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Los trenes siguen siendo una gran deuda pendiente

Jueves, 13 de junio de 2013 22:47
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La injustificable cantidad de muertos que se produjeron en menos de un año y medio, al menos 67, no deja lugar a dobles interpretaciones: el sistema ferroviario argentino, más allá de lo que realmente haya pasado ayer, es una de las grandes deudas pendientes de una década en la que el país creció a tasas inéditas y en la que se avanzó en trascendentes reivindicaciones sociales.

No solo no existe una “revolución ferroviaria” como dijo hace poco el ministro Florencio Randazzo, sino que en estos años hubo una notoria parálisis en el área imposible de disimular. Pese al crecimiento generalizado en todos los sectores de la economía, no se logró cambiar de plano la raíz ferroviaria, caracterizada históricamente en la Argentina por el abandono oficial

La mayoría del país ni siquiera cuenta con trenes, el Belgrano cargas es paradigmático en ese sentido, y los pocos distritos que cuentan con ellos muchas veces lo terminan padeciendo por desinversión, desidia o incomprensibles errores de los conductores. Sea cual fuere la razón, el Estado siempre es responsable por acción, protección u omisión. No hay que olvidar un dato: hace muy poco los familiares de la tragedia de Once advirtieron en un documento que un nuevo accidente sería inminente. Desafortunadamente no se equivocaron.

Los subsidios

Pocos sectores de la Argentina recibieron semejante cantidad de subsidios estatales como los trenes para poder funcionar, eso es indiscutible. Ese dinero también sirvió para que las tarifas no se vayan por las nubes, quedando aún por debajo del precio del transporte público en todo el país. Sin embargo, la mayoría de esos fondos no fueron a obras de infraestructura ni a mejorar un servicio alicaído como pocos, sino a manos de inescrupulosos empresarios que se hicieron ricos a costa de la gente. Los Cirigliano, por citar solo un ejemplo, están cerca de afrontar penas que hasta podrían dejarlos en la cárcel.

La tragedia de Once, pese a sus más de cincuenta muertos, increíblemente solo pareció haber cambiado cosas superficiales como la fachada de algunas estaciones y un mayor monitoreo de los horarios de los trenes: nada se modificó en materia estructural.

La gente sigue viajando como ganado, los coches continúan muchos de ellos en pésimo estado y los controles del Gobierno a las concesionarias -muchas de ellas ahora estatizadas- siguieron siendo escasos.

El Gobierno sabe que este tipo de accidentes tienen un impacto gigantesco en la opinión pública. ¿Por qué? Básicamente, porque todo el mundo conoce a algún usuario del transporte, lo que provoca una sensación generalizada de que la tragedia le podría haber tocado a cualquiera.

No fue casualidad que desde la tragedia de Once a la fecha Cristina puso al transporte con rango de ministerio, cambió al secretario del área y la Justicia avanzó con los procesamientos de dos altos exfuncionarios como Ricardo Jaime y Juan Pablo Schiavi.

Las reacciones

¿Habrá nuevos cambios ahora? Probablemente no de nombres, pero sí se vieron algunas reacciones distintas a las de febrero de 2012. Ese día ningún funcionario kirchnerista se hizo presente en el lugar y hubo una notable minimización inicial de la tragedia, cosa que ayer se corrigió con la presencia de Randazzo y Sergio Berni en el lugar. Muchos podrán decir que ambos suenan como candidatos en la provincia de Buenos Aires y que fueron para la “foto”, pero lo cierto es que estaban en el lugar que debían estar.

La Presidenta, a diferencia de lo ocurrido en Once, esta vez no dejó pasar ni siquiera 24 horas para referirse al accidente. Eso no cambia nada para los familiares de las víctimas, pero al menos coloca a la jefa de Estado en un postura más comprensiva en un asunto de extrema sensibilidad social como la tragedia de ayer.

Es probable que haya habido un error del motorman, o que hayan fallado los frenos, o que no hayan funcionado bien las señalizaciones, pero lo cierto es que otra tragedia volvió a enlutar a la Argentina.

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