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Aún recuerdo una frase de un sermón del padre Oscar Correa: “Dios está en todas partes y siempre nos da una señal”. Tal vez será por eso que me hice observador de mi entorno, buscando a Dios en cada cosa. Y sí, es verdad, es tan maravilloso lo que nos rodea que solo la mano del Supremo pudo ser capaz de realizarlo.
Definitivamente, Dios está en todas partes.
Hoy, que pasé los 50, sigo pensando exactamente igual. Solo que descubrí que aquellas palabras del sermón del padre Correa, referidas a Dios, pueden ser fácilmente aplicadas a un elemento que, como Dios, parece estar también en todas partes: en la mesa donde comemos, en la cama, en el escritorio, en el auto, en la casa, en el teatro, en la cancha, en el café, en el colectivo, en la calle, en todos lados.
Pero a diferencia de Dios, este lo hace de una manera diferente, vibrando, chillando, irrumpiendo de mil maneras para atraer la atención. Interrumpe diálogos, conferencias, clases, espectáculos, desayunos, paseos, todo. Y así, de tanto encontrarlo en todas partes, nos fuimos convirtiendo, de a poco, en sus esclavos.
Empecemos entonces a quitarle un poquito de protagonismo al celular, convirtiéndolo de nuevo en la herramienta que nunca debió dejar de ser.
Manuel Cabral
Rosario de la Frontera