¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

Su sesión ha expirado

Iniciar sesión
10°
12 de Julio,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

Las consecuencias de la indiferencia

Sabado, 23 de febrero de 2013 22:32
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

Tragedias evitables se producen en muchos países del mundo y siempre, por acción u omisión, existe una responsabilidad indelegable por parte del Estado. Quien asume la obligación de gobernar sabe que estas cosas pueden ocurrir en cualquier momento, por eso debe estar preparado para afrontarlas con la mayor serenidad y sensibilidad posible. Inexplicablemente, eso último es lo que le faltó al Gobierno durante todo el año que pasó desde la tragedia de Once, profundizando la furia de los familiares de los muertos que anteayer hicieron escuchar sus críticas crudamente frente a la mismísima Casa Rosada.

Allí hubo una errónea lectura política del hecho que el Gobierno está pagando muy caro: en vez de mostrarle a la sociedad que el oficialismo estaba conmovido por lo sucedido y que se ponía al frente de la situación para que no vuelva a ocurrir, exhibió una profunda y absurda negación del hecho, que rozó muy de cerca la provocación.

Si bien esa es una práctica común en el kirchnerismo -ya que la ejerce a diario desconociendo la inflación, la inseguridad y el cepo cambiario- lo que está ahora en debate es ni más ni menos que el valor de la vida humana. Si al dolor desgarrador se le agrega la indiferencia, es casi imposible evitar que ese sufrimiento se transforme rápidamente en furia y desazón. Quedó claramente en evidencia que esta no fue la excepción a la regla.

Cristina habló de la tragedia solo 24 horas antes del aniversario tras un silencio abrumador de casi 360 días. Y lo hizo de una forma fría y autorreferencial, lejos del mensaje que hubiesen querido escuchar quienes padecen un dolor que nunca sanará con nada.

Eso sería algo anecdótico si no hubiese sido el corolario de una larga cadena de ninguneos que realizó el Gobierno desde el 22 de febrero del año pasado.

Lo hizo, por ejemplo, al anunciar obras en los trenes sin hablar de la tragedia y al informar la quita de la concesión a los Cirigliano sin ni siquiera mencionar el accidente. Hubo situaciones aún más graves que quizás no estén hoy en la memoria fresca de todos, pero seguro que lo están en la de los familiares.

El primero de esos hechos, que ya preanunciaba la postura que tomaría el Gobierno hacia adelante, fue proponerse como querellante en la causa. Estaba claro que la falta de controles era una responsabilidad del oficialismo y también el uso indiscriminado de subsidios. Incluso, cayó en torpezas como nombrar en la Secretaría de Transporte a Antonio Sícaro, un funcionario que ya estaba procesado por la tragedia, y que debió renunciar un día después propinándole un costo político al Gobierno totalmente innecesario.

¿Habrá pensado el kirchnerismo que el tema quedaría en el olvido tras el procesamiento de Ricardo Jaime y Juan Pablo Schiavi, quienes seguramente serán condenados por la tragedia? De ser así, se estaría hablando de una ingenuidad imperdonable para las más altas esferas del poder político. Cincuenta y un muertos son cincuenta y un muertos, no hay con que darle.

La asunción de Florencio Randazzo en el Ministerio de Transporte estuvo íntimamente ligada a mostrar acciones en un área donde casi no las había. Randazzo tiene muchas apariciones mediáticas e hizo varios anuncios en materia de gestión, pero hasta ahora tuvo poco tacto para manejar la difícil relación con los indignados familiares de Once.

Una acción generalizada

Ninguna de las organizaciones sociales cercanas al Gobierno mostró una actitud distinta a la indiferencia oficial con los muertos de Once. Las Madres de Plaza de Mayo que conduce Hebe de Bonafini rara vez hablaron del tema, igual que las Abuelas de Estela de Carlotto o los dirigentes de La Cámpora. Hebe prefirió insultar a Moyano un día antes del aniversario de la tragedia que solidarizarse con los caídos por la desidia oficial y la falta de escrúpulos de los privados. Nada de nada: era claramente una estrategia deliberada y puesta en práctica en todos los niveles.

Una actitud así, en términos políticos, solo logra ser capitalizada por la oposición, donde muchos de sus alicaídos dirigentes estuvieron presentes en la marcha del viernes y se dejaron ver por las cámaras de televisión. ¿Hay víctimas más importantes que otras? Por supuesto que no, pero el golpe que recibió el Gobierno tras la tragedia fue tan grande que lo nubló por completo a la hora de analizar fríamente la situación.

 

 

Temas de la nota

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD