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La larga y penosa marcha de Belgrano

Sabado, 12 de enero de 2013 23:13
El tramo que los realistas habían hecho en solo 15 días (Tucumán - Río Pasaje), Belgrano lo hizo, a duras penas, en sesenta días.

La resolución de Manuel Belgrano de viajar de Tucumán a Salta, a mediados de diciembre de 1812, fue sumamente peligrosa. Al momento de partir, su peor enemigo no era el Ejército de Tristán, que ya ocupaba Salta, sino las lluvias y el paso de los ríos.

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El tramo que los realistas habían hecho en solo 15 días (Tucumán - Río Pasaje), Belgrano lo hizo, a duras penas, en sesenta días.

La resolución de Manuel Belgrano de viajar de Tucumán a Salta, a mediados de diciembre de 1812, fue sumamente peligrosa. Al momento de partir, su peor enemigo no era el Ejército de Tristán, que ya ocupaba Salta, sino las lluvias y el paso de los ríos.

El jefe realista había dejado precipitadamente Tucumán 74 días antes (el 25 de septiembre), a poco de iniciada la primavera y cuando aún las lluvias no habían llegado al norte. Y quizá por eso, reventando hombres y bestias, hizo las 80 leguas que por entonces separaban a Tucumán de Salta en casi 20 días. Seguramente le preocupaba más la proximidad del estío que la tardía persecución ordenada por Belgrano, y mal ejecutada por Díaz Vélez.

Y tenía razón Tristán. Las lluvias estaban a la vuelta de los cerros y una pequeña tardanza podría haberle complicado sobremanera el retroceso a Salta.

Paso a paso

Pero si bien el ejército realista logró sortear las lluvias con lo justo, Belgrano se topó con todas. El lodazal le impidió, en el tramo Tucumán - Río Pasaje, marchar más de 3 kilómetros por jornada.

Y así, a un mes de su partida, aún no había logrado trasponer el río Tala (100 km), pues lo habían retenido en demasía los ríos Tapia, Vipos, Choromoros y Acequiones.

Luego de El Tala, Belgrano continuó su lenta y penosa marcha hasta que, a casi dos meses de andar, entre el 8 y 9 de febrero, arribó al río Pasaje, el más caudaloso de la región.

Tristán en Salta

Mientras tanto en Salta, Tristán (15.10.1813) había recibido refuerzos de Goyeneche que permanecía en Potosí. Aquí ya estaba el batallón Paucartambo y en Jujuy el Azángaro. Además, del virrey Abascal le habían llegado dos órdenes: acantonar en Salta y reforzar el Fuerte de Cobos para cortar el paso de los patriotas. Pero Tristán hizo oídos sordos. Convencido de que Belgrano no podría con el río Pasaje, abandonó esta región y Cobos.

Don Bernardo Frías dice: “Quería cumplir el plan primitivo acordado con la hermana del rey, doña Carlota de Borbón, de ahogar y rendir Buenos Aires con las fuerzas de los dos virreinatos más el auxilio del ejército portugués”.

Y así fue que el Ejército del Rey quedó en Salta a la espera que llegara el otoño para invadir Tucumán.

Según Frías “el recinto del cabildo, la plaza mayor, los conventos de La Merced y San Francisco y el hospital de San Bernardo, se transformaron en cuarteles de las tropas; mientras el general (Tristán) y sus oficiales se dieron por completo a interminables diversiones y al goce de los halagos que les ofrecía la sociedad de Salta y la estación misma del año (verano)...”.

“Con esto -continua Frías-, quedó la ciudad muy poblada y la sociedad muy completa con lo mejor de sus damas; y con el arribo del general (Tristán) y su ejército -que con las fiestas querían desvirtuar la derrota de Tucumán-, sucediéronse los bailes, los paseos, los banquetes y demás pasatiempos de grandes espectáculos. Hízose en la plaza (9 de Julio), un teatro para las comedias; donde se levantó, en honor de Tristán, un palco regiamente preparado, y al cual concurría con las principales damas del partido realista; como eran las Costas, en cuya casa se hospedaba”.

Juramento, ramilletes y baile

Pero los días de mayor regocijo y diversión de Tristán en Salta fueron el 30 y el 31 de enero de 1813. Mientras Belgrano marchaba luchando contra su enfermedad y el lodo, a Salta llegó una nueva orden del virrey Abascal. Pío Tristán, su ejército, autoridades y pueblo, debían jurar fidelidad a la Constitución de la Monarquía, recientemente promulgada en España. Con tal motivo, en la plaza mayor (9 de Julio) se levantó un gran tablado para cumplir con la ceremonia. Frente al Ayuntamiento, Tristán y las autoridades, estarían los más distinguidos realistas salteños y los soldados. Con ese escenario, el 30 de enero se leyó la nueva carta de España, y el 31, -día que en Buenos Aires se constituía la Asamblea del Año XIII-, se juró fidelidad en la Catedral. “A mitad de misa -cuenta Frías-, prestando primeramente el compromiso el deán Isasmendi, que oficiaba, y a quien Satanás no le llevaba en soberbia ni orgullo; y luego el gobernador; viniendo en seguida hacia él las demás autoridades..., y acompañadas estas ceremonias de repiques y de música militar, y haciendo su estruendo de salvas de artillería, y dando fin con reparto de ramillete de día, y con suntuoso baile por la noche”.

Faltaban veinte días para que Belgrano y Tristán se volvieran a encontrar en el campo de batalla. El primero, marchaba luchando a brazo partido contra su enfermedad y las inclemencias del tiempo, mientras el segundo, disfrutaba de las bondades del verano y de buenas y distinguidas amistades salteñas.

 

SACRIFICIO Y TEZON

A orillas del río Pasaje, hoy Juramento, Manuel Belgrano llegó agobiado con sus tropas, tras haber cruzado crecidos los ríos Rosario, Naranjo, Yatasto, Metán, Conchas, Las Tipas, Las Piedras y Blanco.

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