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29 de Junio,  Salta, Centro, Argentina
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“Confieso que he comido” 

Viernes, 11 de octubre de 2013 02:01
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¿Cómo es la relación entre los escritores y la cocina? Decía Jorge Luis Borges que no hay representación más profunda de la honestidad literaria que un libro de cocina.

Hubo quienes, desde la escritura, dedicaron su vida a investigar, disfrutar y divulgar la cocina, categorizando las costumbres, inventariando platos y estilos, elevando la cocina a disciplina y la gastronomía a un arte. Eso aseguraba el Cuchi Leguizamón, que aconsejaba enseñar cocina entre los altos estudios de las bellas artes. Sus pantagruelicas reuniones con León Felipe o Manuel Castilla sacudieron la cultura salteña de los 50. Un poco más atrás, la literatura femenina latinoamericana se inició en Salta con Juana Manuela Gorriti, primera novelista del continente y culpable de que a la empanada se le llame “salteña”. Uno de sus textos maravillosos es “La cocina ecléctica”, de 1890. Pero volviendo a los autores canónigos argentinos, Borges es cauto en su escritura respecto a la comida, pero no es sus recuerdos. En los años 20, con motivo de la segunda época de la Revista Proa, en compañía de Ricardo Güiraldes, se encontraba los viernes en El tropezón, para dar cuenta de un puchero magistral para dos personas, pero “donde podían comer tranquilamente seis”, recuerda. En los años 50 Borges fue regresando a los bares y restaurantes pero su dieta se había reducido con la edad. El escritor pedía “lo de siempre”: arroz con manteca y queso rallado, y agua sin gas.

Según Neruda, la palabra es sabor

Y un buen ejemplo del arte de cocinar y degustar palabras son las reflexiones de Neruda: “A las palabras las amo, las adhiero, las persigo, las muerdo, las derrito. Amo tanto las palabras que glotonamente se esperan, se acechan, hasta que de pronto caen. Vocablos amados. Brillan como piedras de colores, saltan como platinados peces, son espuma, hilo, metal, rocío. Persigo algunas palabras. Son tan hermosas que las quiero poner todas en mis poemas, las agarro al vuelo cuando van zumbando, y las atrapo, las limpio, las pelo, me preparo frente al plato, las siento cristalinas, vibrantes, ebúrneas, vegetales, aceitosas, como frutas, como algas, como ágatas, como aceitunas. Y entonces las revuelvo, las agito, me las bebo, me las zampo, las trituro, las emperejilo, las liberto” (De “Confieso que he vivido”).

 

 

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