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Las grandes cadenas comerciales de todos los rubros, buscarán a partir del lunes aclarar qué tipos de jugadores quieren ser en el mercado de los bienes y servicios.
Para ello partirán de la base que los valores que se fijaron anteriormente en pesos deberán ahora tener lo que se llama el “precio de indiferencia”. Esta cotización es el mínimo precio que una mercadería debe tener en el mercado para que al productor o vendedor le cierren los números.
Ocurrió que hubo un día de la semana que pasó que de pronto, en pocas horas, todos los bienes y más aquellos que tienen insumos en dólares, quedaron sin precios futuros. Había mercaderías que estaban en proceso de entrega cuando la devaluación irrumpió en un mercado donde los cálculos estimativos del comprador y vendedor entraron en contradicción. El que vendía con el precio habitual se retiró del mercado porque con lo que recibía no iba a poder reponer su mercadería.
Y en esta incertidumbre de precios para los autos, para los electrodomésticos, las propiedades y otros bienes que hacen al consumo de los personas y empresas, el único que tenía precio de monopolio fue el dólar. Cuando llegó a $13 el único mercado monopólico que lo ofrecía era el marginal. El dólar tan alto hizo perder precios normales a todos los productos. Y el peso sufrió así un retroceso frente al dólar, la única alternativa convertible que tiene en la psicología argentina y en la coyuntura cambiaria actual.
En los procesos devaluatorios argentinos todos los bienes y servicios tienen valores relativos, menos el dólar que con su costo absoluto domina al resto de los precios. Y es por eso que algunos comerciantes no pudieron dar presupuestos, las agencias turísticas vendían sus paquetes sujetos a recargo, el café (con componentes importados) debió aumentar de costo y ya nada será distintos después de la devaluación. Se podría decir que el dólar tal alto logró un precio “depredador” del resto de los valores de los bienes y servicios.
Ahora habrá que observar si el los exportadores lograron una devaluación competitiva porque sus producciones a están más baratas a precios dólar. Para ese sector puede ocurrir una ganancia de devaluación netas, porque muchos costos inflacionarios y cambiarios serían de aquí en adelantes, más bajos.
Todo esto produjo el salto del tipo de cambio a partir del martes pasado, con un inédito avance de casi 17% en apenas tres jornadas,la mayor devaluación desde la salida de la convertibilidad.
Este escenario nuevo ya está influyendo para modificar las pautas del consumo que venía acelerado para las grandes cadenas comerciales y los productos imprescindibles que usa la población. La devaluación le quitó precios normales a los bienes duraderos, perecederos y a los servicios. Esto hace presumir que caerá el consumo porque ya los precios estarán ajustados para absorber la devaluación.
En un rubro clave como es el de los electrodomésticos y artículos tecnológicos, donde el contenido importado es de casi 100%, se comenzó a dar la remarcación. En Salta aquellos cartelitos puestos para los turistas con dólares que decían que recibía moneda estadounidense para las compras, desaparecieron de las vidrieras. En algunos comercios los vendedores tuvieron reclamos de clientes que acababan de cerrar una operación.
Las redes sociales sirvieron para hacer catarsis
En la intimidad del facebook o en la “vidriera” personal del twitter, hubieron resentimientos, quejas y escraches para locales comerciales, gastronómicos e, inclusive, para los negocios informáticos, los agentes turísticos y concesionarios.
La gente terminó la semana haciendo catarsis en las redes sociales. les faltaron los precios mínimos y de referencia que habían desaparecido. El único precio de supuesto “equilibrio” para todas las transacciones fue el del dólar. Estaba en cambio el patético valor $13 que no articuló al comprador con el vendedor en una operación. El precio ofrecido y el que no se quería recibir para no perder dinero, rompieron el equilibrio entre demanda y oferta. Existió una gran confusión.
Los consumidores se quejaron en las redes sociales de que los precios de los productos brillan por su ausencia en la vidriera.
Había comenzado otra vez en el país la inestabilidad monetaria al caerse luego de doce años la manera en que el Central fijaba el precio del dólar. El tipo de cambio explotó porque el dólar oficial tocó un máximo de $8,50. Por su parte, el Central gastó US$100 millones para bajar la cotización hasta los $7,75. Había estallado la devaluación dirigida a cuentagotas del Estado que dinamitó los precios relativos. Ellos fueron los desaparecidos de la explosión del peso que pone los precios al consumo argentino.
“Ha ganado el sector financiero”, Por Nahuel Hyon
¿La devaluación impacta en la capitalización de las pyme?
El sector financiero con esta devaluación hizo su apuesta y debilitó al peso de forma inimaginable. Ha ganado su solución: la suba de las tasas de interés. La medida provocará que el dinero circulando se deposite en los bancos para obtener dividendos. Bajará el nivel de actividad, se enfriará la economía y el costo del dinero de los créditos se irá a las nubes. Esos créditos son necesarios para la inversión productiva de las pymes. Y desde el bolsillo de la gente, la devaluación hará que se consuma menos.
¿Y por qué llegamos hasta aquí?
Se impuso la necesidad de un nuevo valor para el dólar que permitiera que los grandes exportadores, principalmente de cereales, obtengan ahora mayor cantidad de pesos liquidando sus ventas al exterior. Los dólares ingresarán por la liquidación de sectores exportadores que se encuentran próximos a una importante cosecha y el precio del billete conviene a sus pretensiones.
¿Cómo quedan ahora lo precios?
Los precios han sufrido con esta devaluación especulaciones. Provocaron incertidumbre en los diferentes productos importados. Esto se reflejó en la necesidad de determinar aumentos para compensar la suba del dólar. Los insumos nacionales para la construcción y la industria que proveen grandes grupos concentrados ya no están disponibles, hecho que sin duda genera un reclamo de las pymes dedicadas a la producción.
No encontramos razón a esta medida de ajustar ya que el precio del dólar no tiene incidencia directa sobre el valor.
La actitud especulativa pone en peligro fuentes de trabajo, al detener la actividad por falta de material. Se tiene que dar tranquilidad a la cadena de comercialización y no dificultarle ninguna provisión de material ni de mercadería.