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Hace 23 años, una tragedia náutica ensombrecía a la apacible Las Lajitas

Lunes, 23 de septiembre de 2013 02:27
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“Te pido que regreses de aquellos territorios (...). Regresa pero no los cierres, déjalos abiertos que la vida continúa y la muerte es accidente en esta vida endurecida”. (Ernesto Aguirre “El sueño del inmigrante de trapo”).

Toda historia es una narración de acontecimientos dignos de memoria. Aunque conlleve un sino trágico, es deber de quienes la vivieron rescatarla como huella del hombre, rescatarla para que no sea un espacio borroneado que se ubique entre el sueño y la vigilia de sus protagonistas y testigos. Esta historia comienza hace 23 años, el 23 de septiembre de 1990 en una localidad llamada Las Lajitas. Y sí, es una historia luctuosa, de voces que siguen resonando en las memorias y de memorias que aparecen como tumbas y refugio de lo que ya no es.
En 1990, la finca Santo Domingo era de los hermanos José Miguel y Orlando Cano, y Enrique y Matías Martínez. Este último resolvió sacar a los niños -que participaban en un picnic de primavera- a dar una vuelta por la represa de la propiedad. Era soltero, tenía 44 años y se desempeñaba como administrador de la finca Santo Domingo. Embarcó a 21 niños -de entre 2 y 13 años- en una lancha de pequeñas dimensiones y salió de excursión poco después de las 10.30. La represa tenía una extensión de 300 metros de largo por unos cien de ancho, pero una profundidad de siete metros en el centro. Al alejarse de la orilla del espejo artificial, que tenía una gran cantidad de totoras y matorrales, a las 10.50 se paró el motor del bote. Los niños de inmediato se dirigieron a la parte trasera para ver cómo Martínez, tirando reiteradamente de la cuerda, procuraba poner de nuevo en marcha el motor. La lancha se inclinó peligrosamente y empezó a hacer agua. Los niños, asustados y desconociendo maniobras adecuadas de balanceo, se dirigieron raudos a la otra punta y hacia el lado contrario. La lancha, ya totalmente desbalanceada, dio una vuelta de campana. Quedó hacia arriba con algunos de sus ocupantes abajo.
Suertes diversas
El primero en salir fue Martínez, quien se subió a la lancha y rescató a Analía Mejillón, a quien colocó encima de la nave también. De allí la rescataría horas más tarde su tío, que usó una cámara de tractor atada a una soga para traerla hasta la orilla.
Felipe Parada (34), aunque no sabía nadar, se arrojó a la represa cuando vio desde la orilla que los niños habían caído pesadamente a las aguas. Trató de rescatar a su hijo, pero no pudo y su loable arrojo le costó la vida.
Sergio Fabián Escobar (2) fue salvado por Walter Fernández, trabajador de Santo Domingo. “Habíamos hecho cuatro vueltas de paseo con los chicos y esta era la última. En las vueltas anteriores llevamos a muchos , pero no a tantos como en esta. ‘¿Vos venís?’, me preguntó Matías y le dije que no, que lleve a los chicos. Cuando la lancha volcó, me tiré y pillé al primero que encontré y lo traje a la orilla. Después ya nada pude hacer, vi cómo los chicos manoteaban desesperados, se agarraban entre ellos y se hundían a pocos metros de la lancha”, le contaría el 25 de septiembre a los enviados especiales de El Tribuno. Nelson Galván (12) se golpeó la cabeza cuando la lancha se dio vuelta y se sumergió hasta el fondo. Luego braceó desesperado, hasta que halló una soga atada a la lancha y avanzó hasta quedar a la par de la nave. Allí ayudó a Martínez a subir a Analía Mejillón y él también se puso sobre la lancha dada vuelta. La consoló mientras ella lloraba y la disuadió de bajarse hasta que los rescataron. Testigos dicen que Martínez, al tomar dimensión de la tragedia, gritaba: ¡Nooooo! ¿¡Qué hice?! ¡Mátenme! ¡Por favor, busquen una escopeta y péguenme un tiro!”. Después se dejó llevar por las aguas y se suicidó.
Pasados 23 años, El Tribuno volvió a Las Lajitas para entrevistar a los sobrevivientes y a quienes perdieron a sus hijos. Lo que fue amado quedará para siempre y resbalará de la muerte, destino que el hombre vulnera cuando sobrevive la voz que da cuenta de lo amado. Esa voz que vio y nos dice dónde situarnos para ver la tragedia.

