inicia sesión o regístrate.
Son días de moderado festejo en el Gobierno: tras los momentos turbulentos vividos por la devaluación que tuvo lugar en enero, hay una sensación de alivio por haber recuperado el control de la situación. Una nota del periodista Fernando Gutierrez, publicada en el sitio iProfesional destaca algunos puntos a tener en cuenta.
Lo cierto es que ni siquiera los más recalcitrantes críticos del “modelo K” se animan a pronosticar una crisis en el corto plazo. Y hasta se permiten ciertas palabras de elogio para Juan Carlos Fábrega por la firmeza con la que está manejando el timón del Banco Central.
Lo cual, claro, no significa que no se sigan pronosticando problemas a mediano plazo. Algo que -con la vorágine con la que transcurren las cosas en Argentina de hoy- puede ocurrir en la segunda parte del año.
“Que el Gobierno haya contenido en el último tiempo el drenaje de reservas y el tipo de cambio no es poco. Pero la dinámica inflacionaria es preocupante y puede trasladarse al tipo de cambio”, apunta Gastón Rossi, ex miembro del equipo económico de Martín Lousteau, en una frase que sintetiza el pensar del gremio de los economistas.
En este contexto, la consigna obligada en filas oficiales es imponer la idea de que “lo peor ya pasó” y que la devaluación de enero fue apenas una turbulencia aislada, un momento de estrés financiero que ya está en vías de superación.
El argumento opuesto a esta visión viene por el lado del “establishment” económico, que no ve en la actual estabilidad del dólar más que una tregua pasajera, destinada a terminarse más temprano que tarde.
Es así que el Gobierno encara esta nueva etapa con sus armas tradicionales: intervencionismo económico y “relato”.
Con el primero, logró contener la caída de reservas del Banco Central y dominó la inestabilidad del tipo de cambio. La principal herramienta utilizada fue la “invitación” a que los bancos liquidaran parte de sus activos dolarizados, gracias a lo cual ganó un oxígeno de US$ 1.500 millones. Este avance, sumado a la fuerte suba de las tasas de interés -con títulos ya en torno del 30%- logró devolverle la paz al equipo económico.
Y luego viene la nunca abandonada “batalla cultural”. Que es difícil, pero no imposible.
Un moscardón “color blue”
Claro que el alivio no es completo, porque persisten señales preocupantes. Y hay algo que sigue molestando al Gobierno mucho más que aparecer como ejemplo de modelo fallido en The Economist y en The Wall Street Journal, o los informes de los analistas donde dicen que el plan oficial apenas ha logrado “comprar tiempo”. El festejo no puede ser completo, porque allí persiste, obstinado y fastidioso como el zumbido de una mosca, la brecha entre el dólar oficial y el dólar blue, que se muestra dura de bajar.