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De esta forma, el conjunto asiático se adjudicó el certamen que enfrenta cada año al ganador de la Copa Sudamericana y con el campeón de la Liga japonesa.
Independiente le tuvo un respeto desproporcionado a su rival y cedió la iniciativa con la ilusión de golpear de contraataque. El 4-4-2 que armó Mohamed, sin el lesionado Patricio Rodríguez, mostró algunos desajustes defensivos y mucha carencia de elaboración en el arranque. Los japoneses avisaron primero con un remate de Yamada, luego de un pelotazo a espaldas de Julián Velázquez. Un inicio deslucido para los argentinos.
En lugar de convertirse en amo y señor del partido para dominar a un rival inferior, el Rojo se complicó de manera innecesaria y sufrió un golpe inesperado a los 10 minutos. Komano ejecutó un tiro libre desde la izquierda, Battión cabeceó de manera desafortunada y Navarro no pudo evitar el gol en contra. Lo que sí pudo evitar el correntino fue el segundo, luego de un par de tapadas a Gilsinho y Yamada.
El gran problema del elenco argentino radicó en la falta de creación ofensiva, ya que perdió rápido la pelota por buscar con centros frontales al colombiano Pérez (el más incisivo). Recién a partir de los 25 minutos apareció la actitud agresiva del Rojo. A los 28, el arquero Kawaguchi le ahogó el gol a Battión y a los 30 contuvo un tiro de Parra. Independiente aprovechó la falta de altura de los nipones e igualó a los 32 gracias a Tuzzio, que recibió la pelota tras un córner y un cabezazo de Maxi Velázquez.
Si bien equivocó el planteo inicial, Mohamed se reivindicó con autocrítica en el entretiempo y lanzó al Patito Rodríguez a la cancha en lugar de Battión. El mensaje ofensivo fue bien interpretado por sus dirigidos, que presionaron adelante en la reanudación y hallaron réditos. Parra se iluminó en el costado izquierdo del área, maniobró ante la pasividad de la defensa local y tocó suave ante la salida del arquero para poner el 2-1 a los 2 minutos.
El partido parecía despejado para Independiente, pero el cielo se pobló de nubles una vez más por culpa de otra falencia estratégica. Se resignó la pelota otra vez y el campeón japonés tomó las riendas. El castigo llegó a los 12 minutos: Arata conectó de volea un centro desde la derecha de Komano y celebró el 2-2. Luego, el duelo resignó emoción por la falta de explosión de ambos. Patito no entró en juego y el Rojo dependió de la pelota parada a favor para herir de verdad.
Con la velocidad y la prolijidad como herramientas humildes, Júbilo Iwata se acomodó un poco mejor y coquetearon con el tercer gol en dos oportunidades. Pero Navarro se calzó el traje de salvador para salvar a sus compañeros. Primero, tapó una bomba de Yamada desde afuera. Luego, le ganó un mano a mano a Kanazono. A los 33, usó sus dedos para desviar un tiro libre con aroma a golazo de Komano. Y a los 45, atajó un disparo filoso de Yanamoto. Los penales se hicieron inevitables.
En la definición, Júbilo Iwata se consagró gracias a la buena tarea de Kawaguchi, que le atajó los disparos a Pellerano y Báez. No alcanzaron los tantos de Núñez y Parra, ni tampoco el aporte de Nasu al desviar su disparo. Independiente quedó extenuado físicamente y herido en su espíritu en el inicio de un semestre plagado de compromisos exigentes. El desafío será recuperarse y aprender de los errores que le impidieron alimentar su tradicional mística copera.