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Tomás Abraham: ?Los polos ideológicos solo funcionan como un placebo?

Domingo, 23 de junio de 2013 15:27
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El destacado pensador, que recientemente presentó el libro “El no y las sombras” reflexionó sobre las preguntas actuales de la filosofía y la actualidad argentina y latinoamericana. Así, afirmó que “los polos ideológicos no son más que retóricos”.

En su último libro recorre dos mil quinientos años de la historia de la filosofía, ¿qué pensadores cree que han marcado al siglo pasado y cuáles cree que signarán el siglo XXI? En este sentido, ¿cuáles son las preguntas más urgentes que plantea su disciplina en la actualidad?

Heidegger, Wittgenstein y Foucault han sido para mí los filósofos que han marcado con sus obras la contemporaneidad. El primero por su lectura iluminadora de la historia de la filosofía.

Su visión del mundo griego y de los inicios de la filosofía, es original, nos retrotrae a la inquietud por la relación entre el lenguaje y el mundo que caracterizó a la primera filosofía. Wittgenstein también trabajó la relación entre lenguaje y mundo a partir de sus conceptos formas de vida y juegos de lenguaje.

Foucault además de incursionar en el mismo problema relativo a las palabras y las cosas, nos permite pensar a partir de sus libros, cursos y otras intervenciones las relaciones de poder y los modos en que en la historia occidental se elaboraron las técnicas de transformación de la subjetividad.

Heidegger tiene como referente epistémico a la metafísica y a la pastoral cristiana; Wittgenstein a la lógica y Foucault a la historia.

Las preguntas que hoy en día preocupan más a los filósofos vivos se relacionan a las producciones científicas de la biología, la ingeniería genética, a la creación artificial de los seres vivos, a las posibilidades de la neurología, de la neuroquímica y de la farmacología, por su poder de incidencia sobre las funciones cerebrales.

Hay otras preocupaciones, por supuesto, la filosofía no tiene límites en su campo de saber, y las problematizaciones sobre los enigmas, los peligros y las nuevas configuraciones que ofrece la actualidad son innúmeras.

Desde los nuevos dispositivos del poder globalizado, a la traslación del eje de poder de Occidente al Asia, en especial a China, la relación entre los valores políticos ilustrados referidos a la ciudadanía, con la vida de las poblaciones como nuevos conjuntos políticos que no se definen sólo como sujetos de derecho, la permanente interrogación sobre la ética en tanto límite y espacio de las libertades y la metafísica referida a la condición humana a partir del siglo XVIII, quiero decir: Kierkegaard y su idea de existencia, de Kant con sus tres preguntas: qué debo hacer, qué debo esperar, que puedo saber, que apuntan a la cuarta que interroga al ser del hombre, o la de Nietzsche y un nihilismo no concebido como ausencia de fe o de creencias sino como disputa y cuestionamiento en torno a los valores, o Marx siempre actual por ser el filósofo que pensó a la sociedad como un campo de lucha determinado por las relaciones de producción y podríamos seguir.

En el apartado que nombra a su libro “El no y las sombras” cita a Karl Jaspers y el nacimiento de la filosofía a partir de tres estados de ánimo: el asombro, la duda y las situaciones límite. Siguiendo estos ejes como punto de reflexión, ¿qué lo asombra en la Argentina más reciente?, ¿cuáles son sus grandes dudas sobre el presente y el futuro del país? ¿qué situaciones límite debemos afrontar aún como república?

El problema con lo que sucede en nuestro país es la falta de asombro. Nos hemos vuelto aldeanos. Nos conocemos como si no fuéramos millones y no más que habitantes de un pueblo que repite sus costumbres y tiene fosilizada su idiosincrasia.

Esa sensación que tengo se mezcla con la contraria, que es la de que en nuestro país a partir del 2001 hay algo que cambió, que no me resulta claro qué es, y que a otros les resulta clarísimo porque consideran que vivimos una década ganada, que otros iluminados la consideran perdida.

Lo que sí creo es que no hemos logrado en 30 años combinar una democracia electoral, la posibilidad de elegir representantes, con la construcción de un proyecto nacional en el que las energías creativas de las fuerzas productivas se multipliquen para alcanzar objetivos de desarrollo económico y bienestar social para las mayorías.

Tampoco hemos logrado construir un sistema político con instituciones de peso que tengan autonomía suficiente para resistir con sus sistemas de normas la presión de los poderes corporativos solventados por los grandes capitales y la amenaza de grupos violentos, ya sea infiltrados en las mismas fuerzas de seguridad como en bandas paraestatales a veces manipuladas desde el mismo poder.