El operativo para rescatar los cuerpos

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El caso fue caratulado como “muerte por inmersión múltiple, hecho casual-circunstancial”. En aquel entonces personal del Departamento Criminalística de la Policía concluyó que la carga transportada en la lancha había duplicado la capacidad de la embarcación, de 450 kg incluidos motores y efectos de navegación. Era una lancha prototipo “Trucha”, con motor fuera de borda de 35 HP y capacidad máxima para llevar en su interior a tres personas. Cuando ocurrió la tragedia, iban en ella un adulto y 21 niños. Las víctimas: Claudia Angélica Coronel (10); Ricardo (13), Omar (12) y Javier Toledo (6); Omar (13) y Miguel Juárez (10); Félix Parada (10); Roberto Mejillón (8); Rosanna Cuellar (8); Carlos Barbosa (8); Marina (8), Margarita (6), Carlos (4), () y César Galván; Diego (10), Daniel (9) y Pablo Martínez (7). Mayores: Matías Martínez (44) y Felipe Parada (34). Sobrevivientes: Analía Mejillón (10), Nelson Galván (11) y Sergio Escobar (2).
Todos residían en la finca Santo Domingo, a excepción de la familia Martínez, que habitaba el barrio Fonavi de Las Lajitas. Los cuerpos fueron velados en la escuela de esa localidad.
En el operativo de rescate de cuerpos intervino personal de la Policía Lacustre de Salta. El mismo 23 rescataron 14 de los 20 cuerpos. Lanzaron “robadores” al fondo de la laguna y así sacaron cuatro cuerpos juntos. Estaban enredados en pesadas sogas, que al parecer se hallaban dispuestas en el fondo de la lancha y que al darse vuelta la pequeña nave los arrastraron al fondo sin darles alternativa alguna de supervivencia.

Rosendo y Graciela Galván perdierona cinco de sus ocho hijos

Corázón atravesado por 5 espadas

 Rosendo y Graciela Galván perdieron a cinco de sus ocho hijos en la tragedia lacustre. Graciela Galván (55) dice que vive padeciendo esa eternidad de andar entre recuerdo y recuerdo. En su relato llaman la atención los cortes en las palabras. Para qué preguntarse por el sentido de esos quiebres, hay espasmos del alma que son inevitables... “Qué le voy a decir, ese día... El patrón de mi marido tenía hacienda y nos había dado unas vacas a cada uno de los peones. Sabíamos sacar leche y creíamos que ellos se habían ido a sacar leche, porque no sabíamos de ese bote. Bueno esa mañana no venían los chicos. Eran cerca de las diez. Vino un compañero de mi marido, venía corriendo para avisarme, serían cerca de las once, que se había volcado el bote. Entonces nos hemos puesto locos y yo me descompuse como tres veces. Me trajeron otra vez a la casa, me han vuelto otra vez a llevar y así me levantaba, volvía a reaccionar y volvía a ir. Hasta que en ese momento llegamos adonde teníamos que llegar. Las cabecitas se veían en el medio, desesperadas por salir, pero ellos no podían llegar a la orilla ni tenían cómo salvarse. Había padres que intentaban rescatar a sus hijos y han perdido su vida por rescatar a sus hijos. Era muy feo, muy feo. La señora de don Kiko Martínez, ella ha perdido tres chiquitos y ha quedado sin ningún hijo. Y bueno, hasta que llegó el marido de ella, llegó directo a tirarse y no pudo rescatar a ninguno de sus hijos porque ya no había nada. En ese momento había muchos padres que le gritaban a Matías Martínez, que lo iban a hacer sonar y un montón de cosas. Yo digo, si ellos tenían ese bote, debían tener algunos salvavidas, alguna cosa para tener cómo salvar a los chicos”, lamentó. Esta madre que sobrevivió a cinco hijos tiene cinco espadas atravesadas en el corazón. “A veces uno los extraña, más en la mesa, pero ya van pasando 23 años. Los llevo en el corazón y sé que me están iluminando, me dan fuerzas. A veces uno quiere disfrutar los hijos y el diablo mete la cola”. 

