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15 de Julio,  Salta, Centro, Argentina
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La desidia y el desinterés pudieron más que montoneros

Jueves, 24 de enero de 2013 22:32
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En agosto de 1969, el gobierno de facto del general Juan Carlos Onganía tomó la decisión de contratar en los astilleros de la Vickers Shipbuilding, en Barrow-in-Furness, Reino Unido, la construcción de dos fragatas misilísticas. La misión original de estas fragatas era la defensa antiaérea de la zona de operaciones del portaaviones 25 de Mayo.

Lo novedoso de esta adquisición fue que una de las naves sería íntegramente construida y terminada en el astillero inglés, mientras que la segunda llegaría a la Argentina totalmente desarmada. Aquí, en el astillero de Río Santiago, sería ensamblada y terminada.

El 19 de septiembre de 1977, es decir ocho años después del encargo, el astillero británico entregó a nuestro país la nave prometida. Pero ya no se trataba de una fragata, sino de un destructor que aquí fue bautizado “Hércules”, en homenaje a la nave insignia del almirante Guillermo Brown.

Mientras tanto, la otra nave, la que luego sería el destructor Santísima Trinidad, se encontraba en 1975 en plena construcción en los astilleros estatales de Río Santiago.

El 22 de septiembre de 1975 una célula de Montoneros ingresó a las instalaciones y colocó en el pilote del muelle donde amarraba el destructor una carga de explosivos (gelamón). La detonación causó el hundimiento parcial de la nave y daños importantes en su estructura.

Pese a todo, los obreros navales lograron reflotar el barco y terminar el trabajo el 29 de noviembre de 1980.

Luego la nave hizo una serie de navegaciones de pruebas en el litoral argentino, hasta que el 1 de abril de 1981 zarpó de Puerto Belgrano rumbo a Portsmouth, Inglaterra. Allá

se realizó la puesta a punto de sus sistemas, incluyendo el lanzamiento de misiles. El 28 de noviembre de ese año emprendió el regreso a la Argentina, arribando el 21 de diciembre de 1981. Por entonces, la junta militar que gobernaba el país ya tenía en carpeta la invasión de las Malvinas.

Guerra de Malvinas

Durante el conflicto bélico, el destructor Santísima Trinidad formó parte de las fuerzas invasoras. En la guerra sufrió una avería mecánica que lo inmovilizó parcialmente. Además, cuando la nave era sometida a altas exigencias, comenzaba a vibrar como consecuencia de los daños sufridos en su estructura por el atentado de 1975.

Pasada la guerra, el Santísima Trinidad fue sometido a reparaciones, lo que le permitieron continuar participando de ejercicios organizados por la Armada Argentina y otros países, hasta que en junio de 1989 hizo su último viaje.

En síntesis, y como dice la Armada Argentina, “el buque tuvo una corta pero intensa vida”, ya que operó solo ocho años. Luego, por el embargo británico como consecuencia de derrota en las Malvinas, el barco “comenzó a ser canibalizado para que su gemelo, el Hércules, continuase operando”. Así fue hasta que en el 2000 el Santísima Trinidad fue sacado de servicio.

Ahora que todos estamos enterados que el histórico destructor está semihundido en una dársena de Puerto Belgrano, la Armada dice que tenía intención de transformarlo en un buque museo.

Lo cierto es que la desidia y el desinterés del Gobierno nacional por preservar los bienes de la Nación pudieron mucho más que el atentado de montoneros de 1975. La nave está tan inservible como los talleres navales, la Fabrica Militar de Aviones de Córdoba, o los talleres ferroviarios de Tafí Viejo en Tucumán.

 

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