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Semblanza del canónigo presbítero Ramón Alberto Avellaneda

Viernes, 30 de marzo de 2012 00:34
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Nació en Río Cuarto Provincia de Córdoba, el día 1 de enero de 1926 mientras su familia se encontraba circunstancialmente allí por razones laborales de su padre.
 

Si hay vidas fecundas, la del Rvdo. Padre Ramón Avellaneda sin duda es una de ellas. En sus ochenta y seis años de vida de los cuales sesenta años ejerció el sacerdocio supo darse de una forma muy particular a los demás, desde de su modo de ser humilde, silencioso, tímido, pero profundo, generoso, reflexivo.
 

Su principal vocación fue la de llevar las almas a Dios. Era fundamentalmente un sacerdote cabal, desde el detalle de su impecable apariencia física hasta su ejemplo de hombre de oración, de fidelidad a la Iglesia, de respeto y sumisión a la Jerarquía, de seriedad y piedad en sus celebraciones.
 

En 1951 se ordenó sacerdote después de haber seguido sus estudios en el Seminario Menor de Salta y luego de Teología y Filosofía en los Seminarios de Capital Federal y La Plata. Comenzó su Ministerio en la que había sido la Parroquia de su niñez: San Juan Bautista de la Merced.
 

En 1960 fue nombrado párroco de Nuestra Señora de Fátima que en ese momento no tenía un templo y se celebraba bajo un tinglado. Con el apoyo de la comunidad parroquial, de amigos y con su propio peculio llegó a construir el tan ansiado templo. Valga como anécdota mencionar que en 1971, teniendo un viaje ya preparado para Londres, lo suspendió volcando todos sus ahorros para la construcción del templo, ya que estaba a punto de paralizarse la obra. Un gesto muy del padre Avellaneda. Dios permitió que años más tarde pueda realizar este
viaje.
 

Como sacerdote también estuvo al servicio de los enfermos siendo capellán del Hospital del Milagro en la Sección de Infecciosos por muchos años.
 

En 1979 es trasladado nuevamente a la Parroquia Nuestra Señora de la Merced a la que remozó física y espiritualmente junto al padre Alberto Abraham ya que habían transcurrido años sin un párroco fijo. Llevó a cabo obras de conservación y restauración del templo y reorganizó las instituciones laicales que habían desaparecido.
 

Se pueden distinguir en él, además de su sacerdocio varias facetas dignas de mencionar no sólo porque sería un justo homenaje a su persona, sino porque es un gran ejemplo para sacerdotes y laicos. Efectivamente, en el Padre Avellaneda encontramos también a un gran músico, a un educador, a un hombre culto, al amigo, al patriota.

El músico   

En el año 1937, a los once años ingresó en el Seminario Menor de Salta, iniciando allí sus primeros estudios de música los que no abandonó nunca. Llegó a ser concertista de piano y de órgano.
 

A partir de los años 60 y durante cuatro décadas dio innumerables conciertos de piano y órgano en la Iglesia de San Francisco y de La Merced en nuestra ciudad, en varias ciudades argentinas y en el exterior. También dio
conciertos de piano por radio junto al maestro César Casas al violín.
 

En 1979 fue invitado a España por el Ministerio de Cultura y Educación de Cáceres, Guadalupe y Salamanca para dar conciertos de órgano. También formó coros en las parroquias de Fátima y la Merced que
alcanzaron notoriedad en nuestro medio; dieron conciertos y participaron en las principales ceremonias de la Festividad del Milagro en varias ocasiones.
 

Últimamente formó el coro de las Hermanas Carmelitas. A partir del año 1980 emprendió la restauración total del valiosísimo órgano de la Parroquia de Nuestra Señora de la Merced, cosa que con su gran amor por la música, la colaboración de la comunidad parroquial, de amigos y aportes personales, pudo llevar a cabo lo que demandó un gran esfuerzo económico, reinaugurándolo en 1981 con un concierto que él mismo dio.
 

Desde su llegada a la Parroquia de la Merced, la iglesia fue escenario de numerosos conciertos de coro, de orquestas, cameratas, etc., siendo pionero en abrir el templo a la buena música, pues estaba convencido de que la música es un gran medio para elevar las almas a Dios a la vez que contribuía a la cultura del pueblo, cosa que siempre le preocupó.

Educador, hombre culto, patriota, gran humanista y amigo 

Ejerció la docencia durante casi toda su vida. Enseñó Teología en la Universidad Católica de Salta, en el Instituto de Catequesis de Salta; fue profesor de Latín y luego Rector en el Bachillerato Humanista Moderno y durante 25 años fue Representante Legal y Asesor Espiritual de la Escuela Parroquial Nuestra Señora de la Merced en la que impulsó la creación de su secundario con la modalidad de Bachillerato Humanista, convencido de la
excelencia del estudio de las Lenguas Clásicas para la formación de los jóvenes.
 

Incentivó siempre la lectura ya que fue un gran lector; prueba de ello es la frondosa biblioteca que poseía. La Biblioteca del Bachillerato Humanista de la Merced fue beneficiada con numerosos volúmenes comprados especialmente por él, para alumnos y docentes y guió la ampliación de la biblioteca existente.
 

Su principal preocupación como docente fue la de transmitir los valores evangélicos a los educadores, a sus alumnos y sus familias. De la misma manera infundía su gran patriotismo. Era muy notable la unción con que celebraba las fechas patrias y su pasión por la gesta de Malvinas.
 

Supo también cultivar la amistad siendo un sincero e incondicional amigo de sus amigos.
 

Sin duda su memoria perdurará en el recuerdo de quienes lo conocieron. Ojalá trasmitan a las nuevas generaciones el ejemplo de este hombre que supo impregnar de Dios la cultura y la vida.

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