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El Milagro salteño hace “arremangarse las mangas” a una comunidad que desparrama solidaridad y deja los pies llagados a otros miles. Ayer, por todos los accesos a la capital salteña bajaron los peregrinos tras un recorrido de hasta diez días, como los de Nazareno. La ansiedad también se percibía entre los vecinos, empresarios, profesionales y miembros de clubes y asociaciones que los esperaban con un banquete y con las manos listas para lavarles los pies.
El lunes cinco de septiembre, un día antes del inicio de la Novena, cientos de personas de Nazareno emprendieron la peregrinación. El relato conmueve: ríos caudalosos que llegaban hasta la cintura, algunas caídas, viento arenoso, barrancos peligrosos, espinas, noches con pocas linternas, calor y frío. De tanto en tanto, una animación a cargo de jóvenes guitarreros.
En Vaqueros, Marcos “Cacho” Molina y su familia ya estaban con las puertas abiertas de su hogar y las “mesas servidas”. Hace 14 años que reciben a peregrinos de Nazareno y Santa Victoria. Cacho es peluquero y agradeció a sus clientes y a los empresarios que colaboraron.
Apenas arribaron los peregrinos, en el patio, un equipo de profesionales del Hospital Oñativia y otros ayudantes empezaron a fregar y curar los pies. “Llegan llagados e hinchados. Hicimos una campaña para juntar medias y zapatillas”, explicó Mónica Campero, gerente sanitaria del nosocomio.
“Estoy admirado. Me recuerda al Jueves Santo, cuando uno como sacerdote lava los pies”, agregó el religioso Pablo Pagano.
Al mediodía, el Jockey Club se colmó de miles de fieles provenientes de San Antonio de los Cobres, Tolar Grande entre otros poblados de las alturas. Allí, almorzaron y sanaron sus pies. Podólogos, “boy scouts” y familias enteras asistieron a los visitantes. Los ex combatientes de Malvinas también mostraron un gesto de solidaridad y acompañaron a la columna de peregrinos.
El martes, Fernando Puca cumplió 15 años. La anécdota le queda para siempre: lo celebró con un acto de fe.
El boliche La Roka se convirtió durante unas horas en un comedor comunitario. Cerca de 700 personas de Coronel Moldes disfrutaron de un asado. “Tengo 50 años y por suerte pude ofrecer esto para la gente que viene con tanta fe. Con el tiempo, somos más los empresarios que nos sumamos”, dijo José Molina.