El ascenso. Siete letras, una palabra. Una obsesión. Todos quieren acariciarlo, tenerlo, degustarlo y treparse hasta el olimpo del fútbol. Más aún cuando el pedestal fijado es el jerarquizado torneo de la B Nacional, que adquirió mayor nombre y status con las presencias de River, Independiente y hasta el Argentinos Juniors de Juan Román Riquelme.
Hace más de ocho años que un equipo salteño no prueba de esa miel tan dulce y sabrosa. Pero, por el contrario, como si se trataran de burlas del destino, ese codiciado vocablo nos roza de cerca, nos pasa por al lado, nos coquetea.
Se arman proyectos, se deshacen, se vuelven a armar. Castillos de naipes construidos con paciencia se desmoronan antes de decorar la torre, en muy pocos casos; y en muchos otros, las estructuras se arman a la chambonada, con torpeza, sin paciencia y con el cartel en la frente del "ascenso ya", que lleva a descuidar otras bases primordiales.
Como si fuese una cachetada artera del destino, el paradigma de la ironía y de las paradojas, a veces parece que el máximo de los placeres mundanos, futbolísticamente hablando, nos chicanea socarronamente. Primero, fue el ascenso de Juventud Unida de Gualeguaychú, el primer equipo del torneo Federal A en llegar a la B Nacional de manos de... un salteño: Norberto "Cepillo" Acosta, un entrenador nacido en estas tierras que demostró en Entre Ríos hasta donde es capaz de llegar con sobriedad, trabajo, ingenio, sin faraónicos presupuestos, sin suculentas partidas gubernamentales y con un buen material futbolístico. Sí, Acosta, a quienes muchos conocimos en Salta por su logro en el equipo litoraleño, pero por quien ningún dirigente preguntó por estos lares.
Y hasta dónde llegará la ironía del destino, que muchos esperamos en la semana que pasó la posibilidad de que el humilde y austero Unión Aconquija, al que otros tantos descartaron de cualquier chance de pelear algo grande antes del inicio del campeonato, ascienda en el estadio Martearena y nos dé la vuelta olímpica en nuestra propia cara, en nuestras narices, lo que hubiese significado un golpe muchísimo más duro de asimilar.
Pero esto no es todo, ya que, si bien "zafamos" de ser espectadores de festejos ajenos, el que está con muchas chances de celebrar el ansiado ascenso, ante el mismo rival, es otro viejo conocido del medio: un tal Víctor Alfredo Riggio, otro valor de los "nuestros". A diferencia de Acosta, el Tano fue trìstemente parte de la "bolsa" de los descréditos del mismo medio que lo reconoce, al haber sido parte de fracasos, de objetivos que estuvieron cerca y de descensos, como el que condenó a Central Norte en 2007. Paradójicamente, fue Juventud el que le dio una "mano" al Tano Riggio para servirle la final por el ascenso, con la victoria del santo ante el estanciero.
Y como si esto fuera poco, el gran verdugo del antoniano, la piedra en el zapato que tendrá el equipo de Pascutti en su camino hacia el Nacional B, es nada más y nada menos que Gustavo Coleoni, quien en más de una oportunidad estuvo cerca de llevar a los de la Lerma a esa "meca sagrada", pero que a su vez fue uno de los directos responsables del descenso de Central Norte al Federal B de este año. El Sapito tampoco puede desligarse de esa maraña y de las vueltas de la vida, que volverán a traerlo a Salta después de aquella debacle del cuervo que dejó tan amargos recuerdos entre los hinchas azabaches, lo que quizá le valdrá algún reconocimiento de los santos el domingo, en el Martearena, cuando Juventud y Patria se vean las caras por la ida del primer play off.