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4 de Julio,  Salta, Centro, Argentina
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Las patotas en Salta: un flagelo social que crece en toda la ciudad

Viernes, 15 de marzo de 2013 11:16
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En Salta, los grupos antagónicos diariamente causan daños a la sociedad. Se estima que cerca de 500 patotas acechan y delinquen en las diferentes zonas de esta capital.

Según fuentes policiales, pese a que estos grupos violentos se expanden en todo el territorio, existen cinco sectores críticos y cada uno de ellos se encuentra en los puntos cardinales y otro en el macrocentro.

El Tribuno recorrió estas zonas y dialogó con algunos de los damnificados, quienes prefirieron no identificarse por temor a represalias, ya que tienen que resistir y convivir con estos grupos.

En la zona sur, el barrio Limache es uno de los sectores de choque más complicado. Según sus propios habitantes, los de las etapas I y III tienen una enemistad marcada desde hace varios años y los enfrentamientos entre estos bandos se producen casi todos los fines de semana.

Sin embargo, la patota autodenominada “Los Duendes”, que abarca a jóvenes de diferentes etapas, es la más representativa y violenta del lugar.

Por su parte, en la zona este, los integrantes de “La Banda del Este”, oriundos de Villa Floresta, son los que mayores reclamos tienen de parte de los vecinos de ese sector. Si bien tienen enfrentamientos con otros grupos menores de Villa Mitre y Villa Mónica, estos jóvenes habitualmente se dedican a asaltar camiones que transitan por la circunvalación, para luego vender lo recaudado ilegalmente por drogas.

Además, entre las zonas sur y este se encuentran barrios marginales como Solidaridad, que tienen otras temibles patotas como “Los Cirujas”, “La 34” y “Los Pibes”. Cabe recordar que uno de los integrantes de “Los Cirujas”, identificado como Gastón “Bebetín” Gutiérrez (15), fue asesinado en agosto pasado por un remisero en un confuso hecho. Los restos del adolescente, tras ser velados en su domicilio, fueron llevados a un murallón de “Los Cirujas”, donde los jóvenes practicaron un ritual al grito de “Bebetín, Presente” antes de que el joven sea enterrado.

Los habitantes de la zona oeste tienen que convivir con pandillas como “El Puente Verde”, “El Pasaje”, “El Medio” y “Los Anónimos”. La tensión en Villa Asunción, según vecinos, es demasiado grande debido a que la mayoría de los integrantes de esos grupos viven en el mencionado barrio y diariamente generan destrozos y asaltan a los transeúntes.

En zona norte, el barrio Unión no solamente es el más peligroso de ese sector, sino que además es uno de los más violentos de la capital. El puesto policial, inaugurado en diciembre de 2011, sufrió una docena de ataques por parte de las patotas denominadas como “Los del Espacio Verde”, “La 3” y “La 5”. Estos jóvenes habitualmente pelean entre sí, pero, según confirmaron los policías y habitantes del lugar, se unen para atacar a los efectivos con el fin de alejarlos de la zona y que se vuelva más insegura de lo que ya es.

Finalmente, en la zona centro, a unas 15 cuadras de la plaza central de la ciudad, se encuentra uno de los grupos antagónicos más llamativos denominado “Las Amazonas”, integrado solo por mujeres, cuyas residentes son del barrio Ceferino. Además, en ese lugar se encuentra la barra “La Plaza”, identificada con los colores de Juventud Antoniana, quienes combaten con simpatizantes de otros grupos cuando éstos transitan por su sector.

En todos los casos los vecinos de las diferentes zonas aseguran que la mayoría de los integrantes de estos grupos marcados anteriormente son adictos al alcohol y a las drogas y casi ninguno de ellos trabaja o estudia.

Hermetismo policial

Este matutino intentó dialogar con el jefe de Policía, Marcelo Lami, en reiteradas oportunidades, pero el comisario jamás atendió los llamados.

Cabe recordar que en los últimos días dos repudiables hechos tuvieron como protagonistas a los efectivos y a grupos antagónicos.

El primero de ellos ocurrió el 1 de marzo pasado en el estadio de la Liga Salteña de Fútbol, cuando una mujer identificada como Elizabeth Tévez (42), que se encontraba con los hinchas del club Peñarol, recibió un balazo de parte del cabo policial Maximiliano Delgado y resultó gravemente herida, con lesión intestinal múltiple,
El entorno de la lesionada señaló a la Policía como la única responsable de lo sucedido, mientras que los efectivos explicaron -en un comunicado- que el desafortunado hecho ocurrió tras un ataque de barras del club hacia la autoridad policial.

Otro herido

Otro hecho que causó conmoción y acusaciones mutuas fue el caso de Juan Daniel Estrada (18), quien recibió un balazo de un efectivo en el barrio Juan Manuel de Rosas, el domingo pasado, y el impacto le provocó quebradura de vértebra.

“Los policías nos vinieron a provocar y nosotros reaccionamos”, comentaron los implicados a este matutino, mientras que la Policía informó que el hecho se produjo tras el enfrentamiento de dos patotas.

Un problema social sin solución

El de las patotas es un problema que afecta a los vecinos de una gran cantidad de barrios y sobre el que ni las autoridades municipales y provinciales ni la policía pudieron, hasta ahora, ejercer control. Cada semana los ataques de estos grupos violentos ocupan espacios en los medios, ya sea por enfrentamientos entre sectores rivales, por robos y asaltos,

Droga, desocupación y marginación son las principales causas, aunque también hay patotas que dominan algunos sectores del macrocentro salteño. Se trata, en definitiva, de una cuestión social hasta ahora sin solución.

Los centros vecinales actúan como lugares de contención

SOLIDARIDAD | LOS RESTOS DE UN CHICO BALEADO POR UN REMISERO SON VELADOS POR SUS COMPAÑEROS

La mayoría de los barrios de esta capital cuenta con centros vecinales, algunos también tienen centros integradores comunitarios (CIC) y salones de usos múltiples (SUM). En ellos muchos jóvenes se refugian para alejarse de los malos hábitos y poder practicar algún deporte u obtener una vocación.

En diálogo con El Tribuno, María Siliana Alarcón y Rosa Apaza, encargadas del salón de usos múltiples de barrio Solidaridad, indicaron que aquí “los chicos tienen la posibilidad de incluirse a los talleres que se dictan, pero no todos quieren venir y muchos se instalan en las inmediaciones del salón para drogarse o pintar graffitis marcando su territorio”.

Alarcón y Apaza agregaron que, “además, mucho tiene que ver la contención familiar que estos jóvenes tengan, para poder alejarse de las drogas”, expresaron.

Lugar de prevención

Por su parte, Marta Romero, representante del Centro Vecinal del barrio Ceferino, indicó a este matutino que “en nuestro centro los chicos tienen que saber que para unirse al resto y poder participar en nuestras tareas no tienen que drogarse ni tener mala conducta”.

“Hay muchos adictos que vienen y son los más grandes los que nos encargamos de hablarlos”, dijo.

Por otra parte, Romero aseguró que “nuestra mayor actividad se desarrolla es durante el carnaval y durante el resto del año preparamos trajes y también se organizan torneos de fútbol”.

En Villa Floresta, Marta Paredes, una de las encargadas de un comedor infantil de la zona, indicó que el salón está acondicionado para 150 personas, “de los cuales son 120 niños y el resto son ancianos y adolescentes, pero los jóvenes adictos a las drogas se alejan y se autodiscriminan”. 

Violencia grupal dispersa en toda la ciudad by On Line Tribuno

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