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20 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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La sequía golpea a los pequeños productores del Chaco Salteño

Domingo, 21 de julio de 2013 10:59

Para los viejos memoriosos, antes, meterse en las sendas del Chaco salteño era entrar en la naturaleza virgen, frondosa y generosa en animales y flora. Hoy no queda nada. El Tribuno recorrió las huellas de Rivadavia Banda Sur y pudo experimentar que ya no se cruza ningún animal salvaje. Ni las aves quedan.

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Para los viejos memoriosos, antes, meterse en las sendas del Chaco salteño era entrar en la naturaleza virgen, frondosa y generosa en animales y flora. Hoy no queda nada. El Tribuno recorrió las huellas de Rivadavia Banda Sur y pudo experimentar que ya no se cruza ningún animal salvaje. Ni las aves quedan.

“Los animales se fueron para el río”, dijo el cacique Martín Puerta, del paraje El Chañaral.

Y ahí comienza la larga cadena de desgracias de los nadie. De aquellos que viven fuera del sistema de informaciones y comunicaciones del mundo que conocemos en el denominado plexo occidental; y eso incluye por igual a aborígenes wichi y a puesteros criollos.

El meteorólogo Ignacio Nieva siempre dice que cuando uno viaja hay que detenerse a ver la vegetación. Es el mejor indicativo sobre cómo se desarrolla el clima en una región.

En el Chaco salteño hoy no hay pasto y los árboles tienen muy poco follaje, por lo que los animales que conforman la base de la pirámide alimenticia migran hacía el río Bermejo.

Hacia allí también fueron sus depredadores naturales por lo que de repente el monte quedó vacío.

Los aborígenes, que viven de la caza, se quedaron también sin nada. Esto, agravado por los alambrados de los criollos que los están cercando, tal es el caso de las misiones El Chañaral y La Esperanza.

Los originarios siempre tienen chanchos y otros animales, pero al haber llovido muy poco en los últimos cuatro veranos los madrejones se quedaron secos.

Entonces sufren por sus animales domesticados porque saben que muchos no llegarán hasta mediados de septiembre, que es cuando comienzan las primeras lluvias.

Del mismo modo, los puesteros criollos padecen los mismos sufrimientos que los aborígenes. La naturaleza no hace diferencias.

La característica del campesinado chaqueño es mantener a sus animales desperdigados por el monte sin demasiados controles cuantitativos ni cualitativos.

Sus vacas y chanchos también se hidratan de los madrejones que se arman durante la temporada de lluvia. Es más, cada lugareño conoce los charcos más grandes y permanentes, pero esos ahora están secos.

Saben muy bien que si llegan lluvias inesperadas nada podrán solucionar porque no le darán tiempo a la vegetación a crecer.

También saben que están en el principio de la temporada seca, por lo que la situación comenzará a volverse realmente crítica para finales de agosto y principio de septiembre.

Sin agua ni vegetación, para el criollo, no hay presupuesto que salve a sus animales.

Esto es porque un atado de alfa, puesto en La Unión, cuesta 40 pesos, que al final para el ganado vacuno dura menos que un cubo de hielo en el ardiente monte chaqueño.

Algunos puesteros, como el “Gringo” Oliva, de Pozo Verde, dijo que la única salida es comprar maíz para darles de comer. Pero lo mismo es costoso el transporte hasta los puestos por los decadentes caminos internos que el municipio no se encargó nunca de mantener.

“Además, hay que pensar que los animales no están acostumbrados a que les den de comer porque ya son medio salvajes”, agregó el Gringo de Pozo Verde.

Sin ayuda

En esa realidad que los une, criollos y wichi saben que ya no tienen muchas alternativas, salvo que el Gobierno declare la emergencia agropecuaria.

Sucede que “ellos” son los nadie, pues nadie los escucha, nadie sabe de ellos, nadie los representa, a nadie le impactará en las noticias y nadie lamentará la condena a muerte que tiene el campesinado rural y aborigen del departamento de Rivadavia Banda Sur.

 Falta de información estatal

El Tribuno intentó conseguir los registros de precipitaciones del programa ProHuerta, que depende del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), y que tiene sus oficinas en La Unión. Desde hace más de cuatro semanas que prometieron brindar la información que, por pertenecer a un organismo estatal, es pública.

Sin embargo no se cuenta con dichos datos que son fundamentales para conocer los niveles de la presente sequía.

Los datos

Todo el informe se desarrolló en base a los testimonios de puesteros, caciques y vecinos de La Unión, La Estrella y Rivadavia.

El único que dio información histórica, de un promedio de precipitaciones desde 1934 hasta 1990, fue el meteorólogo Ignacio Nieva, pero no puede brindar los datos sobre lo precipitado este año.

Hasta el mismo diputado departamental, Ramón Villa, se quejó porque nadie del

Promesas oficiales

Un grupo de aborígenes y criollos llegó hasta las oficinas de la Secretaria de Asuntos Agrarios de la Provincia de Salta, aunque no fue recibido por su titular, Lucio Paz Posse. Un ingeniero de apellido Rodríguez fue quien tomó el malestar de los puesteros y aborígenes por el flagelo de la sequía. Concretamente le pidieron que declare, también para ellos, la emergencia agropecuaria. El funcionario les dijo que “harían todo lo posible” para que se dicte la medida que beneficiaría a la población rural de Rivadavia. Sucede que no les dijeron cómo vendrá la ayuda del Gobierno provincial ni cómo negociará con Nación la asistencia. En este sentido advirtieron que cuando se declara la emergencia agropecuaria son necesarias varias documentaciones que son claves pero muchos originarios y criollos no las tienen.

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