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Los amigos del Complejo Cultural San Francisco queremos expresar nuestro más sentido recuerdo de don Carlos Marcos Mamaní, un incansable colaborador de nuestra institución, quien nos dejó el domingo 18 de mayo.
Queremos compartir algunas palabras del padre Juan José Núñez, en su memoria: “Muchas generaciones de frailes hemos conocido su entrega y servicio. Don Carlos Marcos Mamaní, nacido en un escasamente poblado caserío de Anta, en tiempos de los Uriburu. Huérfano de padres, don Mamaní, siendo niño fue trasladado a la capital de la provincia y pronto recaló en la hospitalaria familia de los franciscanos que habrían de educarlo y proveerle de lo necesario para ser un hombre de bien. Cuando tuvo edad para ello y sin perjuicio de sus estudios regulares, don Mamaní fue ayudante de cocina de los frailes, colaboró con las tareas de limpieza, prendió y apagó cirios y velas, abrió y cerró los adustos portales de la iglesia, recolectó la limosna dominical, dobló campanas, etc. Pero, extrañamente, no se desempeñó como monaguillo y hay quien dice que nunca ayudó a celebrar misas. La curiosidad lo llevó a zambullirse, sin orden ni concierto, en los libros de la bien dotaba biblioteca franciscana. Adquirió una formación amplia que lo distinguía del resto de sus amigos de la niñez y de la juventud. Cuando las lecturas heterodoxas confluyeron con su pasión por el ajedrez, comenzó para don Mamaní un ciclo de desventuras. Fue acusado de comunista y de otras inquietudes espirituales. Sus compañeros de ajedrez (un ambiente donde proliferaban los intelectuales sesentistas de izquierda) le previnieron. Afortunadamente, Honorato y dos beatas centenarias, y emparentadas con hombres de a caballo, intercedieron salvándole de la dictadura.
Fue él quien me enseñó los tesoros guardados en el Museo de Arte Sacro, quien me narró las excelencias de la gran mesa de mármol y de los muebles de finas maderas talladas por artesanos indígenas, quien me describió el arte de Alonso Cano, quien ayudó a recordar a cada uno de los frailes que habitaron las añejas celdas del convento”.
Irene Bonifacio, Carolina Michel Torino, Estela Sivila, Eduardo Arroyo, Rocío Montoya y Rosa López de Pereyra Rozas.