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Carmona: seductor, violador y asesino; el amo del terror total

Domingo, 25 de noviembre de 2012 10:44
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Atento y peligroso. Se detuvo en la ruta para ofrecer ayuda, pero no pudo con su genio y todo terminó trágicamente.

José Roberto Carmona discutió con otro recluso en el penal de San Martín, Córdoba y le arrojó caramelo hirviendo en la cara... ¿el motivo? no le quería prestar su mujer para tener sexo. No era la primera vez que sucedía, acosaba de manera permanente a los internos para que le “facilitaran sus novias o esposas”. Sus compañeros de prisión lo consideraban un hombre peligroso. En una oportunidad apuñaló a Martín Castro, otro reo, pero no logró matarlo; a la noche le tiró aceite hirviendo en el rostro mientras dormía, no murió, pero Castro pasó a ser llamado Freddy Kruger.

Para probar su peligrosidad, en 1994 mató a Héctor Vicente Bolea, un preso con ascendencia en el resto de los reos. Por eso, lo quisieron linchar. Después de esto se decidió su traslado a la Prisión Regional de Chaco. Donde a poco de llegar hirió de muerte a un recluso con un puñal hechizo y otro se salvó milagrosamente... pero ¿por qué estaba en la cárcel?

El dulce perfume de Gabriela

Gabriela Ceppi una adolescente de 16 años, de ojos azules y pelo castaño ensortijado, bonita, simpática y caprichosa como la mayoría de las chicas de su edad, quería salir a bailar a Villa Carlos Paz, a no más de 30 kilómetros de la ciudad de Córdoba. Era el lugar preferido de la juventud en esa época y ahora también. Corría la noche del 13 de enero de 1986 y los argentinos disfrutaban de la incipiente democracia. Sus amigos habían decidido cancelar la salida, pero ella insistió de tal modo, que finalmente Guillermo Elena y Alejandro del Campillo, decidieron darle con el gusto y se fueron en el Fiat 600 de Guillermo.

Estuvieron en el boliche Chez Amis y se divirtieron a lo grande. Alrededor de las 4, emprendieron el retorno, pero a la altura del Polígono de Tiro, sobre la ruta 20, que comunica Córdoba con Carlos Paz, se pinchó la rueda trasera del auto. No había más alternativa que bajarse y cambiarla. Los tres descendieron. La noche estaba fresca por lo que Gabriela caminaba de un lado a otro tratando de entrar en calor, mientras sus amigos intentaban cambiar la cubierta.

Inesperada ayuda

En la ruta había mucho movimiento a esa hora porque los boliches bailables de la zona ya habían cerrado, pero nadie se detuvo a ofrecerles ayuda. Hasta que observaron que un Ford Taunus se detuvo a unos 600 metros delante de ellos y comenzó a retroceder, hasta quedar a una corta distancia. El conductor, José Carmona, de 23 años, delgado, de hombros anchos y aspecto agradable, se acercó para ofrecerles ayuda. “Tengo un taco y una llave en el baúl del auto, se los presto”, dijo y se dirigió hasta el Ford. Les entregó la llave cruz y se quedó mirando a Gabriela que castañeaba sus dientes de frío. Se acercó y le puso su campera de jean sobre los hombros y se quedó callado. De pronto, cuando ya estaban terminando de cambiar el neumático los miró y les ordenó “­denme todo lo que tienen!”. Los chicos no entendían qué les estaba pasando.

 Secuestro, violación y muerte

Los adolescentes introdujeron sus manos en los bolsillos tratando de encontrar algo, pero sólo tenían una monedas y un reloj barato que el asaltante no quiso tomar, aunque sí les arrancó de las manos la llave del Fiat. En el momento en que creyeron que la pesadilla había pasado, Carmona miró a Gabriela y le dijo: “Vos venís conmigo”, fueron inútiles las súplicas de sus amigos, la empujó dentro del auto, mientras les decía que se quedasen tranquilos: “Yo no soy ningún violador”. Subió al auto y desapareció en la oscuridad. Luego de recorrer un par de kilómetros sobre la ruta decidió ingresar a la avenida circunvalación, oscura y con muy poco movimiento por ese entonces. Gabriela que estaba aterrada decidió preguntar ¿a dónde me llevás?... “calláte, acá el que habla soy yo”, después ingresó a un camino de tierra y la violó. Según sus palabras, se le ocurrió en ese momento y la sometió violentamente dentro del auto. Luego continuó viaje pensando en qué hacer con Gabriela. Condujo un rato más sin destino fijo y volvió a apartarse de la ruta. Ya estaba en campos de la localidad de Toledo, a unos 20 km de Córdoba. Volvió a violar a Gabriela en medio del ataque de nervios de la joven, luego la bajó del auto, la hizo arrodillar en la tierra y la ejecutó.

Sexo incomprensible

Después de la denuncia de los amigos de Gabriela, comenzó la búsqueda desesperada de la chica. Todavía había esperanzas de encontrarla con vida, pero a medida que pasaban los días reinaba el pesimismo. Carmona, después de asesinar a la joven, continuó su raid delictivo, que en definitiva fue lo que permitió reconocerlo y ubicarlo. Un gran tatuaje en su brazo que rezaba Rocky, fue el delator.

Carmona cayó preso en la localidad de General Pacheco en Buenos Aires. La policía de Córdoba se comunicó con la bonaerense y al otro día (febrero de 1986), una comisión encabezada por el oficial Carlos Campos, lo regresaba a la capital mediterránea. En el camino “confesó voluntariamente” el crimen, pero no quería decir dónde había enterrado el cadáver de la víctima. La Policía “pesada” de la época, no tardó mucho en conseguir que les mostrara el lugar en el que había dado muerte y abandonado el cuerpo de la jovencita. Fue juzgado y condenado a reclusión perpetua, en 1988.

Sexo en la cárcel

Carmona tenía buen aspecto y por algún motivo demencial, después que se dio difusión de la violación a la que sometió a la adolescente, se dispararon situaciones inimaginables: estudiantes universitarias lo visitaban en la cárcel para mantener relaciones sexuales. “Es inexplicable los que pasa por la cabeza de estas chicas, son casos para psiquiatras”, dijo un juez federal de entonces.

 

 

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