Néstor Galván, uno de los sobrevivientes

"Estoy acá por Dios, pero no olvido”
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No se puede olvidar que mostrar y monstruo tienen la misma raíz. Mostrar toca siempre en algún ángulo la falta de respeto o el dolor. Nelson Galván hoy tiene 35 años, está desocupado y tiene dos hijas de 12 y 9 años. Dice que hay muchas personas en Las Lajitas que no quieren recordar, que les piden a él y a Angélica Mejillón que ya no hablen con la prensa. “Ese día en realidad no conversábamos de nada. Yo había quedado con mi mamá y mi papá, y todos mis hermanos se habían ido a andar en lancha. Después fui. Creo que estaban dando la última vuelta ya, pero entonces subí. Subieron bastantes chicos, pero nadie dijo nada. Después don Matías nos dijo: ‘Es la última vuelta, chicos’. Subió un hermano mío. Después estaba subiendo mi hermano el mayor, el de cuatro años, mis hermanas y yo. Y estábamos en el medio y la lancha ya estaba repleta. Bueno, después los chicos tocaban con la mano el agua porque estaba al ras, bueno, arrancó la lancha y se fue. Corrió, qué se yo, unos diez metros, quince metros. Cuando quiso dar vuelta, se paró la lancha y bueno, don Matías dijo que no nos moviéramos, que nos quedáramos quietos, porque no iba a pasar nada. Empezaron a llorar los chicos y él decía: ‘No se asusten, no va a pasar nada, quedensé tranquilos’. Bueno, cuando nos dijo así, se pararon los chicos de una parte, ahí es cuando se dio vuelta la lancha y empezó a hundirse y yo llegué hasta el fondo. Empecé a manotear, los chicos me pillaban de los pies, de la campera, de todos lados, por la desesperación de cada uno, hasta que me rozó una piola y empecé a subir. Pero había tragado bastante agua. Logré salir y lo único que hice fue agarrarme bien. Veía alrededor de la lancha los chicos que gritaban. Después ya me logré subir a la lancha, me puse como caballo y bueno, logré salvar una chica también, la agarré de la mano y la subí (Analía Mejillón). Y después lo veía a mi hermano que estaba con mi hermanito de cuatro años y que todavía aguantaban y mi hermanito lloraba, lloraba y yo había rescatado una de mis hermanas, la Marina, y la estaba trayendo ya y por la desesperación de los chicos me la quitaron, así que se hundieron todos. Quedamos yo, la chica y el silencio no más”. 

Analía Mejillón fue por su hermano y terminó sobreviviendo la tragedia

“Me acuerdo de todo como si hubiese pasado ayer”

Analía Mejillón tiene 33 años, está casada y tiene dos hijos, de 17 y 7 años. Se dedica al transporte de pasajeros y turistas. “Hasta el día de hoy me acuerdo de todo como si hubiese pasado ayer. A mí me habían mandado a buscar a mi hermano, porque él se había ido con un grupo de chicos, y cuando yo llegué se había metido en la lancha y yo también me subí. Ninguno de los dos sabía nadar. Yo tenía diez y él ocho. El sábado anterior ya habíamos andado en la lancha y habíamos quedado con el entusiasmo de volver a subir. El día anterior eran menos chicos. Mermó de velocidad la lancha y nos levantamos todos porque había empezado a entrar agua. Cuando se volcó la lancha, muchos chicos quedaron debajo y ya no se los vio más. En ningún momento pude ver a mi hermano ni ayudarlo. En el primer momento no me sumergí, pero después sí y cuando llegué al fondo miraba hacia arriba y pensaba que me iba a morir. Cuando logré sacar la mano fue Nelson quien me agarró y me ayudó a subir a la lancha. El agua estaba muy fría. Todo el tiempo estaba temblando. No sé cuánto tiempo estuvimos ahí. Todos los chicos estaban muertos. Me acuerdo que querían entrar con un caballo para recatar a los chicos, pero el caballo se quedaba en la orilla. La desesperación de las madres que se querían tirar y no las dejaban. A mi hermano lo sacaron muerto ese mismo día, como a las cinco o seis de la tarde. Es difícil, pero si me hubiese pasado hoy, con la edad que tengo, hubiera sido peor. A veces uno, cuando es niño, se entretiene más, juega y se olvida de las cosas. El recuerdo siempre está. Cuando nos hicieron una nota, estuve en internet revolviendo todo y fue como volver a revivirlo. Ahora me pongo a pensar: quién iba a pensar que estuve ahí y pude haber sido una víctima más, como mi hermano. Me podría haber pasado. Quizás si no hubiera estado Nelson, me hubiera vuelto a tirar para buscar a mi hermano. Le debo la vida a él y a mi tío, que fue el que nos sacó. Pero sobre todo a Dios, que sin él no somos nada”, reflexionó. Sobre las voces de las víctimas cae el tiempo y es tiempo de irse. “No busco culpables”, con cluyó.

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