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¡Cuantos enredos causan las palabras! Mediante el lenguaje los humanos traducimos lo real a lo simbólico, y de este modo, mediante abstracciones, podemos comunicarnos, construir ideas y pensamientos, evolucionar y desarrollarnos.
Pero también hay un peligro, pues muchas veces terminamos confundiendo el símbolo con lo simbolizado, y como en este proceso también ‘cargamos‘ a las palabras utilizadas de contenidos propios (dados por nuestro contexto, entorno, cultura, crianza, educación, etc.).
A veces un mismo símbolo, una misma palabra, puede según la persona que la reciba traer aparejados distintos contenidos, distintas representaciones y, especialmente, diversas emociones.
Para evitar malentendidos, siempre es bueno chequear qué significa para una y otra parte esa palabra, esa frase...cual es la intención real.
No sea cosa que, por interpretar de un modo diferente, terminemos en una telaraña de malentendidos que nos generen malestar, o nos lleven a una innecesaria violencia verbal o incluso física (ya se sabe que ambas duelen y dañan igual).
Seamos pacificadores en nuestros ambientes respirando hondo antes de responder, meditando acerca de lo que verdaderamente nos quisieron decir, pues en muchas ocasiones nos sorprenderá darnos cuenta que difiere de lo que nosotros entendimos.
Cultivar una mejor calidad de vida comienza por generar armonía en nuestro pequeño gran universo.
Encontrarnos, mas allá de las diferencias, en aquello que nos une y hermana, para disimular los defectos y acrecentar las virtudes.