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El Boca que conducía Julio Falcioni jugaba horrible y, en su última etapa, tampoco conseguía resultados. La dirigencia xeneize quiso sobreponerse rápidamente al desánimo que había entre los hinchas trayendo a un emblema como Carlos Bianchi. La solución parecía tentadora, pero en un abrir y cerrar de ojos comenzaron las decepciones. Boca juega tan mal como con Falcioni, pero encima le cuesta una barbaridad ganar de local y hasta recibe humillaciones de los equipos más débiles. Bianchi es indiscutible, pero hasta ahora su sello parece invisible en un club carente de ideas y motivación.
Ciudad