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Robert salió del camarote del yate Splendor, con los pelos revueltos y todavía bastante mareado..., se le había pasado la mano con los martinis, vodka y todo tipo de bebidas blancas, la noche anterior. En la cama se encontró solo, su mujer no estaba, y no pudo recordar los últimos momentos de aquella jornada. Todo indicaba que ella debería estar en el camarote. Con su voz todavía dormida comenzó a llamar a Natalie una y otra vez, pero no recibió respuesta. Tomándose de las paredes de la lujosa embarcación, llegó hasta el dormitorio que ocupaba Christopher Walken, el actor, compañero de reparto de su mujer y amigo de la pareja. “¿Has visto a Natalie?”, le preguntó .Walken ni siquiera se despertó; al pie de su cama aún había restos del alcohol que había consumido descontroladamente.
Finalmente, Wagner llegó a cubierta y con cierto temor comenzó a mirar el mar... se le heló la sangre cuando alcanzó a ver unos pelos negros largos, flotando cerca de la carcaza del yate. Luego vio el camisón celeste y no tuvo dudas: era su mujer.
La noche anterior
Nunca estuvo claro lo que ocurrió esa noche; sin embargo, lo que trascendió fue que Natalie Wood; su marido, Robert Wagner; y el actor Christopher Walken protagonizaron una acalorada discusión.
El tema en cuestión era el arte escénico y su compatibilidad con la vida personal. Walken sostenía que Natalie, quien no solo era una mujer hermosa y sensual sino una gran actriz nominada tres veces al Oscar, debía dedicarse por completo a la actuación, algo que en realidad venía haciendo desde los 4 años.
Wagner no estaba de acuerdo. Para él, su mujer debía ser fundamentalmente eso, su mujer, su amante y la madre de sus hijos... y no estaba dispuesto a que otro sujeto viniera a indicarle qué debía hacer con su vida personal. Wagner no logró acertarle el derechazo que le tiró porque su equilibrio no se lo permitió, pero sí alcanzó a tomar por el cuello una botella de la champaña más cara de la época y se la aventó por la cabeza, con tanta suerte para Walken que fue a dar contra la pared del yate.
Natalie gritaba, tratando de calmar a su marido. En realidad, en el debate poco importaba lo que ella pensaba, se había tornado una discusión de machos para ver “quién la tiene más larga”, como diría Joan Manuel Serrat.
Después de los típicos forcejeos de borrachos, Walken decidió retirarse como podía al cuarto de huéspedes, y Wagner hizo lo mismo. Natalie salió a cubierta con un trago en la mano, el milésimo de la noche, y decidió tranquilizarse allí, mirando el estrellado cielo.