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1 de Julio,  Salta, Centro, Argentina
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Recorrieron el escenario de los asesinatos de Urueña y Santillán

Jueves, 02 de mayo de 2013 10:06
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Con cuatro diligencias de reconocimientos se cumplieron, entre el lunes y martes pasados, en las ciudades de Tartagal y Orán, las inspecciones oculares dispuestas por el Tribunal Oral Federal de Salta en el marco del juicio por la megacausa de la UNSa. La actividad comenzó en el Regimiento de Infantería de Monte 28, con la presencia de siete testigos que fueron privados de su libertad la noche del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976. El presidente del Tribunal, Carlos Jiménez Montilla, acompañado del camarista Gabriel Casas, explicó que el objetivo del procedimiento tenía como fin recorrer las instalaciones de esa unidad militar norteña para que los testigos reconocieran los lugares donde estuvieron alojados. Ante una pregunta del fiscal Eduardo Villalba todos coincidieron en que tras ser sacados de sus respectivos domicilios los trasladaron en vehículos del Ejército hasta la guardia donde los identificaron.

 De allí los condujeron hasta el sector donde hoy funciona la banda de música en el que permanecieron entre 15 y 30 días. “A mí me tuvieron detenido quince días”, expresó Moisés Villagrán, contrariamente a lo declarado en su momento por el imputado general Héctor Ríos Ereñú. Lo propio manifestaron Rodolfo Alfredo Zelarayán y Marta Olga Juárez. Villalba centró su atención en el testimonio de Jesús Roberto Domínguez, un exempleado de YPF, que estuvo privado de su libertad durante un año. “Yo era chofer y me usaron para conducir los camiones que YPF cedió al Ejército”, aseguró. Domínguez ratificó que vio con vida al gremialista René Santillán el 10 de agosto de 1976 cuando un grupo de tarea lo secuestró en General Mosconi, delante de su familia. “Lo trajeron en un auto y lo reconocí porque en un momento dado se sacó la capucha”, afirmó. Luego el Tribunal se trasladó hasta el camino a Acambuco, cerca de Aguaray, donde aparecieron los restos de Santillán destrozado por un artefacto explosivo. Esta diligencia se cumplió con la presencia de la viuda del gremialista, Irma Yolanda Prado.

 El dolor de una familia
 

“Supimos que era mi marido por el zapato donde estaba su nombre, ya que el día anterior lo había retirado del zapatero”, contó Irma Yolanda Prado al recordar el asesinato del gremialista René Santillán.
Acompañada de sus hijos Silvio René y Rosa Mercedes, la mujer no pudo ocultar su emoción al regresar al sitio donde dinamitaron el cuerpo del dirigente de la JP del pueblo de General Mosconi. Al costado del camino a Acambuco hay una cruz que recuerda la memoria de Santillán. Para graficar el terrible suceso Irma Prado señaló que “lo único que quedó sano fue un pedazo de costilla y el zapato”. Silvio Santillán explicó que él tenía seis años y que no puede olvidar lo sucedido aquel 10 de agosto de 1976 cuando un grupo de tareas irrumpió en su domicilio. “Yo me aferraba a los pantalones de mi padre para que no se lo llevaran, pero no pudimos hacer nada”, recordó. Fue muy fuerte para la familia regresar al lugar. La más emocionada fue Rosa Santillán, quien le pidió al fiscal “cárcel para los asesinos”.
 

Recuerdos de una horrible pesadilla

La última diligencia del lunes se cumplió en el camino a Balbuena, cerca del pueblo de Coronel Cornejo, donde en diciembre de 1975 apareció dinamitado el cuerpo del cardiólogo de Tartagal Pedro Urueña. La pareja del profesional, Nicolasa Tristán, y el médico que practicó la autopsia, Juan Carlos Ocampo, no pudieron reconocer el lugar donde aparecieron los restos de Urueña. De la inspección en el Rmte. 28 quedó en claro que las declaraciones del exjefe Ríos Ereñú no se ajustaron a la verdad. El militar dijo que el día del golpe convocó a un grupo de vecinos para informarles que las Fuerzas Armadas se hacían cargo del gobierno, pero que no hubo ningún detenido.
El martes, en el Escuadrón 20 Orán de Gendarmería Nacional, los testigos Eduardo Fernández Muiño y Pía Asunción Vilte confirmaron que esta unidad también fue usada como centro ilegal de detención. El primero se emocionó al regresar al sitio donde estuvo preso. “Yo estaba en una de esas celdas y desde allí pude conversar, sin vernos la cara, con René Russo”, indicó Fernández Muiño. Y agregó: “Me dijo que lo habían torturado y entonces le alcancé un tranquilizante y luego no supe más de él”. El testigo, que era dirigente de la JP, sostuvo que fue interrogado y que sufrió tortura psicológica.
 

A su turno, Pía Viltes explicó que a ella la apresaron en Embarcación y que fue interrogada por el comandante Saboredo. Esta mujer fue usada como carnada para que su pareja, Benjamín Osores, se entregara, pero la promesa que le hicieron no se cumplió. Ella siguió detenida y a Osores lo hicieron desaparecer, lo mismo que a Russo. Ambos figuraban como presos legalizados, ya que estaban a disposición del Poder Ejecutivo Nacional y sus rastros se perdieron cuando estaban alojados en penal de Villa Las Rosas.

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