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Hoy hace 50 años arribaron a Salta los restos del brigadier general Eustoquio Frías, uno de los último jefes del Ejército de los Andes.
Desde su muerte, ocurrida en Buenos Aires el 16 de marzo de 1891, sus restos descansaron en el cementerio de la Recoleta.
En 1963, por gestiones del Centro de Residentes Salteños en Buenos Aires, sus cenizas arribaron a Salta el 17 de marzo, aunque debieron hacerlo el día antes (16/3/63), con motivo del 72§ aniversario de su muerte. El mal tiempo hizo que el avión de la Fuerza Aérea que transportaba sus restos arribara al día siguiente y de noche. Por cuestiones reglamentarias -no se debe rendir honores militares luego de arriada la bandera-, la urna funeraria con las cenizas de Frías debió pasar la noche en la aeronave -un DC-3-, que fue custodiada por la policía de Salta.
Junto a los restos de Frías llegaron, de Buenos Aires, Claudio Rómulo Chávez, descendiente del prócer, Carlos del Campo, Carlos Romero Sosa, los comandantes de gendarmería Joaquín Urruti y José María Farizzano, el general Julio Sueldo y los granaderos José Montañez, José Oscar Flores y Ernesto Valdiviezo.
Traslado
Al día siguiente (18/3), promediando la mañana, llegaron al aeropuerto el interventor federal Felix Remy Solá, el interventor municipal Díaz Barrantes, el presidente del Consejo de Educación, padre Carlos Escobar Saravia; representantes de los institutos Sanmartiniano y Belgraniano, y del Ejército y Gendarmería. Seguidamente, dos granaderos extrajeron la urna del interior del avión y la colocaron en un “carrier” del Ejército que marchó a Salta encabezando una caravana. En Limache, alumnos y docentes de la Escuela Nacional N§ 380 rindieron homenaje al prócer. En la ciudad, la caravana se dirigió a la Catedral Basílica, en cuyo atrio se encontraban el arzobispo de Salta, monseñor Roberto J. Tavella; el obispo auxiliar Ponce de León, familiares del prócer y numeroso público. Frente al templo estaban un batallón de efectivos militares, una fanfarria del Ejército y delegaciones de las escuelas Gemes, Sarmiento, Zorrilla, Urquiza, San Francisco y Colegio de Jesús.
Oradores
En el atrio de la Catedral, y ante la urna funeraria, hablaron el Dr. Manuel del Campo, presidente del Centro de Residentes Salteños en Buenos Aires. Del Campo se refirió a los méritos militares de Eustoquio Frías y destacó el hecho de que sus cenizas pudieran por fin descansar en Salta.
Luego usó de la palabra el ingeniero Rafael P. Sosa por el Instituto Sanmartiniano. Trajo a la memoria palabras de Sarmiento pronunciadas en el Congreso de la Nación cuando al prócer se le había otorgado el grado de Brigadier General; y también las pronunciadas por Carlos Pellegrini, cuando al despedir los restos de Frías en la Recoleta, vaticinó: “Algún día reposará en Salta”.
Sosa entregó la urna funeraria para que fuera depositada en el Panteón de las Glorias del Norte. La ceremonia culminó con un responso de monseñor Tavella.
Biografía del prócer
Nació en Cachi el 20 de septiembre de 1801. Hijo de don Pedro José Frías y de doña Loreta Sánchez. Su padre había perdido una pierna en la batalla de Tucumán.
A los 14 años, por influencia de Mariano Necochea, ingresó como cadete al Regimiento de Granaderos a Caballo. Con él, pasó a Chile, Perú, Ecuador, participando de las campañas de la Sierra. Bajo las órdenes de Arenales, combatió en Nazca y Pasco y más tarde en el Callao, Quito, Río Bamba, Pichincha, Chunganga y, finalmente, en Junín y Ayacucho.
A fines de 1825 regresó a Mendoza con los restos del Ejército de los Andes conducido entonces por el coronel Félix Regado. Era el glorioso cuerpo que nueve años antes había partido a Chile con el general José de San Martín. Eran solo 19 sobrevivientes y entre ellos figuraba el portaestandarte Eustoquio Frías, herido en un brazo en el combate de Chunaganga y en una rodilla, en Junín.
Brasil y la guerra civil
A poco de su regreso, tomó parte del conflicto con el Brasil. Peleó en Ombú con Olavarría y en Ituzaingó con Lavalle. Con ese jefe de Riobamba regresó a Buenos Aires, para participar de las desventuras de la guerra civil enfrentando a Rosas.
Después de la muerte de Lavalle, pasó a Montevideo para participar de su defensa. Más tarde, acompañó a Paz a Corrientes debiendo irse luego al Paraguay de donde regresó para estar en Caseros.
Después, con Emilio Mitre, batió malones indígenas en la pampa de donde regresó para estar en Pavón. Fue luego al Paraguay, cuando la invasión de Corrientes, actuando en Tuyutí e Itapirú. Finalmente en 1890 pasó a retiro con el grado máximo, revistando como “guerrero de la Independencia”.
Un año después, el 16 de marzo de 1891 falleció en Buenos Aires. Cuarenta años después, en 1931, los Arsenales de Guerra fundieron, con bronce de cañones, una urna para guardar sus cenizas. Estas arribaron a Salta un día como hoy pero de hace cincuenta años.