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1 de Julio,  Salta, Centro, Argentina
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Revelan la vida de una víctima de la dictadura

Martes, 24 de julio de 2012 23:05
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La de ayer fue otra jornada cargada de emoción en el juicio por la megacausa de la Unsa, en la que el Tribunal Oral Federal de Salta escuchó nuevos testimonios relacionados con el secuestro y asesinato del profesor Luis Eduardo Rizo Patrón. El cuerpo del profesional apareció acribillado junto al monumento al general San Martín, en la plaza central de la ciudad de Metán, el 13 de julio de 1976.

Gabriela Rizo Patrón, hija del docente y exlegislador provincial, hizo un relato pormenorizado de la azarosa vida de un hombre que al inicio de los años "70 sufrió una sistemática persecución. Era un activo militante del Frente Revolucionario de los Trabajadores y compañero de lucha, en su juventud, de Mario Roberto Santiago, de quien fue compañero en la Escuela Nacional de Comercio de Santiago del Estero.

La mujer indicó que su padre pertenecía a esa estirpe de hombres comprometidos con las causas populares y que eso quedó marcado como una impronta en Metán, donde se había afincado en la década del '60 junto a su esposa María Sofía Miguel, también docente.

Según la testigo, las persecuciones se multiplicaron a partir de la intervención de la Provincia, en noviembre de 1974. Para salvaguardar su vida y la de su familia, Rizo Patrón decidió pasar a la clandestinidad. María Sofía y los tres hijos del matrimonio retornaron a Santiago. En ese estado se las ingeniaba para visitar y alcanzar algún sustento a la familia hasta junio de 1976 cuando un grupo de tarea secuestró a su hijo adolescente, Luis Eduardo, en el pueblo de Pampa de los Guanacos, Chaco.

Para liberarlo sus captores pusieron como condición que el profesor debía entregarse. Y así lo hizo. Su padre -reveló la testigo- fue visto en la cárcel de Santiago del Estero por un hermano, Daniel Rizo Patrón, que por esos días había sido detenido junto a su esposa. También tomó conocimiento de su paso por el centro clandestino de detención conocido como La Escuelita, en el pueblo tucumano de Famaillá.

La fría mañana de aquel 13 de julio, los metanenses se despertaron espantados con la noticia de que el cuerpo del profesor de contabilidad, matemática, taquigrafía y mecanografía, había aparecido acribillado en el principal paseo público de la ciudad. Tenía más de 20 impactos de bala y signos evidentes de tortura. Gabriela sostuvo que el más afectado fue su hermano Luis Eduardo -hoy médico de profesión- ya que el aparato represivo lo utilizó como “carnada” para atrapar a su padre.

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