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Mentiras piadosas

Martes, 05 de noviembre de 2013 01:24
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¿Cuántas veces habremos escuchado en nuestra vida la conjunción de estas dos palabras? En más de una ocasión, seguramente, habrá llegado a nuestros oídos, en diversas circunstancias, la siguiente frase: “Lo que dije es una "mentira piadosa'”. Se trata de una frase hecha, utilizada para justificar algún dicho -que normalmente no implica una falta grave,- no ajustado a la verdad.

Hoy quiero referirme a esos dichos que hemos escuchado, sobre todo, de personas de gran convicción religiosa, como sacerdotes o monjitas, pero también a laicos muy allegados a la iglesia, que las pronuncian en determinadas oportunidades. Para ello, escarbaré, como de costumbre, en los diccionarios con el objeto de llegar a sus raíces significativas.

La mentira

El DRAE, al tratar sobre esta voz, la define como “expresión o manifestación contraria a lo que se sabe, cree o piensa. // 2. Errata o equivocación material en escritos o impresos. Se usa más tratándose de lo manuscrito. // 3. Coloquial. Manchita blanca que suele aparecer en las uñas. // 4. Coloq. Chasquido que producen las coyunturas de los dedos al estirarlos. // Mentira oficiosa. La que se dice con el fin de servir o agradar a alguien // Frase. Decir mentira por sacar verdad. Fingir que se sabe algo, para hacer que lo manifieste otra persona que tiene noticia de ello. // Frase. Parece mentira. Usase para dar a entender la extrañeza, sorpresa o admiración que causa algo”. El Diccionario aclara, asimismo, que este sustantivo proviene del verbo "mentir'.

Por su parte, el “Diccionario de la lengua latina”, que siempre cito, coloca el verbo “Mentior, mentiris, mentitus sum, mentiri (en su infinitivo). No decir la verdad, mentir”, del que deriva nuestro verbo castellano. También menciona el sustantivo “Mendacium”, de género neutro, que significa "mentira, falsedad, embuste' y, en otra acepción, "imitación'. El adjetivo correspondiente es “méndax, mendacis”, con el significado de "mentiroso, falso, fingido, simulado, con disfraz, disimulado'. De este se derivan las expresiones españolas “mendacidad”, "hábito o costumbre de mentir', y “mendaz”, un término culto que significa "mentiroso'. Y, por fin, el sustantivo neutro “mendaciúnculum”, que quiere decir "mentira leve'. Aclaro: la “mentirilla” a la que me refería al final del primer párrafo, correspondería a esta palabra latina.

Con tales elementos léxicos podemos analizar el uso de estas dicciones. Es evidente que el sentido principal alude a la "falta de verdad' o bien a lo "contrario a lo que se sabe como verdadero'. Por ello, estrictamente hablando, mentir es faltar a la verdad, en forma particular, haciéndolo conscientemente de que se la está falseando. Esto, al margen de que la mentira sea leve y no importante.

¿Mentiras piadosas?

¿Existirán las "mentiras piadosas'?, es lo que más de uno podría preguntarse ante la repetición de esta frase. En efecto, existe una flagrante contradicción al unir las dos expresiones, puesto que no se precisan pruebas para saber que son como el agua y el aceite: incompatibles entre ellas. Es como si dijéramos, salvando las distancias de la gravedad de un hecho y otro: “He matado a un musulmán para mejorar nuestra religión católica”. Esto último, que podría sonar como una exageración, en la Edad Media y en otras épocas eran acciones normales para los cristianos ya que, por ejemplo, se libraba una “guerra santa” contra los sarracenos o árabes musulmanes. ¿Existe una mayor contradicción que una "guerra santa' bendecida por la Iglesia? ¿Puede, acaso, concebirse a Dios -tal como erróneamente lo describían los judíos en la Biblia- al frente de un ejército para matar seres humanos?

Medianamente había cambiado esa concepción bíblica de Dios vengador, que conduce un ejército para aniquilar al enemigo del otro bando. En el Nuevo Testamento, predicado por Jesucristo, aparece Dios Padre que, por amor, envía a su Hijo a la Tierra para redimir al hombre de su pecado. Sus armas son la palabra, la solidaridad, la entrega. El anula la Ley del Talión que justifica la venganza y la violencia.

Sin embargo, parece que los hombres nos esmeramos en tergiversar todo lo que la Divinidad crea, acomodándolo a nuestras necesidades o intereses. Es así que, al amparo de la pertenencia a la Iglesia y la militancia cristiana, el ser humano se dio maña para justificar actos malvados, reñidos con la moral cristiana.

Por más que una mentira sea pequeña y hasta insignificante, no deja de serlo. Simplemente es esta una cuestión cuantitativamente inocente, pero cualitativamente mala. Entonces, me parece que no existe la mentira piadosa: es un invento (probablemente “clericalista”, como suele decir el papa Francisco) de algunos cristianos desnaturalizados.

Pero nos falta analizar la otra parte del compuesto: la locución "piadosa'. Volviendo al DRAE, este nos predica de "piedad': “Virtud que inspira, por el amor a Dios, tierna devoción a las cosas santas, y, por el amor al prójimo, actos de amor y compasión. // 2. Amor entrañable que consagramos a los padres y a objetos venerandos. // 3. Lástima, misericordia, conmiseración”. En cuanto al adjetivo "piadoso, sa', dice: “Benigno, blando, misericordioso, que se inclina a la piedad y conmiseración. // 2. Dicho de una cosa: Que mueve a compasión o se origina de ella. // 3. Religioso, devoto”.

Completando esta información ("piedad' proviene de "píetas, pietátis'), el diccionario latino la define así: “Piedad, devoción, amor de Dios // amor, respeto, reverencia, veneración // clemencia, compasión; diosa entre los romanos”. Pero "píetas', por su parte, encuentra su origen en el adjetivo latino "píus', para el masculino y "pía', para el femenino: “piadoso, devoto, religioso // venerador de los padres y mayores // benigno, afable, humano // inocente, bien intencionado”.

En modo alguno podríamos concebir una mentira “inocente” y “bienintencionada”, sobre todo si es capaz de engañar a un semejante, aunque más no sea levemente. No condice con el concepto de Dios ni de la virtud. Por eso, la "mentira piadosa' no pasa de ser un invento nada inocente con el afán de justificar alguna acción, intención o palabra torcida, que no circula por el camino de la rectitud.

 

 

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