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Preservar el arte para honrar la fe de un pueblo

Jueves, 21 de marzo de 2013 10:25
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Las iglesias guardan, silenciosas, las historias de fe de cada pueblo. El arte es una de las expresiones de esa historia, en el tejido cultural de cada comunidad y preservarlo es otra manera de hablar de la identidad de un lugar, de transmitirla.

En el Seminario de Salta un grupo de restauradores trabaja en una lenta y apasionante misión: restaurar el cuadro “El Señor de Sumalao”, una obra pictórica del siglo XVIII de 1,5 m por 2 m que fue traída desde Perú y que es venerada por miles de fieles y desde hace cientos de años. El padre Pablo Castro, de la parroquia Nuestra Señora de La Merced, y la restauradora María Gabriela Doña, dialogaron con El Tribuno sobre este reto, en el que trabajan desde septiembre y que culminará en pocos días, antes del lunes santo (25 de marzo), cuando el cuadro será trasladado a la Catedral Basílica de Salta. La obra estará allí durante toda la semana y el Viernes Santo presidirá, junto a la cruz primitiva del Señor del Milagro, la tradicional procesión del Vía Crucis. Luego, el lunes de Pascua, el 1 de abril, comenzará su peregrinación hacia el santuario de Sumalao.

El padre Pablo Castro contó que Gabriel de Torres Gaete había encargado esta obra a un artista peruano. Algunos historiadores sostienen que el objetivo era llevarlo a su finca del Pucará. La obra venía desde Perú en mula. Cuando pasaban por Sumalao, que era el paso obligado en ese entonces, la mula se detuvo tres veces. La tercera vez se empacó tanto que no hubo forma de retomar el viaje. Entonces se decidió bajar el cuadro en el pueblo y recién entonces la mula siguió su paso. “Se interpretó eso como un signo de la voluntad de Dios: el cuadro debía quedarse ahí”, contó el padre. Dejaron la obra bajo un algarrobo y, muy poco tiempo después, empezó a construirse la primera capilla y el santuario hasta donde peregrinan, todos los años, miles de fieles del Señor de Sumalao.

Por eso esta obra de arte guarda muchos más significados para miles de creyentes.

Es una obra que desde hace más de trescientos años sale a la calle en cada peregrinación y está al alcance de todos los devotos. Por eso, también, la iniciativa de restaurarla, para preservarla y, de alguna manera, también, rendir homenaje a tanta fe.

Sobre una delicada tarea

Las tareas de restauración comenzaron a fines de septiembre del año pasado. “Hay que ser muy paciente, no es algo que pueda hacerse rápido”, dice María Gabriela Doña, quien está a cargo de este trabajo junto a Gabriela Colque Puppi, Matías Ramírez, Emanuel Dondiz y el seminarista Demetrio Ernesto Herrera.

Luego relata el proceso. Lo primero que se hace con una obra que se va a restaurar es su historial clínico para analizar el soporte, la pintura, el tipo de deterioro y las intervenciones previas que tuvo.

“Esta obra lamentablemente había sufrido muchas intervenciones”, cuenta, mientras la observa, colocada cuidadosamente en un bastidor, en una sala del Seminario de Salta.

“Un restaurador nunca puede volver a lo que el autor hizo originalmente. Eso es imposible. Lo que hace el restaurador es simplemente tratar de rescatar lo más que se pueda del original con materiales reversibles, de modo tal que si en el futuro se empieza un nuevo trabajo de restauración se pueda ver qué parte fue intervenida y cual no y se pueda trabajar sobre la obra continuando el trabajo de preservación”, explica Doña.

Esta obra de arte cusqueño del siglo XVIII, cuyo autor fue Felipe Rivero, estaba dañada en su capa pictórica, por lo que se estaba perdiendo parte de su pintura original.

Antes de comenzar a trabajar se hicieron varios análisis con distintas radiaciones de iluminación con luz ultravioleta, rayos X y luz infrarroja. Luego se trabajó en el soporte, la remoción de los parches, la limpieza, el zurcido, el injerto de la obra, la reintegración de la urdimbre y la trama del soporte y, finalmente, en la capa pictórica (remoción de repintes y del barniz oxidado).

Ahora ya se tensó la obra y los restauradores trabajan en el último tramo de este proceso.

“El cuadro es un
patrimonio vivo”

María Gabriela Doña contó que cuando se había decidido abordar la restauración del cuadro del Señor de Sumalao, ella propuso que se lo embalara cuidadosamente para su traslado, evitando así deterioros.

Fue así que la gente de la iglesia, el padre Pablo y la gente del pueblo sugirieron que debía salir en procesión.

Gabriela no estaba de acuerdo pero insistieron tanto que así fue el traslado.

“Cuando vivencié todo esto me di cuenta de la gran devoción de la gente y de la significación que tiene para ellos este patrimonio en contexto de la comunidad”, dijo Gabriela. Agregó que para ellos no es solo una obra del siglo XVIII, tiene que ver con algo todavía más profundo.

“Es como que el patrimonio está vivo. Es una obra permanentemente venerada y que la gente conoce mucho”, relató.

Para la gente

El cuadro tenía vidrio. A Gabriela tampoco le gustaba eso.

“Luego entendí que para la gente es muy importante tener la obra cerca, tocarla y entonces el vidrio fue una medida de prevención o preservación de la obra”, resumió. En eso, coinciden todos: cuidar la obra.

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