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La ausencia de Lionel Messi, con todo lo que ello significa, no se notó en ningún momento, ya que los conducidos por Alejandro Sabella estuvieron a la altura de lo que el partido importaba y jugaron con soltura y mucha autoridad.
Fue, como pidió el Papa, un partido bien “amichevole”. No hubo juego rudo y la propuesta ofensiva de ambos seleccionados hicieron que el público disfrute un gran espectáculo.
La figura del partido, Gonzalo Higuaín, abrió el camino a la victoria tras un error de Daniele De Rossi, que quiso salir con la pelota al pie, pero perdió el balón con Erik Lamela, quien habilitó al Pipita, que con un potente derechazo, que se metió lejos de la resistencia del sorprendido Gianluiggi Buffon, puso el 1 a 0.
La Albiceleste continuó con el control del juego, apoyado en la velocidad y peligrosidad de Di María, el equilibrio de Mascherano, la discontinúa pero necesaria cuota de fútbol de Lamela, la efectividad de un encendido Higuaín y la rapidez de Rodrigo Palacio. Sobre la hora, el Pipita no pudo ampliar el marcador al rematar por encima del travesaño debajo de los tres palos.
El segundo tiempo comenzó con otra gran emoción, ya que a los tres minutos Ever Banega anotó el segundo, tras una rápida y efectiva réplica. La azurra sintió el impacto, Prandelli realizó varios cambios y comenzó a arrimar peligro y a los 30 minutos acortó las distancia con otro golazo, obra del Lorenzo Insigne. El tanto entusiasmó a los italianos, quienes se fueron al ataque. Pero Argentina de contra tuvo más chances, aunque no las supo definir. El balance es positivo porque en varios tramos del partido la Albiceleste jugó bien y nada menos que sin Messi.