Tampoco hemos podido fortalecer la división de poderes que es esencial para que haya un control del personal gubernamental transitorio que ocupa las instancias estatales y que se tienta con la apropiación privada de los recursos generados por el trabajo social.

Hace pocos días afirmó: “El kircherismo no existe salvo como nombre, una hipóstasis, un fantasma” Allí incluye otros “ismos” y se interesa por la vida colectiva de la sociedad, ¿considera entonces que el sistema de partidos y la política partidaria están escindidos de la vida social?

Los polos ideológicos no son más que retóricos y funcionan como placebo, es decir, justificaciones de un relato que unge al que lo declama en un sitial del bien, llámense inclusión, igualdad, equidad, libertad, solidaridad, derechos humanos, patria grande, juventud maravillosa, etc.

Fallan porque quienes se hacen portavoces de esos emblemas morales y políticos no dan con el perfil requerido, y no pueden hacerlo porque no son parte de una epopeya que en siglos anteriores signó la vida política del mundo, y que se sostenía por la idea de revolución, la idea de individuo, o la del orden corporativo vertical regenteado por un Líder.

Además, la representación de la voluntad política de las colectividades ya no pasa por los partidos políticos sino por un mundo comunicacional volátil, poco orgánico, y por estructuras de poder económico que superan el control de los estados nación sobre su propio territorio.

Por eso aquellos que enarbolan banderas de hace medio siglo o más, quienes usan con fervor declamatorio símbolos de heroicidad pretérita, ponen en escena una representación hueca que apenas disimula sus ambiciones de poder personal, grupal o societario, y que construye un mundo de comedia en el que todos participamos sabiendo que es de mentira. Es lo que diferencia a nuestro mundo político al de los dos siglos pasados que fueron trágicos, ya sea con Hitler, con Stalin y con el colonialismo y el imperialismo europeo y norteamericano.

En este sentido, ¿cuáles son sus reflexiones sobre la llamada década ganada?, ¿encuentra medidas valiosas en esos diez años?, ¿qué cuestiones cree que debería revisar el gobierno de Cristina Kirchner?

No creo en el justo medio y en los balances ni en un análisis que de hacerse podría justificar mediante una descomposición parcializada cualquier régimen de la historia.

Pero a grandes rasgos pienso que hubo medidas buenas referidas a derechos de minorías, a subsidios a sectores marginales al mundo del trabajo y a poblaciones empobrecidas por las sucesivas crisis económicas.

Por otro lado, desde el inicio del kirchnerismo hay un monopolio de la información sobre el uso del dinero público, un secreto sobre el llenado y fundamentalmente el vaciado de la caja de los recursos públicos, el enriquecimiento de los ocupantes del Estado, y una ambición de perpetuación en el poder que es enemigo de la democracia definida como alternancia en el poder y límites constitucionales a la función pública.

Hoy la Argentina tiene grandes debilidades en el frente opositor, ¿a qué cree que se debe?, ¿esta especie de acefalía opositora, al menos en términos de fuerzas que alcancen porcentajes similares a los del oficialismo, debilita a las instituciones de la república?

Desde los comienzos del siglo XX las fuerzas militares dominaron el aparato de estado, hasta el mismo Perón que llegó al poder por su profesión militar. El peronismo y el radicalismo se alternaron con proscripciones en los gobiernos, muchas veces sin concluir sus mandatos o generando episodios de una violencia armada que sangró al país.

En 30 años de democracia desde el 84, hubo dos gobiernos que no concluyeron sus mandatos, uno que fue reelegido y al que se considera culpable de una segunda década infame, y la crisis de legitimidad del 2001.

Desde hace diez años el kirchnerismo ha configurado un sistema de poder que se sostiene fundamentalmente en el nuevo orden mundial que permite a los países productores de materias primas obtener recursos para el Estado y favorecer a quienes ocupan los gobiernos.

Desde Ollanta a Maduro, pasando por Mujica, Dilma y Cristina, cada uno con esquemas a veces parecidos o contrastantes, pero cambiantes, pero todos tienen un éxito relativo de acuerdo al precio que los mercados asiáticos con sus nuevos tres mil millones de consumidores establecen para los productos de los países antes llamados pobres, subdesarrollados o emergentes. Hoy BRIC.

¿Cómo analiza la realidad del sistema judicial hoy?

Tanto en lo relativo a la justicia como a la ley de medios, desde mi punto de vista, está claro que hay algo peor que los intereses corporativos del aparato judicial y de la prensa, que es la voluntad política del “vamos por todo” del elenco gobernante. Ese es el mayor peligro.

Un futuro gobierno democrático, respetuoso de la Constitución, podrá promulgar las leyes necesarias para limitar el poder corporativo de esas y otras instancias del poder.

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