¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

Su sesión ha expirado

Iniciar sesión
18°
18 de Septiembre,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

La agenda del nuevo papado

Viernes, 15 de marzo de 2013 22:12
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

Entre la multitud de comentarios e interpretaciones que acompañaron la elección como Sumo Pontífice del cardenal Jorge Mario Bergoglio falta un detalle geopolítico que no fue puesto, hasta ahora, encima de la mesa. No sólo estamos ante el primer Papa americano, y también latinoamericano. Es el primer Papa que proviene del mundo emergente, ese gigantesco trípode geográfico configurado por Asia, Africa y América Latina, cuyo ascenso es el acontecimiento central del siglo XXI.

En un sentido contrario, pero igualmente significativo, se trata del primer Papa no europeo, que resulta electo justo cuando el Viejo Continente, que durante 2000 años fue el centro histórico de la cristiandad, experimenta una profunda crisis económica y política, de carácter estructural, que refleja un proceso de decadencia de incierto pronóstico.

La Iglesia católica, universal por definición, escapa al “cepo europeo” y amplía sus horizontes. Existe un dato demográfico cuyo peso resulta imposible de subestimar: a principios del siglo XX, más del 70% de los católicos vivía en Europa. Esa cifra se reduce hoy a menos del 30%. El resto habita en el mundo emergente y en Estados Unidos.

El hecho de que la elección del papa Francisco haya tenido el decidido apoyo del activo bloque de cardenales norteamericanos, encabezados por el obispo de Nueva York, Timothy Dolan, revela otra clave. Como señala Fareed Zacaria, en su libro “El mundo después de América”, la irrupción de los países emergentes no es un sinónimo de la decadencia de Estados Unidos, sino que implica en todo caso “el ascenso de los otros”. Los estadounidenses no acompañan el declive europeo.

China se avecina

En este contexto, la definición de las prioridades estratégicas de la evangelización no puede eludir las tendencias estructurales propias de cada época. Así, en el siglo XV, el descubrimiento de América llevó a la Iglesia a centrar su atención en el nuevo continente, que hoy alberga a la comunidad católica más numerosa del planeta.

En términos no geográficos, pero sí históricos, el mundo asiste hoy al redescubrimiento de Asia, empezando por China e India. Esa realidad le plantea a la Iglesia un desafío similar al que representó hace cinco siglos el éxito de la hazaña de Cristóbal Colón, patrocinada por los Reyes Católicos.

En este punto, entra a jugar un aspecto sobresaliente de la personalidad del papa Francisco: su condición jesuítica. La Compañía de Jesús, fundada por San Ignacio de Loyola, constituyó siempre para la Iglesia uno de sus principales instrumentos de evangelización en tierras extrañas. América del Sur fue beneficiada por esa obra evangelizadora realizada por los jesuitas en la etapa colonial, hasta su expulsión a fines del siglo XVIII.

Lo que no es suficientemente conocido es que, paralelamente a la obra misionera de los jesuitas en el continente americano, hubo un intento similar en China, que fue el primer gran ensayo de evangelización en ese gigante asiático. En esa epopeya, trunca por una decisión posterior de las autoridades imperiales, sobresalió la personalidad de Matteo Ricci, un sacerdote jesuita de origen italiano, que vivió 28 años en China, entre 1582 y 1610, y está enterrado en Beijing, donde su figura es reverenciada por las autoridades comunistas.

La elección del nombre de Francisco está asociada indudablemente a San Francisco de Asís y al mensaje de humildad que evoca su figura. Pero en un sacerdote jesuita como Jorge Bergoglio, resulta imposible que en esa elección no haya estado presente el recuerdo de San Francisco Javier, un sacerdote español, que fuera uno de los cofundadores de la orden y de los máximos impulsores de la evangelización de China, hacia donde se dirigía cuando murió en 1552 en una isla situada a 150 kilómetros de Cantón.

El catolicismo estadounidense

Pero si Asia en general, y China en particular, son el principal territorio para la evangelización en términos cuantitativos, el desafío cualitativo que afronta hoy la Iglesia católica reside en Estados Unidos. Por primera vez en la historia se habló sobre la posibilidad de que el cónclave escogiera a un papa estadounidense. Más aún, la personalidad del obispo de Boston, monseñor Sean Patrick O' Malley, el fraile capuchino que vendió la sede del arzobispado para indemnizar a las víctimas de casos de pedofilia, presenta un perfil personal parecido a Bergoglio.

A diferencia de Europa, donde la modernización económica y los cambios tecnológicos llevaron a la secularización de la sociedad y a la crisis de la fe, en Estados Unidos estos dos fenómenos fueron de la mano. El despliegue tecnológico no modificó en absoluto la religiosidad de la población estadounidense.

En ese marco singular, el catolicismo estadounidense se erigió en un catolicismo de vanguardia. Como minoría religiosa, que está obligada a competir fuertemente con las iglesias evangélicas, desarrolló el camino de la “ortodoxia creativa”, que asocia una férrea afirmación de la fe con un estilo pastoral más abierto a la sociedad y un empleo intensivo de los nuevos medios de comunicación, en especial por las redes sociales.

El éxito de esta experiencia se refleja en el avance del catolicismo en la sociedad norteamericana. Mientras que en América Latina la Iglesia católica retrocede ante la mayor penetración alcanzada por las iglesias evangélicas, en gran parte de origen norteamericano, en Estados Unidos ocurre el fenómeno inverso: el catolicismo crece aceleradamente a expensas de las confesiones evangélicas. El 25% de los estadounidenses ya es católico y el crecimiento de la población hispana permite prever que ese porcentaje será cada vez mayor en los próximos años.

Vale la pena recordar al pensador francés Alexis de Tocequeville, quien en su libro “La democracia en América”, editado en 1836, decía: “No es que Estados Unidos sea el futuro del mundo. Lo que sucede es que Estados Unidos es el lugar del mundo donde el futuro llega primero”.

“Los muertos que vos matáis...”

El 29 de agosto de 1799, pocas semanas antes del golpe de estado que encumbró a Napoleón, moría en la fortaleza francesa de Valence, donde estaba prisionero, el papa Pío VI. Su cuerpo fue inhumado en una fosa común. Los diarios jacobinos de París dijeron “Murió Pío VI... y último”. Hubo desde entonces otros seis papas que adoptaron el nombre de Pío...

Un siglo y medio después, precisamente en tiempos de Pío XII, en Yalta, los vencedores de la segunda guerra mundial discutían los términos de la distribución del poder planetario, José Stalin inquiría a Franklin Roosevelt y a Winston Churchil: “¿Cuántas divisiones tiene el Vaticano?”. La respuesta no la llegó a conocer Stalin, sino sus herederos en 1989, cuando el ascenso de un papa polaco perforó la “cortina de hierro” y provocó un “tsunami” que terminó con la Unión Soviética.

Es indudable que los enredos de la curia romana, las denuncias sobre la pedofilia y las controversias sobre la administración de las finanzas vaticanas han minado la autoridad moral y política de la Iglesia católica en una parte significativa de la opinión pública internacional. Pero estos ejemplos históricos, y tantos otros, permiten aseverar que en cada época de crisis surgió una respuesta. Es probable que ésa haya sido la gran noticia del miércoles 13 de marzo de 2013.

Temas de la nota

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD

Temas de la nota

PUBLICIDAD