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La muerte de Chávez y el destino incierto de las democraduras pragmáticas latinoamericanas

Domingo, 10 de marzo de 2013 21:06
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“Es muy difícil ubicar el modelo chavista, que conjuga elementos de distintas configuraciones políticas”.

La muerte de Hugo Chávez abre un interrogante de continuidad muy difícil de responder, en especial cuando su desaparición física no parece darse en momentos de consolidación del “modelo”, sino en medio de las turbulencias de su institucionalización.

Tratar de explicar el derrotero y la continuidad del chavismo, obliga a localizar las prácticas y procesos políticos de los últimos catorce años de Venezuela y su expansión sobre el continente.

Por ello el título del presente artículo, ya que es muy difícil ubicar el “modelo chavista”, que conjuga elementos característicos de distintas configuraciones políticas, un discurso que se plantea como superador de las experiencias socialistas previas; el personalismo de un líder de masas que asienta su popularidad en las emociones y el especial recorte de “lo popular”; lo que lo asemeja a los populismos típicos latinoamericanos, el culto al líder, héroe de la revolución, quien a pesar de su desaparición física sigue presente (­embalsamado!) y desde ese puesto mira y guía los destinos de su obra, lo que resuena en la memoria como símil de las dictaduras de mediados del siglo pasado; con una defensa de las relaciones capitalistas, catapultadas por la expansión de la demanda global de petróleo, sus mejoras en el precio y el desarrollo de un capitalismo estatal de amigos detrás de la máscara de la redistribución del ingreso y algunas reivindicaciones de corte indigenista.

Por ello es que sostengo la idea del pragmatismo, ya que para caracterizar al “chavismo” como ideología política aún nos faltaría pasar el tiempo hasta su consolidación e institucionalidad plena. Mientras tanto, la fachada democrática ha sido cuidada, en una sociedad que, como la mayoría de las latinoamericanas, poseen relaciones de producción capitalistas dependientes, escaso desarrollo de la sociedad civil y un apego permanente a las necesidades de expansión y contracción del Estado.

Estas cuestiones permiten la especial configuración de la propuesta chavista para América Latina: mucho pragmatismo, base capitalista, ausencia de una profundización real de los modelos de distribución del ingreso, marcado antiimperialismo (reducido al debate contra Estados Unidos) y el asentamiento de la ampliación de las políticas sociales en buenas performances de la balanza de pagos de las economías nacionales.

Estas características del “modelo” me permiten aproximarlo a lo que Juan Linz llama las “democraduras”, que se presentan de diferentes formas en los países latinoamericanos, posibilitado por el pragmatismo intrínseco al sistema y el temor referencial que significaba la profundización de las características venezolanas.

Hoy sin Chávez, ¿es posible sostener los niveles de tolerancia social hacia estas propuestas políticas en el continente?, pues más allá de la ideología, el chavismo venezolano actuaba como faro radical de las neorrevoluciones en contextos en los que las democracias pragmáticas se expandían tras la sombra del líder bolivariano.

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