos por el sueño americano”.

Ontivero contó que lo habían detenido en San Antonio, Texas, cuando estaba a punto de llegar a su destino: “Me faltaban diez minutos para llegar”. Pasó casi un mes bajo custodia hasta que lo embarcaron rumbo a Buenos Aires. Según dijo, lo trataron bien: “Me daban de comer, tenía contacto con mi familia por una tablet porque el celular lo perdí cuando iba corriendo en el monte para huir de la policía”.

Es un hombre joven. Tiene 25 años, en México viven su esposa y su hija —“lo que más amo y quiero en este mundo ahorita”— y deberá esperar cinco años para volver a intentar ingresar a Estados Unidos.

Su madre, en tanto, describió a este medio lo que vivió durante la espera. “Yo vine a ver si tenían información. Hace nueve años que no veía a mi hijo. Me enteré por el consulado que lo mandaban. Él estaba bien, yo lo veía por videollamada, tenía comunicación, pero no entendemos por qué lo deportaron acá si tiene ciudadanía en México. Yo quería que regresara con mi nieta a su casa”.

Entre la confusión y el dolor, recordó el desconcierto de la madrugada. “Nos dijeron que salían por arribos internacionales, después que no. Corrimos de un lado a otro. Esto es muy doloroso, porque no sabemos qué va a pasar con su futuro”, agregó.

“Una página negra en la historia”

El testimonio más extenso fue el de Maximiliano García, que habló con LA NACION apenas salió del FBO. García vivía en Estados Unidos desde 2001 y asegura que tenía permiso de trabajo hasta 2030 y una petición familiar en trámite a través de su hija, ciudadana de Estados Unidos. Sin embargo, lo detuvieron el 21 de agosto, cuando se presentó en una oficina de inmigración en Florida.

“Este gobierno actual, esta gestión de Trump, es como una página negra dentro de la historia de Estados Unidos. Para ellos nosotros somos criminales”, dijo y sumó sin mucho detalle que en 2015 había solicitado asilo, que fue rechazado, y que sin saberlo quedó una orden de deportación activa. “Jamás me notificaron. Yo trabajaba, tenía seguro social, tenía a mi familia. Con la administración anterior no pasaba: tener un hijo ciudadano pesaba más que un antecedente. Ahora es todo lo contrario, es un ensañamiento”, aseguró.

García estuvo tres semanas detenido en un centro de Miami. “Era un lugar alejado, suburbano. Nos identificaban con brazaletes: azul para quienes no representábamos riesgo, amarillo para casos de violencia doméstica y rojo para crímenes graves. Todos los argentinos que vinimos hoy éramos azules”, relató.

Su futuro en la Argentina es incierto. “Yo no sé cómo ser adulto en la Argentina porque me fui a los 22 años. Es una máquina del tiempo. Tengo que recalcular todo”, reconoció.

Un operativo hermético

La llegada de los deportados al país se desarrolló con fuerte hermetismo. El avión, un Boeing 767-300 de la empresa Omni Air International, partió desde Alexandria, Louisiana, bajo el número de vuelo OAE-3642. Hizo escalas en Bogotá y en Belo Horizonte antes de aterrizar en Buenos Aires. Según los planes de vuelo, debía llegar cerca de la medianoche, pero una demora lo postergó hasta las 3.19.

Tras descender, los argentinos fueron trasladados en un micro hasta el FBO, donde se hicieron los trámites migratorios. Allí recibieron sus pertenencias en bolsas blancas. “Mi bolsa se perdió, ahí estaba mi teléfono”, contó García.

Los que tenían familiares pudieron irse con ellos; los que no, fueron subidos a vehículos oficiales. “No nos dieron asistencia, ningún dinero, nada”, explicó uno de los deportados.

La madrugada del jueves dejó imágenes imborrables en Ezeiza. Cada apertura de la reja metálica en el FBO significaba un estallido de emoción: gritos de reconocimiento, abrazos. Un joven se puso a llorar al ver a su hermano después de varios años. Una madre repetía el nombre de su hija hasta quedarse sin voz. Otros elegían el silencio y la discreción, sin cámaras ni preguntas.

El operativo marcó la primera deportación masiva de argentinos bajo la actual gestión de Donald Trump. Lo que comenzó como un vuelo de Louisiana terminó en un amanecer de abrazos, bolsas blancas y familias que apenas alcanzaban a decir: “Lo importante es que están acá”.

Fuente: La Nación

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