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Cuando estalló el escándalo por el desvío de fondos de las Madres, Hebe de Bonafini se fastidió. En el primer acto público del que participó les dijo a los periodistas: “Hoy acá hay muchos que vorazmente esperan ver qué carajo va a decir Hebe y se van a tener que morder la cola: nuestros hijos dieron la vida y ya hay demasiada sangre vertida para perder el tiempo en pelotudeces”.
Ayer, sin embargo, dejó a un costado el lenguaje soberbio y soez que la caracteriza y se presentó ante el juez como una pobre víctima. Dijo que los que hasta hace unas semanas eran casi sus hijos son hoy una “asociación ilícita”, y hasta los acusó de que “se llevaron documentación en un camión blindado”, pero no dijo si movió un dedo para detenerlos.
Comparando ambas declaraciones, queda claro que antes quiso protegerlos y que ahora busca condenarlos, antes de que la condenada sea ella. Porque sigue pareciendo increíble que ella, pobrecita, no supiese nada.