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Un especialista en hacer mucho daño, con todo calculado

Miércoles, 14 de septiembre de 2011 11:47
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El 24 de marzo de este año, Sergio Schoklender fue el principal orador de la conmemoración del golpe de Estado y se ocupó de reivindicar la militancia revolucionaria de los años setenta.

Ese día, en el Mercado Central lo acompañaban Hebe de Bonafini, Debora Giorgi, Guillermo Moreno, Amado Boudou y Gabriel Mariotto. Por supuesto, cantaba Teresa Parodi.

La pregunta que cabe hacerse es: ¿No sabían quién era Sergio Schoklender?.

No viene al caso analizar las heterogéneas historias ideológicas de cada uno de esos funcionarios, pero lo que es seguro que ninguno de ellos había imaginado, a fines de mayo de 1981, que uno de esos jóvenes acusados de haber asesinado a sus padres iba a convertirse en referente político y, mucho menos, en referente de la memoria de los desaparecidos.

La mirada de hielo

Sergio Schoklender tiene una mirada de hielo, aunque sólo la muestra cuando quiere. Cualquier relato sobre su historia personal lo muestra como alguien con enorme capacidad de persuación, muchas ambiciones y ningún escrúpulo.

Su autobiografía, escrita a mediados de los noventa, describe una experiencia carcelaria donde abundan los relatos de facas y amenazas en medio de criminales.

Ahora está mostrando la misma mirada de hielo, y saca sus argumentos como cuenta que utilizaba facas y tumberas en Villa Devoto.

Entre otras cosas, cuenta con la frialdad de un matón que Moreno, Giorgi, Boudou y Hebe, además de haber compartido con él esa conmemoración, también estuvieron en la mesa donde se analizó como capitalizar con dinero del Estado a su empresa personal Meldorek.

Soluciones habitacionales

El “hijo adoptivo de Hebe” dice de todo. Entre otras cosas, que el gobierno nacional fracasó con todos sus planes de viviendas y adoptó la palabra mágica: “soluciones habitacionales”. “Hubo tres planes de viviendas durante el kirchnerismo. Del primero se ejecutó el setenta por ciento; del segundo, el 30 por ciento y del tercero sólo se hizo un cinco por ciento. ¿Qué pasó? . Sacaban fondos de los programas de villas y viviendas. De Vido primero sacó 200 millones para Aerolíneas y después para las netbooks. Al desfinanciar los planes de viviendas, retrasaban el pago de los certificados y todas las empresas constructoras del país paraban. Y encima sale la prohibición de indexar deudas si la inflación no supera el 10 por ciento. Pero para el INDEC, nunca supera ese porcentaje”. Esa descripción es compatible con la realidad perceptible. Se hablaba de más de 850 mil viviendas construidas en ocho años, aunque ahora se bajaron las pretensiones: son unas 320 mil viviendas y el resto, “soluciones habitacionales”: ampliaciones de casitas en asentamientos precarios.

Nadie se salva

Sergio Schoklender presentó un escrito ante el juzgado federal de Norberto Oyarbide donde señala que Hebe de Bonafini tendría cuentas a su nombre en la Caja de Asturias, en España, y que existirían comprobantes bancarios por unos 2 millones de euros. Las cuentas también estarían a nombre de Mercedes Meroño, vicepresidente de la organización. El escrito dice que existirían otras cuentas en un banco de las Islas Canarias, en Italia y en Francia.

Hebe reconoce la existencia de la cuenta de Asturias hasta 2006 y dice que allí se depositaron aportes de adherentes europeos a la Fundación. El ex apoderado no es ingenuo: desde 1999, cuando Hebe expresó su adhesión a la ETA, y desde 2001, cuando celebró el atentado contra las Torres Gemelas, los aportes europeos se cortaron. Es decir, la verborrágica dirigente deberá explicar el origen de ese dinero.

Nadie le hizo tanto daño a Hebe como su ex protegido, ni siquiera la ultraderecha.

Crisis de valores

Que alguien gane fama como parricida, la sostenga como defensor de los derechos humanos, pronuncie discursos militantes delante de dos ministros (Boudou y Giorgi) y dos funcionarios ideológicamente sustanciales (Moreno y Mariotto), y termine convertido en emblema de la corrupción, arrastrando al barro a una organización humanitaria parece posible solamente en una novela.

Esa es la parábola de Schoklender.

Hace pocos días, el ministro del Interior Florencio Randazzo cuestionó a Tato Bores por no haber luchado contra la dictadura. Da la impresión de que algunos funcionarios creen que lo de la censura, la represión ilegal y el genocidio son relatos ensamblables a gusto. Tato Bores fue un humorista, no un combatiente. Y estuvo censurado durante cinco años.

Es incongruente. Hoy se pretende medir la conducta de Graciela Alfano, Gerardo Sofovich o Mirtha Legrand en aquellos años y, al mismo tiempo, se convalida la presencia de un personaje como Schoklender en la mesa privilegiada del poder y se la ampara con el aura de los derechos humanos..

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