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23 de Julio,  Salta, Centro, Argentina
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Una historia de amor y sangre, y una condena sin cadáver

Sabado, 17 de noviembre de 2012 20:59
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Investigación. En la resolución no hay autopsia ni arma ni ADN, solo una reconstrucción y testigos fundamentales.

A pesar de no haberse encontrado el cadáver del “Gaucho” Miguel Alfredo Vera (47) ni el arma con el que lo asesinaron, un revólver calibre 38, su hermano Elidio Ariel Vera, fue condenado a 12 años de prisión este viernes 16 de noviembre, constituyéndose en un caso inédito en la Justicia cordobesa.

La historia de amor

Once años debieron transcurrir hasta que Eugenia Victoria Cervantes Rey consiguió justicia para el hombre que amó con locura hasta el día de su muerte. A pesar de los serios problemas económicos por cuestiones de herencia no resueltas y de salud -contrajo cáncer-, nunca bajó los brazos y todas las semanas se presentó en la Fiscalía de Instrucción de Deán Funes (localidad de Córdoba), a cargo de Eduardo Gómez, para preguntar cómo seguía la causa y aportar todos los elementos que iba encontrando. Miguel Alfredo el “Gaucho” Vera estaba enfrentado con su hermano, un año menor que él, por cuestiones patrimoniales. El Gaucho se había distanciado hacía tiempo de su padre y vivía en su propio campo, en donde se dedicaba a las cuestiones rurales. Eugenia Victoria Cervantes Rey vivía en Buenos Aires, pero de niña solía ir a pasar los veranos en la casa de su abuelo, ubicada en Cerro Negro, muy cerca de la localidad de Deán Funes, a unos 120 kilómetros de Córdoba. Allí habían varias casas construidas por los anarquistas españoles, a fines de la década del 30 del siglo pasado, que escaparon de la dictadura de Franco. Algunas todavía se conservan. En Buenos Aires, ella se casó y tuvo hijos, pero luego de un tiempo regresó sola a Cerro Negro y se enamoró del Gaucho Vera, quien sería su amor hasta el día en el que desapareció, el Domingo de Ramos 8 de abril de 2001. Eugenia había viajado a Buenos Aires y regresó a su casa el 13 de abril. Le sorprendió la ausencia de su hombre, pero decidió esperar un día más y luego, ante la falta de noticias, realizó la denuncia que disparó la investigación.

“En un primer momento manejamos seis líneas de investigación que con el tiempo se fueron cayendo una a una, quedando firme solo la que tenía como principal sospechoso al hermano de la víctima”, cuenta el fiscal Eduardo Gómez.

El detonante

Los hermanos Vera eran enemigos acérrimos. Las discusiones eran legales, a golpes de puño y de palabra. Todo era motivo de disputa, pero últimamente había una fuerte discusión por herencia. Hacía un par de meses que había muerto el padre de los hermanos y entre la hermana, la madre y Elidio decidieron que este último se hiciera cargo de la administración de los campos y dejar todo como estaba. Pero el Gaucho no estaba de acuerdo y reclamaba el juicio de sucesión y la parte que le correspondía. Ese Domingo de Ramos estaban en la casa paterna la madre y la hermana del Gaucho, Elidio y un amigo de la familia, Roberto “Robert” Pérez, quien contó, dos años después del asesinato, que se escuchó el ladrido de los perros, por lo que Elidio sospechó que era su hermano, entonces se calzó un revólver calibre 38 en la cintura y salió a recibirlo. A los pocos minutos se escucharon dos disparos. Elidio regresó al rato y le dijo a Pérez: “Lo hice cagar. No te hagás problema, se van a cagar para hallarlo. Y vos callate la "jeta' si no vas a cagar vos también”, y le mostró un talero roto con el que le habría pegado en la cabeza al Gaucho y el arma con la que le disparó. “Vení que te lo muestro y te podés llevar la montura”. Pérez no quiso saber nada y se fue. Según sus palabras, siempre le tuvo miedo, por eso se atrevió a declarar cuando el asesino estaba detenido por una causa de cuatrerismo.

La demora

La investigación duró 11 años, porque solo cuenta con testimonios y pruebas irrevocables en contra de Elidio, entre ellas la riñonera que llevaba el Gaucho el día de su muerte, encontrada en 2009 debajo de la cama del asesino, entreverada con otras cosas. El 14 de noviembre, en el juicio, Elidio declaró que él lo había asesinado pero decidió no decir donde ocultó el cadáver.

 Un gaucho mítico

La vida del Gaucho Vera se transformó en una leyenda. Siempre andaba ataviado a lo Che Guevara, dicen los vecinos del lugar. Según se corrió la voz, había formado parte del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) y después había buscado refugio en Cerro Negro. Le habían hecho fama de bravo, matrero, peleador, cazador implacable y cuatrero.
 

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