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Aún antes de los últimos acontecimientos alrededor de la deuda y los holdouts, ya la situación económica del país era muy complicada. La Argentina se achicó de golpe: compra poco, vende menos, se cae la demanda interna, y los capitales externos no vienen porque no se les dan las mínimas seguridades como para que lo hagan. La conclusión, al mejor estilo Doña Rosa, es que no hay plata. Falta circulante. Se enfría la economía. Además, le están sacando “bolilla negra” como pagadora.
Para el campo el tema es particularmente grave, pues su principal producción: los alimentos, enfrentan por un lado, el debilitamiento paulatino del mercado interno que es su “pata” principal en casi todos los rubros; pero también, el Gobierno le impuso sucesivas restricciones para exportar que ahora, juicio mediante, pueden verse más afectadas todavía por falta de financiación internacional para vender, sin contar los “castigos”, “embargos”, y otras sanciones que puede generar la falta de un acuerdo en el conflicto jurídico de estatus internacional.Por supuesto, valen las mismas consideraciones para cualquier clase de crédito comercial del exterior si, efectivamente, se cayera en el temido default. La suspensión sería inmediata. Así las cosas, surge la pregunta más elemental: ¿Cómo se puede producir sin plata?.
El campo está arrancando, ya atrasado, con la estratégica campaña agrícola 2014/15, que es la que brindará divisas de exportación a partir de diciembre-enero con el trigo; aunque el grueso se dará a partir de marzo-
abril con las exportaciones de maíz, soja, etc. Sin embargo, hasta ahora, las ventas de los insumos para llevarla adelante son extremadamente bajas, lo mismo que las de maquinarias y equipos.
Es inocultable que la cadena de producción está resentida, y que el nivel de endeudamiento está creciendo en forma cada vez más acelerada en todos los eslabones. Para los que tienen “memoria”, uno de los indicadores claros es el aumento en el nivel de irregularidad de los cheques.
Así, todo apunta al achicamiento de lo productivo, en contraposición al aumento de las deudas. De ahí que varios analistas prevean ahora, no solo el estancamiento del famoso PBI de la “década ganada”, sino la caída del mismo en niveles que pueden superar el 2,5% (negativo) para este año.
Pero lo más llamativo es que, mayoritariamente, no parece haber conciencia de la gravedad de la situación. En el “campo” hasta ahora la alternativa elegida es solo la “inmovilidad”. No hacer casi nada “esperando que aclare”. El problema es que los tiempos de la naturaleza no son los mismos que los de la política, o los de la economía. Dentro de 2 meses va a ser tarde para muchas cosas y habrá que esperar, en ese caso, a mayo-junio del año que viene. Por eso, al igual que en el Titanic, cuyos pasajeros, despreocupados, bailaban en la cubierta mientras el tremendo transatlántico, herido de muerte, se hundía, ahora las autoridades deberían adoptar las medidas y decisiones imprescindibles para alejar, primero, semejante posibilidad, y luego, para poder retomar el camino de la producción con el aprendizaje de los errores cometidos.