Podríamos decir que la autoestima no se relaciona con la posición económica de la familia, con el nivel de educación o grado de inteligencia de la persona, ni con el lugar donde vive.
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Podríamos decir que la autoestima no se relaciona con la posición económica de la familia, con el nivel de educación o grado de inteligencia de la persona, ni con el lugar donde vive.
El niño siente que se lo respeta por su dignidad de ser humano. Los padres se toman en serio las necesidades y deseos, pero no sus caprichos. Demuestran interés por su vida social, académica. Por ejemplo, apagan el celular a la hora de compartir la mesa.
El caso de una niña de once años, a quien llamaremos Juana para preservar su identidad, me ha dado sobrados motivos para escribir sobre el tema del sentimiento de seguridad de los hijos.
Juana no se siente aceptada como persona y se sabe una “niña problema”. No avanza, está estancada. ¿Qué le sucede?
Dado que no somos seres aislados, se hace necesario mirar el entorno en el que estamos inmersos, para poder apuntalar observaciones que sirvan para mejorar nuestra calidad de vida familiar.
La familia
¿Cómo es entonces la familia de Juana?
Diría que es un núcleo centrado más bien en la tarea, que en la persona. Tal como lo reconoce la madre, existe en sus miembros una actitud habitual de desaprobación más que de aceptación, que confunde el ámbito de la conducta con el de la persona.
A veces los padres, llegado el momento de la corrección, etiquetan a su hija con frases como: “sos una desordenada”, en vez de: “dejaste el cuarto en desorden”, por citarles un ejemplo.
A Juana se le da la posibilidad de mejora, pero sin expresarle que existe confianza en que podrá mejorar en sus conductas inapropiadas y que se le ama incondicionalmente, más allá de su conducta falible.
Existe, por un lado, una clara política de sanciones, pero que no tiene en cuenta el tiempo ni el modo de ser específico de Juana. Por otro lado, los padres pasan del extremo de la reprimenda continua a la sobreprotección, lo que fomenta aún más sus defectos.
Al estar tan centrados en la tarea, en cuanto Juana falla en la adquisición de los hábitos que sus padres le proponen, éstos sienten nuevamente rechazo, lo que profundiza aún más el aislamiento, la desconfianza y el desánimo de su hija.
Esta experiencia me lleva a realizar las siguientes reflexiones:
¿Cómo son los hogares donde hay niños con mucha confianza?
Pareciera que para tener una buena autoestima, hay que ser muy inteligentes, tener un determinado trabajo, ocupar un determinado puesto. ¿Es realmente así? Podríamos decir que la autoestima no se relaciona con la posición económica de la familia, con el nivel de educación o grado de inteligencia de la persona, ni con el lugar donde vive; tampoco con la clase social u ocupación del padre o la madre.
Focalicemos el tema en la realidad de los niños: ¿qué es lo que verdaderamente importa para su confianza? Lo significativo es la calidad de la relación entre el niño y los adultos que son importantes en su vida.
¿Cómo son los sentimientos de un niño seguro?
En primer lugar, experimenta una total aceptación de los pensamientos, sentimientos y el valor de su existencia. Se siente amado y apreciado.
En segundo lugar, el niño opera en un contexto de límites bien definidos y firmes. Los padres son disciplinarios y exigen responsabilidades. Los niños pueden expresarse sin temor al ridículo. De modo contrario, los padres permisivos se dejan llevar por su estado de ánimo para exigir de vez en cuando. En ese caso, lo que percibe el niño, es un clima de inseguridad o indiferencia.
Finalmente, el niño siente que se lo respeta por su dignidad de ser humano. Los padres se toman en serio las necesidades y deseos, pero no caprichos, del niño. Demuestran interés por su vida social, académica. Por ejemplo, apagan el celular a la hora de compartir la mesa y se muestran dispuestos a conversar con él.
¿Cómo influye la valoración que tienen los padres de sí mismos?
Inevitablemente, volvemos siempre la mirada a nuestra realidad personal. No podemos dar lo que no tenemos; es necesario sentirnos dignos y capaces para poder replicar ese sentimiento en nuestros hijos.
¿Cómo son los sentimientos de un niño seguro?
Experimenta una total aceptación de los pensamientos, sentimientos y el valor de su existencia. Se siente amado y apreciado.
El niño opera en un contexto de límites bien definidos y firmes.
Siente que se lo respeta por su dignidad de ser humano.