Más que un problema, se trata de una deuda social. Hay un valor que está desapareciendo en la sociedad, y que en otros tiempos, fue el encargado de darle identidad. La integración social, entendida como un proceso dinámico donde los miembros de una sociedad interactúan sin que las diferencias socioeconómicas actúen como obstáculos, pierde fuerza en Salta, y le cede lugar a la marginalidad, a la exclusión y a la discriminación.
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Más que un problema, se trata de una deuda social. Hay un valor que está desapareciendo en la sociedad, y que en otros tiempos, fue el encargado de darle identidad. La integración social, entendida como un proceso dinámico donde los miembros de una sociedad interactúan sin que las diferencias socioeconómicas actúen como obstáculos, pierde fuerza en Salta, y le cede lugar a la marginalidad, a la exclusión y a la discriminación.
Estas, hoy latentes en la provincia, remarcan la necesidad de reparar los lazos sociales y mejorar las oportunidades socioeconómicas de los ciudadanos, hoy acentuadas por marcadas diferencias.
Que Salta sea una de las jurisdicciones con mayor desempleo, con poca movilidad social ascendente, que la informalidad laboral sea un rasgo distintivo del mercado de trabajo, o que 1 de cada 4 salteños sea pobre, son variables que dificultan la integración social y profundizan la segmentación existente. Y esta problemática genera preocupación.
El acceso a la vivienda y el progreso socioeconómico eran metas alcanzables porque la movilidad social lo hacía posible. El Instituto de Estudios Laborales y Desarrollo Económico (Ielde), estimó que conforme los datos relevados sobre movilidad descendente, el 39% de los salteños no sólo no logran progresar económicamente con relación a su situación familiar de origen, sino que se ubican en un estrato de ingreso inferior al que pertenecían sus padres.
Más allá de las condiciones sociales y económicas adversas que caracterizan hoy a Salta, la indiferencia y la falta de respeto que coparon las conductas sociales, no pueden quedar exentas del análisis, ya que juegan un rol tan importante como la problemática económica misma. “Había más integración, más cohesión y en esto, la escuela tiene mucho que ver porque era un institución de integración. Predominaba lo público sobre lo privado”, expresó el doctor en Sociología, Alberto Noé.
La explicación más próxima a la desintegración social, se remonta a los fuertes cambios en la estructura social que provocó la aparición del individualismo, y la desaparición del Estado de Bienestar, allá por la década de los setenta. A partir de entonces, la primacía de lo público sobre lo privado, generó una transformación que afectó todos los ordenes, el económico, cultural y social. “Se produjo un cambio en el comportamiento de las clases sociales que derivó en sociedades fragmentadas porque se perdió la visión de conjunto y el yo pasa a ser el centro”, manifestó el sociólogo. Con los cambios descriptos, determinados sectores que antes gozaban de prestigio como los maestros, los bancarios o los empleados públicos, y que tenían acceso a bienes simbólicos (la vivienda, por ejemplo) perdieron relevancia y nacen nuevas profesiones alejadas del servicio a la sociedad. Haciendo hincapié en la fragilidad de los lazos sociales, (producto de las consecuencias económicas) la investigadora salteña Cristina Bianchetti, consideró que “se destruyó la familia y se restó autoridad a los padres, al docente, a la ley y en el fondo, dado que el fenómeno social es un respeto de pautas, se ha desintegrado la sociedad toda”. Apuntó que la falta de trabajo y de autoestima de la cabeza de la familia, junto con la desvalorización de los ancianos ha llevado a la formación de un grupo humano sin metas y esperanzas en el futuro. “Hoy la juventud no tiene proyectos, tiende al facilismo y a la obtención de sus escasas necesidades o metas por métodos no convencionales, impensables en nuestra época donde tuvimos una cultura del trabajo y una proyección de un yo social”.
Los medios y la segmentación
Los medios de comunicación jugaron un rol importante en cuanto al incentivo sobre el individualismo. Desde propagandas hasta mensajes donde el “yo” está por encima del “nosotros”.
El individuo se presenta como más grande que todo el grupo, y esta creencia fue destruyendo el pensamiento colectivo y la búsqueda del rumbo en común al que aspiran las sociedades.
La combinación entre el individualismo y los problemas económicos fueron perpetuando una lucha por sobrevivir en entornos competitivos en los que el “yo” se erige como lo más importante. A su vez, se formaron grupos integrados por individuos que solo comparten características similares, lo que impulsó la segmentación de la sociedad aún más todavía.
El rol fundamental de la familia (Por Cristina Bianchetti, investigadora)
“Una familia con un núcleo familiar bien constituido, respetuoso de su esquema de autoridades y roles genera un individuo respetuoso de las leyes y que va a valorar y respetar su rol en la sociedad, así como también va a hacer que lo valoren y respeten, evitando desempeñarse como un individuo sumiso.
Ante la falta de trabajo y la aparición de planes sociales durante la década de los noventa, se destruyó el núcleo familiar, donde los roles se tornaron difusos, los niños pasaron a merendar y almorzar en comedores escolares o comunitarios. Los padres pasaron a cumplir tareas retributivas que hubieran requerido mano de obra mejor remunerada y los jóvenes, adolescentes, adultos y ancianos dejaron de tener una alimentación adecuada, como así también una contención familiar, con lo que se desestructuró la familia. Esto generó que fragmentación social, continúe su marcha. Los docentes se volvieron víctimas de la situación, ampliando su rol de educadores a asistentes sociales y hoy sin autoridad, a ser un extremo donde se descarga la violencia social y familiar.
El Estado es un eje fundamental para la corrección de la situación actual ya que se corre el riesgo de que se convierta en un barco sin rumbo; pero debe ser un trabajo conjunto con la sociedad, debiendo comenzar a reorganizar la familia como centro fundamental de la sociedad.