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El Tribuno indagó entre padres y docentes de diferentes escuelas de Tartagal para conocer las razones de esta mala costumbre, de la que no escapan otras ciudades.
"Trabajo de noche". "Cuesta despertar a los chicos". "Siempre me pasa que llegamos tarde", son algunas de las diversas explicaciones de los padres, pero lo cierto es que cientos de chicos llegan tarde a clases.
Por eso se pierden el izado de la bandera y deben esperar "de plantones" hasta que concluya, con el agravante de que ese acto escolar también perdió sentido patriótico.
"Tengo un hijo en séptimo grado en otra escuela, así que primero lo llevo a él y después traigo a mi nieto al primer grado y por eso todos los días llegamos tarde", explicó una mamá-abuela, asumiendo que durante todo el año su nieto ingresará tarde a clases. "Cuando hace calor los chicos se acuestan tarde y cuesta levantarlos y cuando hace frío pasa lo mismo", es la explicación que ofrece el padre de dos niños que concurren a la escuela Coronel Vicente de Uriburu.
La directora de ese establecimiento escolar, María Luisa Carrizo, explicó: "Los argumentos de los padres en relación a la impuntualidad obedece a que residen en barrios alejados. Sobre ese aspecto, les respondemos que todos los barrios de Tartagal tienen escuelas cercanas para que no dependan del colectivo, como manifiestan. Pero ellos quieren que sus hijos vengan a esta escuela que tiene ganado su prestigio. En este caso y como todo tiene su precio, les decimos algo simple: que tienen que levantarse media hora antes".
La directora estimó en "un 15% la cantidad de alumnos que llega tarde. El horario de ingreso es a las 8 y experimentamos que 20 minutos más tarde ya no quedan chicos aguardando por ingresar. Afortunadamente, los padres responden y participan de las reuniones escolares", aseguró.
Otros pretextos
"Da mucha fiaca levantarse temprano, además ellos están 8 horas en la escuela", se justifica entre risas la mamá de una nena de sexto grado de la escuela 4.460 Gral. Manuel Belgrano, la única de Tartagal de jornada completa. En este establecimiento, el vicedirector cierra la puerta de acceso a las 8.06.
El padre de un nene de primer grado justifica la llegada tarde. "Vivo en el barrio El Milagro, a la entrada sur de Tartagal. No es fácil llegar antes de las 8, pero como la enseñanza aquí es buena no quiero cambiarlo de escuela", manifiesta y agrega: "Para mí, lo importante es que venga, no tanto si llega o no un poco tarde".
La directora, Adriana Roldán, explicó: "Cuando se toca el timbre cerramos el portón. La puntualidad es un hábito que hay que cultivar en los niños porque implica respeto a todos. La actividad inicial es importante porque nos reunimos, nos saludamos y damos a conocer las novedades".
En el caso de la escuela Cornelio Saavedra, de villa Gemes, la directora Elba Pérez señaló: "Exhortamos a llegar a tiempo, pero muchos permanecen en la plaza de enfrente y para que ingresen tenemos que ir a buscarlos. Los que han tomado ese mal hábito son los adolescentes. Pero la responsabilidad depende de los padres. Si los chicos incorporan el hábito de cumplir los horarios, cuando sean adultos serán más responsables y respetuosos de sus obligaciones. Nos damos cuenta de que los padres no tienen todo el control que deberían sobre sus hijos".