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Laberintos humanos. Vamos a negociar
Ante el guiño del Mandingo, que con su capa roja de diablito, su cara de perro y su corona de tetrabrik estaba sentado en el trono, los miles de fieles caninos que estaban dentro de su cueva se volvieron para vernos entrar andando entre ellos hasta llegar al centro, donde parecía esperarnos su jefe.
Armando, Carla Cruz, el Varela y quien les habla nos quedamos a su lado esperando sus palabras, que se le demoraban en una sonrisa demasiado humana de la que no parecía esperarse nada bueno. El hedor de tanto perro sudado encerrado nos mareaba, pero había que aguantar porque no parecía haber otra salida.
Sabíamos que, en las casas, las mascotas recurrían al sentimiento de sus dueños para evitar que salieran en nuestra ayuda, y acaso fuéramos los únicos humanos en condiciones de escuchar su propuesta, si es que la había. Mandingo se pasó la lengua por los labios, se rascó el vientre con la pata, que era de gallo, y dijo sólo tres palabras: vamos a negociar.
No era lo que esperábamos escuchar, pero nos supieron las palabras propias del Malo, y Armando, tomando la palabra por nosotros y por la humanidad entera, le preguntó qué quería a cambio de perdonarles la vida a los hijos de Adán. ¿A todos?, rió Mandingo dándonos a entender que no concedía tanto.
Armando le dijo que, al menos, nos diera la chance de negociar para salvar a Tilcara, y el rey de los canes movió la cabeza negando para aclarar que sólo podíamos negociar por nosotros cuatro. Es eso o es nada, agregó y los cuatro nos miramos sin saber qué hacer.